Después de haberme reunido por espacio de tres horas con un grupo de personas para dialogar, buscando la mejor manera de propagar el "Conocimiento de uno mismo", sentí que todo era una locura, una gran locura... El solo hecho de creerme un ayudante o un apóstol que salvaría a la humanidad de la gran oscuridad en que se encuentra me causaba nauseas. Sobre todo porque en esos momentos, yo estaba, no en una oscuridad, sino en una mescolanza entre las ideas, conceptos y formatos organizativos que, con la experiencia y el tiempo que llevaba en el grupo, sabía que estabamos en total desuso, como navegando en medio del océano en un bote sin remos...

Salí apurado de aquella reunión y me juré que nunca mas acudiría a reunión parecida... pero, no con convicción, sobre todo cuando has sido parte de este grupo por cerca de treinta años.

Soy escritor aficionado y por las noches me gusta escribir sobre mi computadora... Una idea brilló en mis pensamientos, y, lo puse como el título de un texto: "LA ZORRA Y LAS UVAS".

Traté de escribir al respecto pero, mis manos estaban trabadas y mis pensamientos se habían quedado en las caras y las charlas del grupo en el cual participé... "Treinta años", me decía a mí mismo... Yo, ya no era el mismo jovencito, no, ni mis compañeros tampoco. Ahora, éramos unos viejos madurones, con las carnes flácidas, con menos pelos sobre la cabeza y, lleno de canas... En fin. Un verdadero y terco grupo neo-espiritual, algo patético, pero, así éramos.

Cerré mi computadora, y antes de dormir, me puse a meditar...

Cogí dos almohadones, me puse un short y una camiseta. Apagué las luces, me senté en posición de Loto, cerré los ojos... y, empecé a concentrarme en lo que hace treinta años me enseñaron a concentrarme...

Si, allí estaba, como siempre... aquella nube blanca, como algodón, dentro de mi oscuridad de nada. Si, allí estaba, y como siempre, flotaba en medio de ese océano de oscuridad interior, de allí para allá, como si fuera una hermosa paloma blanca... De pronto, no sé por qué me atreví a conversarle. Si, eso hice, y le dije así:


¿Por qué te vas?
No sabes que te amo...
Que en esta soledad
muy triste me encuentro

¿Por qué no te acercas más?
Me temes acaso...
Si es así,
no debieras

Sabes bien que
eres mi esperanza,
mi único sendero...
y que por ello
te sigo amando...
Aquí,
en estas carnes,
en estos pensamientos...

Por favor,
te lo ruego...
Tócame una vez mas
Hasme sonreir como un niño
Es que,
dentro de mí
siento que eres...
La fuente
de todas las fuentes
La chispa
que ilumina
los ojos del alma

Por ello,
señora Luz...
te amo
sin saber jamás
el por qué...


Hubo un silencio después de mi oración, cuando de pronto, vi como aquella hermosa nube blanca se acercaba más y más hacia mí... y, mientras mas se acercaba, sentía que aquello era lo único que anhelaba mi existencia... Fundirme, como un abejorro sobre aquella infinita y hermosa Luz...

Cuando terminé de meditar, salí a caminar por las calles, y aún veía a tanta gente caminando de un lugar a otro como las hormigas, como persiguiendo o buscando algo que, ya estaba en ellos mismos desde que nacieron... Yo podía verlos, pero ellos, aún no podían.

Regresé a mi cuarto, y cuando me disponía a dormir... Escuché una voz que salía como de mis sueños, y me dijo:
- ¿Recuerdas el cuento de la zorra y las uvas?
- Sí. - respondí
- Así es la vida, no por el hecho de que no alcances la altura en donde cuelgan las uvas, debas decir que éllas son amargas... No, no, las uvas son dulces, y tienes que probarlas para saber... Pruebalas. Prueba aquella uva, una y otra vez, y verás que son dulces... De la misma manera, prueba esta vida, prueba este aliento, que se da como las uvas. Prueba este aliento, una y otra vez, y verás que la vida es muy dulce, muy hermosa...

Aspiré hondo y, en verdad, este aliento era hermoso, profundo, dulce, como las uvas... Y yo, era como aquel viejo cuento, como una zorra tonta, como un hombre que cierra los ojos a la existencia...


JOE 20/02/04