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LA REGRESION

este cuento es largo, así que recomiendo a los lectores copiarlo para despues leerlo en Word o algo parecido tranquilamente en sus casas.

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LA REGRESIÓN
RUHTBÉN DARÍO

- ¡Eres fuerte maldito judío! ¡Quién es el que manda ahora bastardo!- decía un oficial alemán con una voz muy fuerte a la vez que a un pobre hombre lo pateaban en el suelo otros uniformados de menor rango.
- ¡Toma maldito judío! ¿Dónde esta tu dios ahora, miserable?- Decía otro. Mientras todos reían a carcajadas y seguían golpeando a su víctima sin ningún atisbo de misericordia.
- ¡Basta! ¡Tráiganlo para acá!- ordena el oficial. Una vez el hombre a su lado le dice-. Arrodíllate animal o te mato- el hombre imploraba misericordia, se arrastraba a los pies del oficial, pero esto parecía agrandar más el ego y la crueldad de aquellos hombres.
- ¡Perdóneme señor! Sea lo que yo o mi familia o mis antepasados le hayamos hecho, le pido perdón por favor, pero no me mate. No me separe de mis hijos, no me separe de mi familia, nunca he dañado a nadie- hablaba llorando desconsoladamente y tratando de agarrarse a los pies del soldado. Esto enfureció al oficial que tomándolo del pelo le dijo.
-Escucha basura de mierda. ¡Tú o tu familia y tus mierdas de antepasados no me han hecho nada! Esto solo lo hago por diversión, me gusta asesinar a estúpidos cobardes como tú. Así que no sacas nada con llorar y deberías comportarte como un hombre para que se diga que en tus últimos minutos de vida fuiste un ser humano- y lo soltó del pelo y le hundió la cara en la tierra.
Los dichos del general fueron motivo de risas para todos los soldados que celebraban a su jefe como se celebra al mejor de los cómicos en un festival. Luego el oficial procedió a desenfundar su arma y comenzó a decirle al sujeto.
- ¡Levántate judío! ¡Sé un hombre alguna vez en tu vida maldita rata! Ponte de rodillas y mírame a los ojos.
El hombre levantó su hinchado y sangrante rostro del suelo, lo tenía muy deformado por la terrible golpiza, y haciendo un esfuerzo sobrehumano se pone de rodillas. Aun lloraba pero trataba de controlar su llanto que más sonaba como una respiración fuerte y entrecortada.
-¡Mírame maldito judío- dijo el oficial. El hombre logra enderezar su tronco y mirando a la cara al oficial le dice
-Algún día mi pueblo se cobrará venganza de ti y serás quemado en el infierno junto con todos los pecadores maldito nazi- todos los alemanes se quedaron callados mirando al oficial que no hacía nada, hasta que dijo.
-Vieron camaradas, que hasta un maldito judío puede comportarse como un hombre alguna vez en su vida- todos volvieron a reír -quizás te perdone judío- de pronto se escucha un estruendo y el hombre cae al suelo con un orificio en su cabeza por el cual comenzó a brotar abundante sangre. Todos los soldados reían y observaban al oficial que al parecer estaba más enojado aun.
-¡Cállense estúpidos!- gritó el militar -Esta maldita arma se disparó, me hizo gastar una bala en un miserable judío. Yo pensaba matarlo a culatazos- y tiró el arma con toda la fuerza sobre la cabeza del asesinado. Luego llamo a un soldado y le dijo- Lleva mi arma a que la vean, no puedo andar desperdiciando balas en estupideces y apresúrate- Y dirigiéndose al resto delos soldados, dijo -. Saquen a esta basura del camino y quémenlo. Busquen a su esposa y a sus hijos y asegúrense que lo acompañen en su viaje- retirándose a su casa con su escolta de dos hombres que no se separaban de él por nada en el mundo.
A la mañana siguiente llega un soldado a su casa.
-General, encontramos a su familia, lo estamos esperando a usted solamente-
A lo que el general replica.
-Voy enseguida, no toquen a ninguno.
Diez minutos después el oficial se encontraba con su arma en las manos y delante de él había una mujer de unos treinta años y dos niños de unos ocho y seis. Estaba el patio lleno de mujeres judías escuchando y mirando lo que pasaba-
-Esto es lo que les pasará a todas ustedes si es que un hombre comete una falta, toda su familia pagará las consecuencias y por aquellos que no tengan familia, se sacarán mujeres al azar- con un gesto hizo que los soldados con una sola patada en la espalda botaran al suelo de rodillas a esa gente. Apunto su arma en la nuca de la mujer y cuando estaba listo a disparar.
-Saben, esto no sirve de escarmiento. Elijan a diez mujeres más y tráiganlas para acá- los soldados rápidamente comenzaron a traer y golpear a las pobres hasta que completaron las diez.
El general se fue a un extremo de la fila de mujeres y se puso al frente de ellas y con una sola pasada comenzó a dispararles a todas en su frente. Uno a uno iban cayendo los cuerpos inertes sin vida. Cuando llegó a los niños, su madre se abalanzó sobre ellos implorando que no los matara. El oficial la sacó de encima a patadas hasta que le disparó en la boca y continuó disparando hasta matarlas a todas, sólo quedaron los niños vivos. Un soldado dice.
-General ¿qué hacemos con los engendros?- y el oficial responde- ellos decidirán qué pasara- y dirigiéndose a los niños, les dijo- le perdonaré la vida a uno de ustedes para que me recuerde por siempre. Ustedes deciden cuál de los dos vivirá.
El mayor de los niños le dice llorando que deje vivir a su hermanito. A pesar de ser niños ellos comprendían todo el horror de lo que vivían.
-Que así sea entonces- y cargando su arma la apunta en la frente del mayor y le dice- ¿estás seguro de tu decisión, pedazo de mierda? Quizás tu hermano no haría lo mismo por ti. ¿Para qué el sacrificio? ¿ No te gustaría seguir viviendo por más tiempo?, Si me dices en este momento que quieres que mate a tu hermano, te aseguro que te saco vivo de aquí y podrás ser libre. El niño llorando y con el alma entre las manos, dudó por momentos de sus sentimientos, exactamente lo que quería el alemán.
-Vamos hijo, una traición más que haga tu pueblo que más da, siempre han sido traidores.
Al escuchar estas palabras el niño le escupió la mano al alemán y este con una sonrisa en el rostro le dijo- Bueno, si eso es lo que tu quieres- se colocó en la espalda del niño y apuntándole en la nuca dijo- adiós engendro- y cambiando de improviso le dispara en la cabeza al menor.
Se escucha la bala que destroza el cráneo del pobre niño y los gritos de la gente que no podía creer la crueldad del oficial. El hermano mayor se abalanza sobre el cuerpo de su hermanito y lo abraza llorando mientras el oficial lo observa diciendo.
-Maldito judío, si hubieras dicho lo que yo quería escuchar, quizás los hubiera dejado vivir.
El general observó hacia los lados y se dio cuenta de cómo todos lo miraban atónitos, incluso hasta los propios soldados, que cada día quedaban más asombrados de su crueldad- ¡Qué miran malditos estúpidos, ¿sienten pena por estos parásitos?- dirigiéndose al grupo de soldados abofeteo a uno y agarrando de la ropa a otro, lo arrojo sobre los cuerpos sin vida de las pobres mujeres- Mira imbécil, son judíos, no son humanos, valen menos que un perro. No hay que sentir pena por ellos. Hay que sentir asco, son basura y ustedes sienten pena por estas basuras. Malditos mal nacidos, debería matarlos a ustedes también por ser una desgracia para el pueblo alemán y su Führer. Y dirigiéndose al pequeño que lloraba sobre su hermano.
-Y tú, bestia sarnosa, si quieres tanto a tu hermano, vete con él entonces- disparándole un tiro en la nuca, pero que con la ira y el mal calculo fue a dar a la altura del cuello- ¡Qué malditos judíos! ¿Quién va a hacer algo? ¿A ver quién me detiene malditos cobardes? ¿Qué creen que porque tienen poca edad yo no los voy a matar? Ochenta o cinco años para mí son lo mismo, un maldito judío y mejor todavía que mueran rápido, así no reparten su peste.
De pronto voltea hacia los niños y recién se da cuenta de que el mayor no había muerto. Esto lo enfureció más aun y dirigiéndose a donde ellos como un verdadero lunático con su pistola en la mano le vació todo el cargador en la cabeza, diciendo- muérete maldito- pero esto no le bastó, volvió a cargar su arma y continuó disparándole en su cabeza que ya no era más que un montón de sangre y trozos de cerebro esparcidos.
Con todo esto la muchedumbre se exaltó queriendo linchar al general, pero los soldados rápidamente comenzaron a reprimir a la gente con golpes y disparos. El general muy envalentonado cargó nuevamente su arma y comenzó a disparar sobre la masa de judíos muy excitado por el goce de saber que cada bala significaba una vida menos. La masacre finalizó solamente cuando hubieron en la fría tierra tirados más de cincuenta cuerpos sin vida y sin aliento, más de la mitad asesinados por la propia mano de aquel general que al parecer seguía los pasos fielmente del famoso tirano más conocido como el "Ángel de la muerte".
Luego de terminado aquel episodio, el oficial ordenó quemar los cuerpos y se dirigió a su residencia momentánea a tomar un desayuno. Siempre decía que después de una matanza no había mejor cosa que llenarse el estómago con una exquisita comida.
Un par de horas más tarde llega un soldado a su residencia con un boletín.
-Viene directo del führer, señor- extrañado aquel hombre por el papel, conjeturó sobre la misteriosa carta, el führer jamás se tomaba la molestia de él personalmente encargarse de los asuntos, debería ser algo muy importante. Tranquilamente, pero con la picazón de la duda comiéndole el cerebro se acerca a su escritorio y se sienta en su fino sillón que antiguamente había pertenecido a una acaudalada familia judía. En silencio lo abre y lo lee, aquel papel decía.. «Mi estimado herr general Hutluc, tengo que informarle que a su precinto he mandado a parte de mi staff de médicos personales. Ellos se encuentran en una misión encomendada por quien le escribe. Por lo que ruego a usted tenga a su disposición la mayor gentileza y agrado posible hacia ellos. Esto es totalmente secreto y estos hombres no están autorizados a revelar nada sobre este proyecto, usted de ellos se informará de lo estrictamente necesario, pero nada más que eso. Facilíteles todo lo que quieran y por favor, haga que su estadía sea placentera. Esta comisión va a cargo del general Müller, quien yo sé es un gran amigo suyo…. Hi Hitler" tomó el papel y lo dobló en ocho partes, luego lo puso en su mano izquierda y la cerró, puso el brazo sobre el escritorio y su puño cerrado sobre su boca, en esa posición se quedó pensante. Claro que pensaba, se preguntaba el porqué de la visita de esos "médicos", sabiendo que él siempre los ha considerado unos charlatanes, ya que piensa que son unas especies de brujos que le lavan el cerebro a su führer. Pero a pesar de que Hitler sabía del rechazo del general Hutluc a sus médicos, jamás había hecho algo en su contra, porque Hutluc era un oficial de los más fieles al Tercer Reich y de los mejores que tenía en sus filas. Por eso era que venía comandada esta misión por su gran amigo Müller, era una forma de apaciguar los ánimos y que no le fuera tan dura la misión a Hutluc de tener que soportar a esos charlatanes como él los llamaba.
Ordenó a sus hombres preparar el alojamiento para los visitantes y que eligieran a seis judíos enfermos para la bienvenida. Tengo que preparar algo bueno para mi amigo, después de casi un año que no lo he visto, se dijo a sí mismo.
Alrededor de las doce de la noche llegó la caravana de camiones, en ella venían el general Müller y toda la comisión.
El general Hutluc que se encontraba en su oficina se levantó al sentir que algo interrumpía el sonido mudo de aquella noche. Antes que sus oficiales le avisaran él ya se encontraba afuera para recibir a su amigo.
De un vehículo negro se baja un hombre alto, vestido completamente de negro al igual que otros dos que lo acompañan, no se les veía claramente sus rostros ya que la luz era escasa. Los tres se aproximan a Hutluc, el viento movía sus abrigos de tal manera que en la oscuridad se asemejaban a alas, parecía como si fueran los cuatro jinetes del Apocalipsis, claro que contando a Hutluc, quien por sus meritos debería ser el más terrible de los cuatros. El primero de los tres al estar cerca al general abre sus brazos y rodeando el cuerpo de Hutluc con ellos le dice
-Cómo está la maldita noche, no puede haber mejor espectáculo que ver a unos judíos quemándose en la oscuridad- y soltando una carcajada dice- ¿Cómo estás maldito nazi?
A lo que Hutluc correspondiendo el abrazo, dice- jajajajaja mira para tu izquierda, crees que no me iba a imaginar que los querías quemados- todos miraron, pero no había nada. De pronto se prendieron seis cuerpos como un espectáculo pirotécnico, la noche se iluminó entera con esas antorchas humanas. Aquellos hombres gritaban desesperadamente pero no había nadie que pudiera hacer algo por ellos. Müller dirigiéndose a los hombres de atrás dice
-Jajaja no les dije que el general Hutluc es un maldito bastardo, por eso lo quiero tanto- mientras tanto, Hutluc saludó a los otros oficiales y les dijo
-Pasemos a mi residencia, mis hombres se encargaran de todo.
Una vez adentro, los hombres se quitan sus abrigos y se sirven unos vasos con brandy para calentar el cuerpo.
-¿Y qué noticias tienen de nuestras tropas en batalla?- preguntó, Hutluc.
-Los malditos norteamericanos entraron a la guerra por lo que no se ve nada bien la cosa, responde Müller.
-Claro que no se ve nada bien, yo debería estar combatiendo y no aquí cuidando animales, le he pedido al führer en cinco oportunidades que me transfiera al frente pero me lo ha negado, ¿la razón?, No tengo idea.
-Es que el führer no quiere arriesgarse a perder hombres tan buenos como tú, mi amigo
-Claro, pero prefiere arriesgarse a perder la guerra mandando a generales estúpidos al mando de los muchachos- respondió Hutluc. Después de un silencio...
-¿Y como ha estado todo por aquí?- pregunta muller.
-Bien, pero todavía no entiendo para qué mantenemos vivos a todos estos judíos, ganaríamos más si estuvieran muertos.
A lo que uno de los otros hombres responde
–Herr general, con estas personas nosotros podemos probar todos nuestros experimentos y cualquier atrocidad que se nos ocurra jajajajaja
El general en tono áspero dice:-las únicas cosas buenas que inventan ustedes son aquellas en que los judíos mueren, las demás son patrañas.
Por un momento hubo silencio incómodo, pero uno de los hombres respondió
-Le tengo que recordar, herr general, que nosotros dependemos directamente del führer y no tiene para qué hacernos recordar que para usted nosotros somos unos charlatanes. Sólo tenga presente que para nosotros su opinión no es más que eso, una opinión, especialmente inexperta. Ni usted ni cualquier otro nos va a renegar nuestros logros científicos, usted remítase a lo que es y nosotros nos encargamos del resto.
Müller dándose cuenta del tono que estaba tomando la conversación y conociendo a su amigo, trató de calmar las pasiones con un chiste, cosa que no resultó mayormente efectiva.
Hutluc respondió:- bueno, alguno de ustedes puede tomarse la molestia de explicarme qué diablos hacen aquí, porque para mí no es ningún agrado tenerlos aparte de mi amigo, ustedes sólo están aquí porque el führer me lo pidió. Hubo un momento de silencio y los tres recién llegados se miraron a las caras, como comunicándose telepáticamente sus pensamientos, hasta que Müller habló.
-Bueno, mi amigo, como el führer te lo dijo en aquella carta que te envió, esto es secreto, ni siquiera yo sé muy bien qué es lo que estamos haciendo, sólo sé que el führer está muy interesado en este trabajo, tanto así que cada día yo tengo que comunicarme con él para darle los avances, pero creo que te mereces una explicación....¿alguno de ustedes, profesores, quiere contestarle al general?
Ahora los dos hombres se miraron a la cara como decidiendo al candidato. Hasta que el más blanco, tomándose la copa de un solo sorbo hasta no dejar nada, dijo.
-Bueno general, no sé de qué pueda servir relatarle el motivo de nuestra presencia, ya que sólo será motivo de risa e incomprensión de su parte- lo dijo mientras caminaba al mostrador y se servía otra copa de brandy. Continuó-. ¿Cree usted que valga la pena gastar saliva en esta conversación?
El general dijo.
-No sé si en realidad me interesa lo que voy a escuchar, pero están en mi casa, así que trataré de hacer un esfuerzo y usted haga uno también para contarme.
Ahora el hombre sentándose en un sillón dijo.
-Bueno, para empezar ¿usted cree en la reencarnación?
Hubo un silencio momentáneo y Hutluc mirando a su amigo dijo.
-¿Esto es en serio muller?, De qué diablos me están hablando… ¿reencarnación?, eso es para los malditos judíos ¿de qué rayos se trata esto de verdad?
El hombre se levantó y mirando a Hutluc dijo.
-Se nota que hace su mejor esfuerzo por entender de lo que hablo, creo que no vale la pena hablar con usted general y tampoco estamos en la obligación de contarle nada, así que por mi parte y creo que por parte del profesor Wolfram también, buenas noches.
Los dos hombres dejando los vasos vacíos en la mesa y tomando sus abrigos se acercaron a la puerta. Antes de salir uno se dio vuelta y dijo
-General Müller, recuerde que mañana comenzamos- y se marcharon.
Ahora a solas, los dos hombres continuaron conversando. Müller habló
-Creo que no les agradas mucho a los profesores.
-Jajajaja entonces el sentimiento es recíproco - respondió Hutluc, y agregó-. Por mí se pueden ir a la misma mierda.
-No es tanto como piensas tú, ellos saben lo que hacen.
-Al parecer, te lavaron el cerebro parece, amigo. Pero ahora lo más importante es que me cuentes cuál es el motivo de su visita. ¿Hablaban en serio con eso de la reencarnación?
A lo que Müller respondió.
-Muy en serio, amigo mío, aunque tú no lo creas, los profesores que estuvieron presentes en esta sala, crearon un sistema por medio del hipnotismo que hace que las persona puedan recordar sus vidas pasadas y hablo de dos o más siglos antes.
Hutluc se quedó mirándolo con expresión de burla y dijo.
-¿En realidad, Müller, crees en esas estupideces?... Vidas pasadas jajajajaja reencarnación, eso no puede existir, mi amigo, es imposible.
-Bueno, dijo Müller, lo mismo opinaba yo antes de someterme a la prueba, a pesar de ser cristiano siempre dudé sobre la reencarnación, pero luego de ella soy un convencido de que la reencarnación existe, no te imaginas en qué lugares de este planeta estuve, e incluso, y me avergüenza decirlo, en un momento de mi vida fui mujer, así es mi amigo, !Mujer¡ Como lo escuchaste.
Muy sorprendido, Hutluc, por lo relatado, dijo.
-No lo puedo creer, es insensato. Tú ¿mujer? Ja ¿pero si eres terrible de maldito y alguna vez fuiste mujer? Lo siento, amigo, pero a mí me gusta ver la realidad, así que no puedo entrar en tu juego.
Müller respondió.
-La única forma de que lo creas es que tu participes en ella, ahí ya no te quedarán dudas de nada.
-No gracias, Müller, pero yo por lealtad a mis principios no puedo. Pero dejemos un poco lo que yo creo o no y cuéntame ¿qué es lo que los trajo aquí específicamente?
Müller tomándose un sorbo de brandy, respondió.
-Éste es el último campo de concentración que visitamos, ya pasamos por los anteriores. Ahora lo que hacemos, en realidad yo no hago nada, es tomar a un grupo de judíos, supuestamente los que tienen mayor capacidad de mando dentro de los grupos, y los sometemos a una regresión mediante hipnosis, regresión es como se llama el sistema éste del que te hablé. Ahora todo lo que ellos digan y relaten de sus vidas pasadas se graba en unas cintas magnetofónicas, los únicos que las escuchan son los doctores, yo jamás he escuchado alguna aparte de la mía, entonces si me preguntas cuál es el interés en enterarse de las vidas de estas personas, yo te respondo que no tengo absolutamente la más mínima idea, lo único que sé es que al führer le interesa de sobremanera este proyecto. Y eso, amigo, es lo que importa. Hasta ahora, al parecer, los profesores no han encontrado lo que buscan, por eso estamos aquí y yo tengo la esperanza de que aquí, aunque no sepa lo que es, podamos encontrarlo. No quiero seguir dando vuelta por todos lados. Así que mientras más rápido sea más rápido nos iremos. Yo mañana temprano voy a recorrer las barracas con tus soldados para que me elijan a los más aptos para la prueba. Bueno, amigo, el viaje me tiene un poco cansado, así que creo que me iré a dormir, mañana hay que comenzar temprano.
-Está bien, un sirviente te acompañará a la alcoba, cualquier cosa que necesites me lo comunicas. Que duermas bien, Müller- y Hutluc concluyó con el saludo de rigor- Hasta mañana. ¡Hail hitler!
-Jajajajaja, guarda esa estupidez para los soldados, buenas noches- y tomando su abrigo salió de la oficina del general Hutluc rumbo a sus aposentos.
A la mañana siguiente, el general Hutluc se levantó medio dormido, ya que aquella idea de la reencarnación no lo había dejado dormir muy plácidamente, había tenido algunos sueños complicados, no pesadillas porque con la vida que llevaba este hombre, es casi imposible que algún sueño se transformase en una pesadilla para él. Se puso su uniforme, sus botas y se preparó a dar su típica ronda por el campamento para ver si podía levantarse el ánimo matando a algún judío antes de tomar desayuno. Se preguntaba si Müller aun estaría dormido o estaría jugando a los brujos con los profesores. Se decía entre si...¿reencarnación? y una sonrisa se asomaba en su duro rostro, convencido de que sólo es una estupidez más de los locos esos.
Salió de su aposento y afuera había un soldado que cuadrándose ante su pasada lo saluda con voz firme... "¡Hail hitler!" a lo que Hutluc responde lo mismo. Luego continua.
-¿El general Müller, donde se encuentra?- a lo que el soldado responde.
-El general Müller está en las barracas seleccionando prisioneros.
Hutluc pensó que habían empezado sin avisarle, y luego preguntó.
-¿A qué hora se levantó el general?
Y el soldado respondió
-A las 5 de la mañana herr general.
Esto enfureció a Hutluc, que en tono más áspero y duro le dijo al soldado.
-¿Y por qué no se me avisó?
-El general Müller dio órdenes de no molestarlo, herr general- respondió el soldado un tanto asustado.
Al escuchar esto Hutluc salió de la casa rumbo a las barracas con el propósito de pedirle alguna explicación a Müller. A su paso el general iba dejando una oleada de miedo entre las personas que tenían la mala suerte de atravesarse por su camino, era increíble ver el cambio en el rostro de aquellas personas cuando el general Hutluc aparecía, aquellos rostros demostraban el miedo más terrible que puede existir, el miedo más primitivo, el temor más grande y terrible que una persona pueda enfrentar, aquel terrible sentimiento era el miedo a la muerte. Pero esta vez ningún cuerpo inerte quedo en el camino de Hutluc, su mente estaba puesta en otro lado por suerte de aquellas personas. Llegó a las barracas y enfrentando a Müller le dijo
-¿Por qué razón no me despertaste?
Müller respondió:- Hey, cálmate, qué te sucede. Soy yo, Müller, tu amigo. Parece que no dormiste muy bien, de seguro te estuvo dando vueltas por la cabeza la proposición que te hice. Al decir Müller esto, el general Hutluc se calmó un poco, en verdad aquella proposición de participar en aquel experimento le había despertado la curiosidad toda la noche y no lo dejaba dormir. Hutluc dijo.
-No me gusta que en mi campamento sucedan cosas sin que yo las sepa.
A lo que Müller respondió
-Tu sabías muy bien lo que nosotros íbamos a hacer, así que no me vengas con estupideces sentimentales jajajajajaja ¿que ahora se te está ablandando el corazón?
Hutluc, mirando hacia los lados se fijó en cómo los soldados lo observaban, así que tuvo que ponerse duro con Müller para no perder su autoridad con sus hombres.
-Para la próxima vez, avísame. Y es una orden directa, no pienses más en lo que es mejor para mí, sólo obedece- dándose media vuelta y marchándose por donde mismo entró con su escolta.
Han pasado varias horas y Hutluc a observado como entran y salen judíos de la barraca donde se encuentran los profesores, hasta el momento parece que no a sucedido nada. Müller sigue buscando hombres para la prueba. La curiosidad lo está matando y no puede soportar que en su campo él no esté enterado de qué diablos esté pasando, si no fuera por el führer, a patadas y balazos les sacaría la verdad a los doctores.
Siguió pensando hasta que tomó una decisión. Caminó hacia las barracas y entró a aquélla del citado experimento, dirigiéndose a una puerta que estaba cerrada con dos guardias en ella que trataron de impedirle el paso
-Nadie puede pasar, general, lo lamentamos. Son órdenes- y Hutluc respondió
-Quítense de mi camino si quieren seguir con vida mal nacidos, yo doy las órdenes aquí.
Y empujando a los soldados abrió la puerta. Los doctores que se encontraban adentro saltaron de la impresión de ver al general ahí. En la pieza había una mesa con un magnetófono sobre ella y el cual apenas entro Hutluc fue apagado por uno de los doctores. Había una camilla pequeña y en ella se encontraba un judío que con el golpe de la puerta había despertado. Los doctores se encontraban sentados alrededor de aquel hombre, y uno de ellos dijo indignado.
-General, usted no puede estar aquí, está violando una orden directa del führer.
Hutluc respondió- lo lamento mucho, pero no puedo estar de brazos cruzados mientras ustedes se pasean por mi campamento haciendo estupideces.
Un doctor responde:- tiene que retirarse general o tendremos que informar al führer de su desacato. Estábamos en la mitad de una sesión y usted la a echado a perder.
Hutluc responde.
¿Así que en la mitad de una sesión?- y desenfundando su pistola, dijo- ¿él era su sesión?- apuntando con la pistola al hombre en la camilla- jajajajaja sí, él era su sesión, bueno, ahora no tienen nada malditos estúpidos y pone su arma en la cabeza de aquel pobre hombre y de un solo tiro le vuela la tapa del cráneo.
-¿Qué tienen ahora? Par de payasos.
Los profesores con esta reacción inesperada estaban asustados, por suerte en ese momento llega el general Müller con un grupo de soldados
-¿Qué está sucediendo aquí?
Los doctores dicen en tono asustado
-El general Hutluc se ha vuelto loco, nos quiere matar.
Müller dice:- ¿Qué diablos le está sucediendo, general Hutluc?, Sabe que por esto puede ser castigado duramente y quizás yo tenga que encarcelarlo. La orden viene directamente del führer, de tú führer y dice que no te entrometas en nada.
Hutluc muy enojado, dice.
-Yo solo quiero escuchar esa maldita cinta, quiero saber qué mierda tiene adentro que le importa tanto a mi führer. A lo que un doctor dice.
-Eso es imposible herr general, nadie más que nosotros puede escuchar las cintas.
Müller ordena a los soldados retirarse y cierra la puerta de la habitación. Luego dice.
-Bueno general, hay una forma de que usted pueda escuchar esa cinta y es que usted se preste para la experimentación. Así escucharás tu historia y entenderás y creerás en lo que hacemos. -Claro, es muy buena idea la del general Müller,¿la acepta general hutluc?- dice un doctor.
A lo que muller continúa:- tus soldados no tienen por qué enterarse, lo podemos hacer de noche sin que nadie se dé cuenta, en el más estricto silencio y nadie del ejercito lo sabrá, yo y los doctores guardaremos absoluto silencio de esto y haremos como si nunca hubiera sucedido.
Al llegar ya la oscuridad de la noche, se encontraban los generales Müller y Hutluc en la oficina de este último.
-Me voy a servir una copa de brandy-dijo Hutluc
-Lo lamento por tí, pero si te dejo servir uno, después vas a decir que las cosas que digas son producto del alcohol, así que no se puede-respondió Müller.
-Creo que este ha sido uno de los sacrificios más grandes que he hecho y por nada, más encima, el único consuelo que me queda es el saber que les voy a hacer comer sus cintas y experimentos a esos malditos payasos jajajajaja.
-No lo creas amigo, te vas a llevar una gran sorpresa- argumentó Müller,y prosiguió-. Aunque también existe la posibilidad de que no tengas ninguna vida anterior y por consecuencia no tengas nada que decir.
Hutluc atacó inmediatamente:- ¿Qué sucede?, ¿te estás echando para atrás ya? no era tan irrefutable su idea, ya te estás poniendo el parche antes de la herida, viejo amigo, si es así sírveme entonces un vaso lleno de brandy para hablar alguna estupidez jajajajaja
Müller sonriendo, dijo: - en todo caso, dudo que tu no tengas alguna vida anterior, para mí que tú fuiste el mismo Satanás jajajajajaja. Aunque no sé si esto de la regresión llegue tan lejos- continuó Müller riendo ya a carcajadas. Hutluc también se rió.
Ya más tarde se encontraban los cuatros hombres en la barraca de dicha prueba, los hombres hicieron pasar a Hutluc al pequeño cuarto donde se llevaría a cabo la regresión. Al general Müller se le pidió esperar afuera del cuarto, sólo los doctores y Hutluc quedarían adentro. El más alto cerró la puerta y el otro le pidió a Hutluc recostarse en la camilla, en este momento Hutluc tuvo la idea de levantarse y mandar todo a la mierda, pero algo lo retuvo a quedarse, miró el interior de aquel cuarto y estaba igual que cuando él entro en la tarde, inclusive la sangre en la pared del pobre bastardo que se atravesó con él. Hutluc se levantó de la cama y le dijo a los doctores que correrá la camilla porque no puede estar cerca de sangre judía, así que entre los tres la corren, Hutluc se recuesta y los doctores se preparan para la ceremonia.
Uno de los hombres se sienta cerca de él y comienza a decirle.
-Relájese general, cierre sus ojos y relájese. No deje que las preocupaciones lo agobien en este momento, déjese llevar por mi suave voz y relájese. Suelte su cuerpo, no lo tenga tan tenso.
Hutluc realmente se sentía violado por esta calamidad que estaba haciendo, pero era la única forma de demostrar que sus interlocutores eran unos charlatanes, así que trató de seguir a los doctores, increíblemente sintió que las palabras de aquel hombre en realidad lo estaban relajando. No lo podía creer, pero el sueño comenzaba a ser mella de su cuerpo, su cerebro se sentía como en las nubes, nunca había estado tan relajado en su vida, ni siquiera cuando era niño. No se dio cuenta cuando sus ojos se cerraron completamente y su cerebro bloqueó las señales de sus ojos y tacto, estaba completamente dormido.
Se abre la puerta y Müller que se encontraba medio borracho por tomarse casi la botella entera de brandy, mira hacia ella. Salen los dos doctores, con sus rostros totalmente palidecidos, al ver a Müller lo quedan mirando por unos instantes luego cierran la puerta y sin decirle nada se marchan apuradamente como si hubieran visto al diablo. Müller asustado entró al cuarto y encontró a Hutluc todavía dormido, revisó el magnetófono y la cinta no estaba, había sido quitada. Su cerebro producto de la borrachera no funcionaba, pero su cerebro primitivo le hizo actuar de la manera más esperada. Se abalanzó sobre Hutluc para despertarlo, pero éste no reaccionaba, asustado pensando en lo peor, comenzó a darle golpes en el pecho hasta que éste reaccionó y de un solo puñetazo en el rostro sacó a Müller de encima.
-¿Qué diablos pretendes estúpido?-gritó Hutluc.
-Rayos, pensé que estabas muerto- respondió Müller y agregó -. No sé qué mierda te pasó pero no querías despertar, me asustaste hijo de puta.
Hutluc reponiéndose dijo:- ¿Y los doctores? ¿Dónde están?
-Salieron apurados de aquí y se llevaron la cinta, iban asustados, no sé qué les pudo ocurrir.
-Malditos estúpidos ¿se llevaron la cinta?…, de seguro que no hay nada y no quieren que yo la escuche. Pero por qué razón iban asustados, me deben temer a mí, quizás pensaron que al despertar y no oír nada les iba a ser tragar sus palabras a golpes jajajajajaja, ¡malditos cobardes!… Bueno, convídame un poco de tu botella ya que la tienes aquí.
Müller se la pasó y dijo.
-Tómatela toda, para mí ha sido suficiente por hoy, creo que me iré a dormir, mañana arreglamos con los doctores lo sucedido, yo no estoy en condiciones de hacer nada por esta noche.
Hutluc sonriendo dijo:- claro que vamos a arreglar todo esto mañana, así que vete a dormir tranquilo, que mañana será un bonito día.
Los dos se retiraron en medio de la oscuridad con dirección a la casa, desapareciendo como si se hubieran hecho parte del escalofriante paisaje.
Müller dormía profundamente cuando una mano le agarra la boca y se la aprieta tratando de impedir que hable. Despierta de sobresalto y asustado, se da la vuelta y queda viendo a su victimario frente a frente, era uno de los doctores. El hombre le suelta la boca y haciéndole un gesto de guardar silencio le dijo
-General, lo necesitamos tiene que venir conmigo.
Y Müller respondió:- pero qué sucede, por qué diablos salieron así.
El doctor dice
-No hay tiempo para preguntas general esto es muy importante, tiene que venir conmigo y ruegue que el general Hutluc no nos escuche.
Müller con un gesto le dice que sí, comienza a vestirse, tenía un dolor de cabeza y un sueño que no lo dejaban pensar mucho. Así que hizo caso como un autómata. Salieron de la casa con rumbo a la misma barraca de siempre, ahí estaba el otro profesor. Al llegar, Müller les preguntó
-¿Qué diablos significa esto?, ¿Por qué razón salieron tan asustados hace rato?, ¿y la cinta dónde está?
Los hombres le responden:- general, la cinta esta en el cuarto, tiene que escuchar esto, no nos pregunte más y entre ahí a oírla, nosotros no queremos entrar.
Müller los quedó mirando, y les dijo.
-¿Qué tiene esa cinta?
No puede ser. Aquellos hombres no hablaron, guardaron absoluto silencio. Müller se dirigió al cuarto, cerró la puerta tras de sí, se acercó a la mesa y encendió el magnetófono.
Al rato sale Müller con la boca abierta y su vista totalmente perdida, entre sus manos traía la cinta, luego mirando a los hombres les dice.
-¿Lo hemos encontrado?
Todos con rostros temblorosos y agitados se quedan mirando, luego un doctor dirigiéndose a Müller y poniéndole su mano sobre el hombro, le dice
-Lo siento general, pero parece que sí.
-¡Demonios, no puede ser, es inaudito!
Un doctor dice - yo jamás lo hubiera esperado, todos conocemos como es Hutluc.
Este momento había afectado bastante a Müller, quien seguía observando la cinta tratando de consolarse y sacar fuerzas para lo que venía. Hasta que dijo.
-Me comunicaré con el führer enseguida. Por ahora la cinta queda bajo mi custodia.
Salió de aquella barraca y fue a buscar el teléfono para hacer la tan esperada llamada por el führer. En el camino iba pensando en destruir aquella cinta, miraba la oscuridad y se decía a sí mismo que nadie más lo sabe, tendría que callar a los doctores, pero sería muy difícil sin tener que matarlos.
Se dirigió a las duchas, al entrar, un olor nauseabundo a carne quemada inundaba el ambiente. Entró por una puerta, habían dos soldados durmiendo sentados con sus armas en las manos, al sentir ruido despertaron ambos y a ver al general, asustados se reincorporaron inmediatamente y saludaron pensando en que serían penados por su pestañeada en plena vigilancia. Pero el general los saludó apurado y entró a otra puerta. En aquella pieza habían varias repisas llenas de frascos de vidrios todos llenos de líquidos de diferentes colores. Müller se dirigió hacia unos frascos que contenían un líquido incoloro, tomó uno de los frascos y leyó la inscripción que tenía, en aquel papel ya viejo y amarillento por el tiempo estaba escrito "H2SO4 100%", era justo lo que él buscaba, aquella inscripción significa en términos de química, ácido sulfúrico al 100% de pureza. Puso la cinta sobre una mesa y abrió el frasco, de él salió un olor nauseabundo y característico de aquel líquido corrosivo acompañado de una estela de vapor que se produce al contacto de este con el aire. Tomó una fuente de metal y colocó la cinta dentro, luego alejándose un poco se preparaba a verter el ácido sobre ella, en estos movimientos botó una silla de una sola patada para hacer espacio. Cuando estaba listo a destruir la cinta se vio en un pequeño espejo que se encontraba al frente, se quedó mirando por unos momentos y… vio a un hombre alto, blanco de ojos azules con una gorra de oficial con bordes plateados y un uniforme de color oscuro que en sus costados traía unas letras, unas siglas que al mirarlas bien parecían como dos truenos, esas siglas no significaban nada menos que él era un oficial de la SS, es decir, el formaba parte del ejercito personal de Hitler y como tal, había jurado obediencia total a su amo supremo.
Más tarde el general Müller se encontraba haciendo la llamada.
-Está bien, esperaré hasta mañana temprano y prepararé todo, que traten de llegar pronto los demás porque no sé si yo estoy en condiciones de hacer esto, como usted sabe mi führer, Hutluc era un buen amigo mío… Está bien,¡hail hitler!
Colgó el auricular y le dio unas órdenes a los hombres que se encontraban con él, luego se dirigió donde los doctores y les comunicó lo que pasaba, después de eso se encerró en su dormitorio, se sentó en una silla y desenfundando su arma se la puso en la boca, en el pasillo se escucho ruido de voces y pisadas, Müller dijo- !Perdóname Señor¡- cerró los ojos y apretó el gatillo. Una explosión inundó el ambiente al mismo tiempo que de unas patadas unos soldados abrían la puerta del general Hutluc, todo pasó en el mismo instante como si Müller hubiera tenido todo coordinado.
Hutluc se levantó de golpe de la cama y los soldados lo sujetaron, mientras uno de mayor rango le decía.
-General Hutluc, está bajo arresto- y dirigiéndose al resto de uniformados, les dijo-. Llévenselo.
Hutluc indignado, sorprendido y muy enojado forcejeaba con los hombres y gritaba.
-¡¿Qué hacen imbéciles, cómo que arrestado?, ¿Quién dio la orden?
El soldado le respondió:- el general Müller dio la orden señor- al tiempo que por la puerta aparecía un soldado corriendo y diciendo acongojado.
-El general Müller se pegó un tiro, está muerto.
Hutluc no lo podía creer, qué diablos estaba sucediendo, la noticia de su arresto por orden de su amigo y para peor, éste se suicidaba, qué era lo que pasaba. Siguió forcejeando hasta que los soldados lo golpearon con sus armas. El soldado a cargo dijo.
-Llévenselo y enciérrenlo en el calabozo.
Cerca de las ocho de la mañana llegaron los enviados del führer, unos hombres altos con unas miradas que inspiraban terror, venían acompañados de un escuadrón de soldados que rápidamente tomaron el campo bajo su control. Todos los integrantes de la comitiva vestían de un negro riguroso, como si pertenecieran a alguna secta oscura del medio ebo. Venían a cargo de un hombre, el cual tenía una notoria cicatriz en su ojo derecho que le daba un aspecto tenebroso. Éste pidió ver a los doctores inmediatamente.
Momentos después, cinco hombres escuchaban la cinta y no lo podían creer, era cierto. El de la cicatriz en el ojo, dijo.
-Vayan a buscar a ese maldito y lo llevan al patio. Uno de los hombres salió y dio la orden. Uno de los doctores dijo.
-No creen que el general merece escuchar la cinta por lo menos.
A lo que el hombre de la cicatriz respondió.
-No lo creo, ¿a no ser que usted lo quiera acompañar?- el doctor se encogió de hombros y se retiró.
Media hora más tarde el general Hutluc estaba en el patio del campo totalmente desnudo y con sus pies amarrados. Los soldados habían sacado a todos los judíos de las barracas y juntados en el patio también. Hutluc preguntó.
-¿Por qué? ¿Por qué me hacen esto? Yo he sido fiel a mi pueblo, he servido a mi führer con el corazón.
Al decir esto un soldado con la culata de su fusil le dio fuerte en la cabeza y Hutluc cayó pesadamente al suelo de bruces, a la vez que el soldado lo insultaba:- ¡Cállate maldito judío! Hutluc medio inconsciente trataba de incorporarse pero más golpes lo detuvieron. La masa de gente que observaba no entendía qué sucedía, pero estaban felices de ver al cruel torturador humillado y golpeado por su propia gente. Gritaban y aplaudían cada patada y cada culatazo que le daban.
Dos hombres lo tomaron por los brazos y, escoltados por una decena de soldados, lo llevaron a la rastra a donde se encontraba toda esa gente y lo dejaron tirado. El hombre de la cicatriz, hablando por los altoparlantes dijo.
-Pueblo judío, ¿desean vengarse del tirano que los amedrentó, humilló y asesinó impunemente por tanto tiempo? Ésta es vuestra oportunidad, ahí tienen al asqueroso asesino, ahora es vuestro. Para nosotros no es más que un inmundo perro. Hagan de él lo que les plazca. No habrá represalias, se los aseguro.
A un ademán del hombre, los soldados comenzaron a retirarse y Hutluc comenzó a reincorporarse lentamente. Los prisioneros dubitativos se acercaban con precaución, mirando temerosos a los soldados en retirada. Hutluc observaba como se aproximaba la masa de hombres con ciega sed de venganza, de uno a uno comenzaron a llegar a su lado andando como zombis por la desnutrición y el agotamiento. Algunos más valiente o más rencorosos, les daban algunas inofensivas patadas. El general trató de defenderse cuanto pudo y le sirvió por unos momentos, hasta que cayó al suelo y la masa de hombres se le lanzó encima como buitres sobre un cadáver. Lo golpeaban con tal odio que de sus cuerpos sin vigor una fuerza extraña y nueva surgía. Hombres y mujeres se agolpaban a empellones para saborear el momento de la dulce venganza, peleando el turno para aplacar el dolor de la pérdida de tantos hijos, padres, hermanos y amigos asesinados. Hutluc observaba por debajo, ya sin fuerzas, como la mayoría de sus fieles soldados miraban sin hacer nada, aquellos soldados que un día antes eran capaces de dar la vida por él y que le temían ciegamente a su poder. Ahora ya no significaba nada.
Unos balazos al aire interrumpieron la orgía sangrienta y la masa de gente rápidamente retornó al lugar donde estaban en un principio. Una veintena de soldados rodearon a Hutluc, y el hombre de la cicatriz en el ojo entró al círculo, vestía el típico atuendo de un oficial de la SS, el mismo que vestía su amigo Müller, su amigo que conocía el futuro que le deparaban, pero que prefirió morir antes de mirarle a los ojos.
El de la cicatriz se dirigió a hutluc y le dijo sarcásticamente.
- ¿Como esta general?, Supongo que ya se enteró de lo que ocurrió con el general Müller, maldito sentimentalismo, si no fuera por ello tendríamos aun a ese excelente soldado entre nuestras filas. Yo que pensaba que solo íbamos a perder a un buen soldado y ahora resulta que son dos. Le consideraba un amigo a usted, tanto, que prefirió matarse antes de verlo así, pero quiero que tenga claro que el no se mato por usted, sino que lo hizo por quien fue usted. Lamentablemente, cuando se entero de que se trataba esto, no estuvo de acuerdo. Claro, que se puede esperar de un cristiano. Yo no pienso igual. Sé que usted ha sido un excelente oficial, pero después de haber escuchado esa cinta usted para mi no es mas que una mierda sin importancia.
Hablaba mientras, con las manos en su espalda, daba vueltas alrededor de Hutluc que estaba tirado en el suelo.
Hutluc lo interrumpió para preguntar angustiado.
-Pero ¿qué tiene esa maldita cinta?, Yo he sido fiel a mi pueblo, al pueblo alemán. Lo he defendido con mi sangre.
El oficial enojado le gritó.
-¡Cállate miserable!- y agachándose le dijo en la cara- El pueblo alemán no es tu gente maldita mierda. ¡Ellos son tu gente!- y le señaló con el índice a los judíos que estaban ahí observándolo intrigados.
Y levantándose ordenó que lo pusieran de pie. De inmediato, dos soldados lo tomaron por los brazos y lo hicieron. El oficial se sacó los guantes de reluciente cuero negro que traía puestos y llevó su mano a su pistola, la desenfundó y dijo.
-Adiós rey de los judíos. Y apuntado a la cabeza de Hutluc, le disparó un tiro en la frente, que el general alcanzó a obstaculizar con sus manos, pero que no logró evitar su muerte. Cayó inerte al suelo de tierra, con un chorro de sangre manando de su cabeza.
El oficial guardó su arma, satisfecho, y mientras se ponía sus guantes, escupió sobre el rostro sangrante del General y se retiró en medio de todos los soldados que miraban atónitos como yacía muerto el terrible General Hutluc a manos de un alemán. El invencible y maldito general ya no existía, había sido asesinado por el mismo pueblo que él tanto había defendido y adorado.
El general yacía tirado con sus pies aun amarrados en posición semi fetal. El torso lo tenía hacia arriba y sus brazos abiertos. Tenía un orificio de bala en su frente por el que salía sangre, pero también tenía en sus muñecas sendos orificios provocados por la bala que lo mató.
Así termino el tirano General Hutluc y jamás antes de morir supo que decía esa maldita cinta, jamás imagino que tal experimento lo iba a condenar, que podía llegar tan lejos en el tiempo, jamás supo que en la cinta él dijo... ser el hijo de Dios.

® Ruthbén Darío
Datos del Cuento
  • Categoría: Misterios
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