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Categoría: Urbanos

LA MARÍA

Me cuesta trabajo empezar a escribir, sobre todo cuando se trata de alguien que viene desde muy atrás del tiempo. Pero así son las cosas a veces. Uno tiene que coger la pluma y echarse en la piscina y, si es posible nadar, recordar a favor o en contra la corriente.

Aún casi puedo vislumbrarla, allí, sentada en la puerta del colegio, diez o quince minutos mas tarde del timbre de entrada, pensando en lo que tendrá que hacer, en lo que su abuela dirá, sus amigas, en… en todo… Aún la puedo recordar, allí, corriendo hacia el colegio… y como siempre… tarde.

Se para del borde de la baranda del jardín del colegio, coge sus cuadernos envueltos en su bolsón, y mira hacia el cielo y piensa:

- Por culpa de la perra, si no me hubiese despertado, seguro que no me hubiese dormido de largo y ya estaría antes de que hubieran cerrado el colegio… pero, la perra…

Poco antes de llegar a su casa, María encuentra paseando al Julián, deslizándose por las pistas sobre su patineta, con esos pantalones grandotes como sacos de arroz.

- ¡Hola Julián! – le dice.

El mozo para un momento su deslizamiento, y ve a la negrita disfrazada de colegiala, no sabe qué decir, si alegrarse y acercarse, o seguir patinando rumbo al parque en donde están los otros amigos.

- Julián… Ven y acompáñame, que he llegado tarde al colegio… Oye ¿Tienes un poco de humo?

- No – respondió – Oye, me voy al parque… Si quieres, ¿por qué no te cambias y vienes?

María respira hondo y sin decir nada se da media vuelta pues sabe que eso es imposible, ella sabe que si entra a su casa, no podrá salir… y si sale, será para hacer los encargos de la abuela, su hermanita, su tía, su viejo… Julián ya lo sabe, y sin despedirse se larga con su patineta de la mano corriendo a gran velocidad.

Sólo le faltan diez pasos antes de entrar a su casa. Todos los jornaleros y los vagonetas la saludan, claro, cómo no van a saludar a la hija del “Piti”… Todos saben quién es el Piti, es el negro que ya ha estado en el “Hotel Mil Estrellas” y ha salido con varios tajones en sus brazos y su rostro. Ella, sin responder a los saludos y, con los pasos mas pesados que astronauta en la Luna, se para un momento en la puerta de su casa… Se acerca, se apega, coloca su oído en la ventana y… escucha…

- ¡Ya carajo, o me das plata o me mato! – Era la voz de su viejo - ¡Vieja, si me quieres, dame… ¡Tú ya sabes quién fue el culpable de lo que soy ahora! ¡Tú ya sabes por qué me drogo! …

María se olvida del colegio, de su casa, de todo... y comienza a retroceder sobre sus pasos… Mira a los vagonetas, los jornaleros… Mira el cielo gris, el humo de los carros… Y suspira…

- Pucha, llegué tarde al colegio, por culpa del perro… ¿Y ahora? Qué dirá la profe, mis amigos, y… ¿el Julián? Y… ¿Si lo alcanzo?... Pucha, mejor sigo caminando a mi otra casa…

Dos muchachos, medianamente jóvenes, ven a una colegiala parada en la vereda, cabizbaja y meditabunda y… sin pensar quién era, deciden invitarla a pasear en carro.

Cuando María ve a los muchachos, elegantemente vestidos, invitándola a pasear en carro, empieza a sonreír… y sin pensar ni dudar sube al coche, perdiéndose por las pistas de aquella barriada.

Los chicos le ofrecen droga que gustosamente acepta… Y cuando acaban de fumársela toda, la María les comenta en dónde se puede encontrar mas, mejor y barata… Los muchachos aceptan la idea y se dirigen hacia los barracones de la barriada.

- Ustedes esperen un ratito que yo llamo a mi amigo para que los atienda… esperen un momento que ya vuelvo – dijo, mientras bajaba del carro…

Ella, desaparece por los corralones de aquellas calles, mientras los muchachos escuchan alegremente la radio… Ellos ya estaban planeando qué hacer con la María después que les consigan la droga…

- Tú te la montas primero, y yo, después… Y con jebe. No vaya a estar podrida y la cagada… Métele “esto” en el traguito…

Ya en medio de la risa y los ensueños de los muchachos no se percatan que aquella mañana comienza a oscurecer, y no es por algún eclipse, no, no es por eso, es porque un centenar de malandrines se les tiran encima del carro, sacándolos, pateándolos y arrancándoles todo lo que llevan puesto… Hasta el mismo coche corre igual suerte. Los pobres muchachos salen casi desnudos corriendo por los barracones del barrio… Mientras por la parte más alta de una de los corralones, al borde de una ventana, la María los mira, sentada sobre una silla… pensando y fumando…

- Pucha, si no me hubiese despertado la perra…pero, siempre cae algo bueno de lo malo – se decía la pandillera de los barracones…


JOE 22/01/04
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 6723
  • Fecha: 23-01-2004
  • Categoría: Urbanos
  • Media: 5.56
  • Votos: 43
  • Envios: 0
  • Lecturas: 4488
  • Valoración:
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