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Categoría: Fábulas

LAS HORMIGAS

Hace muchos, muchos, muchos años, hubo una hormiga como nosotros que llegó a ser lider de las obreras en su colonia y cuya fama trascendió a medio mundo.
En esa época las hormigas obreras trabajaban más de catorce horas diarias y como pago recibían un sólo grano de trigo. Todas se quejaban, a todas les dolía la espalda y todas estaban famélicas, pero las hormigas soldado las mantenían a raya.
Mas un día, una hormiga llamada Robin, tuvo una inspiración y lo vio todo claro: No se podía consentir eternamente que matándose a trabajar hubiesen de ser siempre pobres, sin tener tiempo de criar bien a los pequeños, enfermando cada dos por tres y sin derecho a una comida decente.
Así que poco a poco fue uniendo a las obreras y se pusieron de acuerdo en presentar sus quejas a la reina.
No les hicieron caso. Los soldados las apalearon y más de una acabó con alguna antena escayolada.
Pero Robin no se dio por vencida y continuó alentando a sus hermanas.
Los alborotos se sucedieron, los enfrentamientos, las bajas, las heridas, pero las obreras no cejaron en su empeño. Ya estaba bien de explotaciones.
Querían trabajar ocho horas y cobrar un mínimo de tres granos de trigo por hormiga. También reclamaron una ayuda para aquellas familias que tuviesen muchas crías o ancianos o enfermos crónicos o miembros con dificultades físicas.
Una noche a Robin unos desconocidos lo mataron en su nido. Eso recrudeció los enfrentamientos.
Iba pasando el tiempo, los combates y las negativas a trabajar, todo ello con un alto coste en vidas de obreras y soldados, hasta que un feliz día terminó la reina por ceder, viendo que se empobrecía su reino y aquello no tenia visos de acabar.
Por fin las obreras trabajaban decentemente, con derechos y con tiempo de descanso para atender a sus proles.
Lentamente se fue normalizando la situación, pasaron años y más años y ese sangriento periodo de la historia se alejó como un triste recordatorio.
En muchas colonias pusieron galerías con el nombre de Robin, el defensor del pueblo. Y su tumba fue visitada en cada aniversario de su muerte.
Pero al cabo de un tiempo se le ocurrió a la reina proponer a las obreras unos cambios en sus condiciones de trabajo.
Les dijo:
"Ahora teneis una vida digna, ahora podeis llenar la despensa y os sobra tiempo de ocio.
Os hago la oferta de que quien desee trabajar unas horas más recibirá un grano de trigo por cada una de ellas."
Y lo aceptaron.
Un tiempo después, las volvió a reunir y les dijo:
"Ahora os ofrezco algo aún mejor. Si trabajais los días festivos, os doblare la paga de granos."
Y lo aceptaron.
Al cabo de unos meses, la reina continuó:
"Y esta vez os propongo que la obrera que quiera trabajar en turnos de noche recibirá doble paga y bonificación por nocturnidad."
Y también lo aceptaron.
Y así siguen y siguen las cosas sin parar.
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Un día estaba una hormiguita joven al pie de la tumba ya olvidada de Robin. Era su tataranieto Saúl que depositaba unas florecillas y unas oraciones como cada aniversario en memoria del viejo luchador. Ya nadie iba allí.
Cuando se levantó para marcharse, Saúl murmuró:
"Menos mal, abuelo, que ya no estás para verlo.
Tú y tus amigos dísteis la vida por ganar una dignidad y un respeto para las obreras y para que no se trabajase sin descanso, cuando ellas, por lo visto SÓLO QUERÍAN MÁS DINERO.
Datos del Cuento
  • Autor: blas
  • Código: 6814
  • Fecha: 28-01-2004
  • Categoría: Fábulas
  • Media: 5.39
  • Votos: 114
  • Envios: 21
  • Lecturas: 3468
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Alejandro J. Diaz Valero
invitado-Alejandro J. Diaz Valero 31-01-2004 00:00:00

Asi es amigo Blas, la inscripción de las "hormigas" en los contratos colectivos de trabajos y la aceptación de cláusulas laborales tiene hoy al hormiguero en la condición en la que se encuentra. Por cierto ¿Y los Bachacos?? Que será de la vida de los bachacos??? Buen trabajo amigo, me agrada este estilo. Saludos Alejandro.

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