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LOS BELLOS DE LA MUSA

Había un pelo en mi escritorio y no era el mío. Vivo solo hace años y si algo cuido mucho, eso es la limpieza de mi cuarto. Incluso soy yo quien limpia cada dos o tres días mi pieza, ordeno mis libros, cambio las sabanas cada tres días, las cortinas cada quince, aspiro diariamente por la mañana y luego, recién, preparo mi desayuno-almuerzo pues sólo me alimento una sola vez, por la noche bebo una infusión. En cuanto al lavado de mi ropa diariamente viene la dueña de la pieza que alquilo y me la lava y plancha. Eso sí, nadie excepto yo tiene la llave del cuarto, incluso la dueña me pide la llave para entrar, además de advertirle que nunca haga entrar a nadie excepto ella. El detalle es que soy escritor y si algo tengo en desorden, eso es mis notas que cojo cuando me llega esa bruja insensata de la musa que se le ocurre venir a cualquier hora, ya sea las una, dos, tres o cinco de la madrugada... hay veces en que me jala de los pelos cuando estoy paseando o dando mis clases de literatura en la universidad, y (como es lógico tan solo para mí), pido permiso, cojo un hoja de papel y escribo todo aquello que me sale de la musa... pero sí hay algo característico es que lo hago en total soledad. Luego, junto todas mis hojas escritas y las llevo a mi cuarto, las dejó tiradas, ya sea sobre mi cama, sofá, escritorio, suelo, en cualquier lado en donde sienta que a mi musa le gustaría que yo la dejase... por ello es que no deseo que nadie entre en mi pieza, y, si la señora va a limpiar entonces le advierto que no mueva ni lea ni una hoja escrita por mi.

Pero ese pelo rubio, largo y rizado, mas bien es dorado como los cabellos de una ninfa, una diosa, o, quizás sea mi musa a quien nunca he podido ver mas sí escuchar y sentir sus aguijones cuando desea que ponga mis líneas en el papel, pero nunca he podido verla. ¿Será el cabello de mi musa?...

Después de indagar a la dueña de la pieza que alquilo me dijo que ella no ha entrado en ningún momento, más bien escuchó como la voz de una dama. Eso a ella le extrañó, pues desde el principio me advirtió que estaba prohibido recibir "visitas" en la pieza alquilada. Le juré que no lo había hecho, me creyó, pero, en mi cabeza aún recordaba aquel cabello dorado y ondulado como esas fibras espiraladas de oro...

Lo extraño de todo esto... (Antes de continuar les contaré que he guardado el cabello en una laminilla de vidrio y que me lo colgado en el pecho como una medalla), es que desde aquel día no he sentido el llamado de mi musa, y es terrible pues no puedo escribir nada hermoso, nada, es terrible, pero así me ha pasado... Sin embargo me he dado cuenta que a partir de aquel día cuando estoy por quedarme totalmente dormido presiento que alguien (¿mi musa?) suele acariciar mis cabello, que son pocos pero aun están... Yo me despierto pero nada, no hay nadie. Muchas veces he querido hacerme el dormido pero cuando siento que alguien entra por la puerta de mi cuarto (y les juro que lo he cerrado con llave y candado) siento acercárseme unos pasos livianos como una princesa hasta posarse al borde de mi cama, luego, siento que me observa, que acaricia mis cabellos y, siento que unos húmedos labios rozan a los míos... Yo trato de despertar pero es imposible, es como si tuviera infinitas cadenas en los ojos, en el cuerpo, pero menos en la conciencia y no me levanto para enfrentar a este ser... Cuando salgo de aquel embrujo no hay nadie en mi pieza. Reviso la puerta y está con llave y candado.

Si embargo he observado que en mis clases me siento más versátil, mas contento con la gente que me rodea. Incluso he conocido a una chica, tan solo como amiga, además me he relacionado con varios profesores y escritores de la universidad pero siento que eso es trivial. Durante toda la tarde espero llegar a mi cuarto y encerrarme y esperar, esperar, o, esperarla no lo sé... Pero todo tiene su límite, y eso es lo que me pasó cuando una noche en que sentado sobre mi escritorio trataba de escribir unas líneas cogí todos mis papeles y los tiré a la basura, luego, cogí mis lápices, mi máquina de escribir y lo tiré por la ventana. Y no fue tan solo eso, pues tiré mi ropa y todo lo que podía coger con mis manos… Tuve que parar cuando vi que bajo mi ventana estaba la dueña del cuarto que alquilaba y como quince personas más, mirándome como si yo estuviera con los demonios… Dejé de tirar mis cosas pero al cabo de una media hora llegó un carro blanco junto a cinco personas vestidas de blanco. Rompieron mi puerta y trataron de colocarme una camisa de fuerza, por supuesto, no me dejé, luche como un gladiador, con mi silla y los pocos libros que aún me quedaban. Seguramente me hubieran atrapado cuando se me terminaran mis armas, pero no fue necesario pues en medio de toda aquella gentuza apareció como un sol, ella, ella, la chica de los cabellos de oro, caminando como si fuera de pluma, vestida de una sabana de seda, era hermosa, tan bella que solté mis armas y me lancé por donde ella se iba que era, (según me contaron después) la ventana…

Cuando desperté, estaba en el sanatorio, con la pierna, el brazo, la cadera rota… Todo un desastre pero aún vivo. Fue extraño pues desde aquel día la veo constantemente esconderse en cada una de las personas que se me acercan… Me guiña el ojo y sonríe. Espero que al salir de este loquero pueda volverla a ver, o sino, sentirla, escucharla y escribir todo aquello que sale por sus labios… Si, eso me gustaría hacer, ser su esclavo…



Surquillo, febrero del 2005.
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 13512
  • Fecha: 18-02-2005
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.04
  • Votos: 25
  • Envios: 0
  • Lecturas: 3406
  • Valoración:
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