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LA MUSA

Será posible escribir en medio de la basura... La realidad nos dice que un escritor es un ser lleno de personajes que buscan existir, o vivir a través de su creatividad, su arte. En esta parte de mi vida, la cual ya es escasa, veo con cierta melancolía y meditada sorpresa que no importa entenderlo todo, que si uno tiene ganas de hacer lo que fuese, no importa, con tal que se sienta contento o tranquilo, está bien...

A pesar que sé que no soy nada especial aún siento que lo soy, tan solo para mí... y ahora que escribo esto, sé que todo esta bien. Puedo decir, con libertad, que un cuadro de Picasso no me llena los ojos. Muchas veces no soy capaz de apreciar las cosas que muchos aprecian de joya artística. Llega un tiempo en la vida en que uno se cansa de auto engañarse. Si veo algo feo, así es, y así lo aprecio, y está bien, para mí.

He visto, y leído tantas ideas acerca del arte de escribir que uno llega a marearse en aquel océano de ideas. En estos tiempos, no me engaño, escribo porque no sé qué otra cosa hacer, y, porque me gusta... Escribo para mí. Hago todas las cosas buscando bienestar, y escribiendo, encuentro los remos de aquella causa; así como las aves que cantan todas las mañanas, así me siento cuando escribo, que canto el himno de la vida y, eso, está bien, para mí.

Hasta hace un tiempo, enviaba mis textos a ciertos amigos escritores. En estos tiempos, lo sigo haciendo, aunque, ya no son importantes sus comentarios aprobadores ni que algún día sea editado... Mi camino es claro como el agua. Vivo escribiendo y muero viviendo. Creo que a través del arte, el ser humano es capas de entregarse a plenitud, darse con todas sus fuerzas, al abismo de la inmortalidad, aunque siempre fracase…

No deseo decir cosas que muchos ya saben, o lo han olfateado por esos cálidos rincones de la humanidad, por eso, deseo contar un relato bastante honesto y, quizás, beneficioso...

Hace mucho tiempo me compré un gato negro. Lo hice porque Poe, Cortázar, Maupassant, Baudelaire lo tenían. Pensaba que un gato era una cábala, un requisito para que las musas se acerquen, me inspiren y me ayuden. Podría haber escogido un perro, un loro, pero yo, al igual a ellos, escribo de noche, y un gato es un buen compañero nocturno.

Normalmente me amanecía sobre mi escritorio, con el gato en mis pies. Escribía, escribía hasta llenar páginas y páginas de historias llenas de imaginación y experiencia pasadas... Iba con estos textos, como un mendigo, a pedir los comentarios de los críticos. Un día me cansé de todo, y decidí dedicarme a cualquier otra cosa... Dejé mi casa, y viaje a mi casa de playa, buscando la paz de mi inquieta alma. Después de meses de no hacer nada mas que contemplar la belleza del mar, sin sentir su paz reflejada en su puesta, las nubes grises del aburrimiento me aplastaban día a día como a un asqueroso gusano, por ello, decidí volver a la ciudad, más triste y más deprimido que cuando llegué.

Cuando entré a mi hogar vi al gato paseándose como una ramera por toda la casa, como una dueña... Cogí un palo y se lo tiré. Lamentablemente, no le calló, pero, me prometí que iba a matarlo si lo volvía a encontrar. No podía soportar la idea de verlo mientras yo escribía, me hacía recordar mi fracaso anterior. Pareció que entendió mis intenciones, pues no lo volví a ver por la casa, aunque, mientras escribía, sentía su presencia, su mirada misteriosa...

Una noche, pasó algo extraño. Sentado en mi escritorio, escribí con tal pasión y furor que no pude detener mi mano aunque quisiera... Estaba poseído. Escribía y escribía, y solo me detenía cuando sentía algún mareo o el hambre en mi estomago. Me echaba sobre el suelo, o comía cualquier cosa y seguía escribiendo. Si sentía que malestar, salía un momento a la calle, entraba a un cine para desahogarme... Luego, regresaba a mi casa y seguía escribiendo… Estaba poseído, pero, me gustaba estar así.

Una noche, mientras escribía, vi pasar sin parar al gato por la entrada de mi oficina; luego, creí ver a Poe, a Cortazar y a varios escritores mas pasar como el felino... Todos ellos seguían desfilando por la puerta de mi cuarto, como si fueran unos niños. De pronto, se hizo un rumor como el sonido de las piedras del río, y vi que ellos penetraban, uno a uno, a través de la puerta y, lentamente, en silencio, se me acercaron. Me rodearon, y uno a uno me dejaba sobre el escritorio, una lapicera, ordenadamente, uno al lado del otro; luego, se colocaron alrededor de mí. Me observaban y murmuraban entre ellos, pero no me hablaban directamente. Pensé que desvariaba, producto del gran esfuerzo que hacía al escribir como un loco…

Sentí como un vacío, un frío silencioso, al ver que ellos, hacían un espacio, como un camino, murmurando: “Ya viene, ya viene, ya viene…”. De pronto, vi al gato caminar como un hombre sobre dos patas a través de ellos, y ante mi asombro, cada uno de ellos, le hacía reverencia, como si fuera su rey. El gato llegó hasta mi escritorio. Se sentó al borde de la mesa, cogió un cigarro y con la vista, pidió lumbre. Uno de ellos se acercó, y le prendió, con una vela, el cigarro; el minino le agradeció con la vista, y el genio se alejó, reverentemente; luego, el gato me habló:

- Deseas ser escritor... mm mm… Ser inmortal a través de las letras… mm… Entregar tu alma a la gloria… mm…Te diré que después harás lo mismo que ellos… mm… Buscarás esconderte, destruirte por todo lo que deseaste y soñaste; y luego, llorarás por volver a ser lo que al principio fuiste... mm… Ahora, la vida de ellos, no son de ellos, ahora, son de muchos otros... mm… Los que piensan en ellos, los lectores… ¿Será esa, la eternidad que buscas? … mm…

Cerré los ojos, y cuando los abrí, solo vi al felino echado sobre los papeles que escribí y, a nadie más… Pensé que me iba a decir algo mas, pero, no hizo más que maullar, y luego, de un salto, empezó a ronronear mis piernas... Lo dejé ser. Cogí papel y lápiz, y empecé a escribir. Mientras lo hacía, un resplandor brotó del papel, y perdí la conciencia...

Cuando desperté, estaba tirado sobre el piso, lleno de hojas escritas. Escuché el maullido del gato sobre la mesa, y levante la vista. Me miraba y yo, como encantado, también… De pronto, vi que yo estaba tras sus ojos, mirándome como en un espejo, y no era el único… no, no...



Joe 06/04/04
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 8303
  • Fecha: 10-04-2004
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.58
  • Votos: 33
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1649
  • Valoración:
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