Llegaba del circo a medianoche cuando me encontré con mi viejo amigo Jorge que al verme me llamó con gran emoción y cuando estuvimos juntos me dijo casi al oído que las morenajes, que eran unas chicas de veinte años, muy despachadas de carne y esa sonrisa alegrona que tienen toda la gente morena, estaban e la quinta del barrio, preguntando por mi presencia, eso me trajo a recuerdo cuando mi padre me hablaba de sus primeras relaciones en le campo del amor con una chica tan negra como la tinta china y que cuando se reía parecía como si la luna tuviera forma de dientes, a mi padre esas morenajes eran su sueños lujurioso, sobre todo cuando ya con ochenta años lo único que hablaba eran de sus experiencia sexuales con la gente morena del pasado, dando a cada historia un epíteto especial, como si deseara dar vida a esa historia, por ello es que mis hermanos le compramos una muñeca tamaño natural de una morena bien despachada pero de plástico inflado que causó las risas y, la alegría, de mi padre, lo malo fue que no pasó más de una semana cuando el pobre cayó enfermo de un fuerte resfrío pues acostumbraba a dormir desnudo junto a su muñeca negra, y, al poco tiempo murió, pero tuvo una muerte tan graciosa como los rostros sonrientes de todas la morenajes, por ello cuando Jorge me hablaba de ellas recordé a mi padre, su dulce muerte y a todas mis relaciones sentimentales con la gente morena que no fue mucha pero lo suficiente como para dejarme esa huella o lunar imperecedero en mi carne blanca como la leche, yo siempre había pensado en cambiarme de piel, me hubiese gustado ser moreno, negro no, moreno, una mezcla de leche con chocolate pero uno no puede cambar de color de piel, y si lo puede no puede dejar de sentir esos movimientos morenos que lo hacen sentir que son una mezcla de culebra con mono, o demonio y ángel, en verdad no lo sé pero ni me importa, por eso es que escuchaba y regresaba a tomarle atención a Jorge que no paraba de hablarme de sus proyectos nocturnos con unas moernajes que estaban dispuesta a ir a cualquier parte con tal que puedan bailar y disfrutar del amor tierno de un muchacho como yo, por supuesto que también tuviera fichas o dinero que gastar, y como yo reunía con esa condiciones, y mi amigo Jorge que también era un morenaje macho, le dije que estaba listo para ir a la luna y al infierno con las morenajes y gastar todo el sueldo que guardaba en mi casa y que esperara una par de minutos que regresaría con el líquido elemento para disfrutar de un momento lleno de alegría, placer y... algo mas, claro que tuve que decirle a mi mujer que tenía una reunión importante y como ella no le gusta las reuniones yo sabía que no me pondría objeciones, y así como me bañé, me persigné, me puse mi mejor traje y salí como Joh Travolta listo a pasar una Saturday Nigth Fiber con todas las morenajes que se pusieran frente de mi, por supuesto que estaba advertido que había unas que eran peligrosas y que les gustaba robar la billetera de los pálidos que era así como nos llamaban a los sancochados, yo no me molestaba pues me gustaba esa mezcla de “ebano y marfil”, así como la canción de Jackson y Mcarthy, sobfre todo cuando estábamos en una cama tipo jumbo, desnudos y con nuestros cuerpos bañados en sudor y esperando tocarnos y embarrarnos en otro tipo de sudores del corazón y el barro de nuestra imaginación y bailar ese baile de los cuerpos que solo se scucha cuando el sonido deja de escucharse por esos gemidos de placer entre ella y yo, eso si que es un regalo de los dioses, seguro que los dioses deben de tener un corazón moreno pues la alegría es como un símbolo de blanco en los dientes de los morenos...