Tengo siete cholos trabajando en mi taller, y cada uno jode que da miedo. Mamá decía siempre que a los cholos hay que tratarlos a patadas, o sino terminan pateándote a ti...
Ya llevo trabajando más de veinte años con ellos, y mamá ya se murió, y aún no sé a ciencia cierta, si ellos son como ella me contaba, pues, aunque siguen jodiendo, gracias a ellos, el taller sigue produciendo y caminando hacia adelante... y también me entretienen...
Ya estoy viejo, y no sé por qué nunca me case, quizás, porque sentía que éllos fueran como mi familia; a pesar que tengo hermanos de sangre, siempre han sido diferentes a mí, éllos, todo lo ven dinero y problemas, no son como yo, que tomo la vida despacio y con gusto, pues así me siento mucho mejor.
Cuando caigo enfermo, no me gusta avisar a mi familia, son como los judíos, todo te lo sacan a la cara, por eso prefiero morirme antes que avisarles; para suerte mía, sólo los cholos se dan cuenta cuando enfermo, y causa risa verlos preocupados, reniegan y me dicen: ¿Por qué no me cuido?, ¡Que debería casarme!, ¡Que la soledad me esta volviendo loco! En fin, yo me río de sus reprimendas bañados de buenos sentimientos... Sin decirme nada me llevan a mi cuarto, y me envían a sus mujeres a cuidarme, lavarme y darme de comer... Son tan raros estos cholos que, en vez de mandarme a un médico, me mandan a un curandero, o un brujo; éllos dicen que: ¡Son familias! Sus mujeres cuentan que los cholos no creen ni en medicinas ni en matasanos, pues sólo alargan la pelona, llenándote de huecos por todos lados, chupándote la vida como gotero de caño malogrado... Cuando mejoró, me mandan a sus hijos que casi todos son mis ahijados, quedándose todas las noches al borde de mi cama, duermiéndose después que yo cerrara los ojos, y como lobos se acercan para ver si aún respiro, pues son tan desconfiados que ven si sale y entra aire por mi nariz... Muchas veces me hago el que me muero, pero estos cholitos me conocen... y con sus negros y aguileños ojos se ríen de mis locuras.
Cuando sano, vienen los cholos y me hacen sus fiestas, me ponen música indígena y hacen bailar a sus mujeres, a sus hijos y a sus compadres, luego, botan a todos y me dicen:
- Ya jefe, no sea pendejo, que sino trabajas, la pelona te carga como trapo viejo.
En verdad, cuando enfermo, si que me divierto. Pero, cuando estoy sano, me joden como siempre...
Diariamente viene al taller una morena, trayéndoles la comida, y yo sé por qué no quieren que sus cholas les traigan su merienda, es por la voz y el cuerpo tamalero de la negra:
- ¡Ya lleguee!
Sin mirarme, pero siempre saludándome, entra al taller como si fuera su casa; todos los cholos se le juntan y comienzan a preguntarle:
- ¡Negra... Qué hay... Canta!
Mientras les indica los menús, me acerco por la rendija, y veo que se la paran manoseando como pelota de agua, mientras ella sonríe de gusto, poniéndolos calientes, brutos y embelesados... Parecieran los siete enanos con blanca nieves, después de una buena bronceada; luego se va, dejándolos más templados que cuerda de guitarra... Siempre le aconsejo a la sambita:
- Hijita... No te juegues con esos cholos, hazte respetar, un día te van a violar sin que te des cuenta quién fue...
Ella sonríe, mientras los cholos le miran tras el mostrador como si fuera el ángel de sus deseos... Bamboleando el trasero, como si fueran los glúteos de una yegua.
Y así seguimos laborando más de veinte años, y es increíble, pues los clientes que nos consumen son siempre los mismos, o, muchas veces, sus nietos, o, sus hijos... Creo que nos sienten como parte de su familia.
Los cholos casi no me hablan mucho, pero si hablan entre ellos, yo no les entiendo, pues hablan con su dejo serrano que pareciera que gimieran como animales. Cuando ya estoy por cerrar uno a uno van saliendo bien bañados, y perfumados, como si salieran a encontrar la noche de sus sueños... Se paran un momento en la puerta, se dan vuelta y regresan, luego salen un momento a la calle, luego regresan, y cuando están por irse, me gritan:
- ¡Jefe... Temprano ahhh... Tengo un plancito mañana!
Pareciera que estuvieran saliendo del colegio, y hubiesen terminado su tarea... Pues siempre me regalan sus caras de contento y su amistad.
Es gracioso cuando llega la quincena, pues algo pasa en mi, como si el demonio quisiera desquitarse este día, y les pongo una cara de policía avinagrado, no los miro, ni les hablo, quedo como un sordomudo. Los cholos, este día trabajan callados, y se comportan como brigadieres de Colegio; y cuando llega la hora de salida... Uno a uno van desfilando por mis ojos, con las caras más tristes que un mendigo...
- Este... Jefe... ¿Hay plata o no hay? - me dicen como si hablaran hacia adentro.
Los miro, sabiéndome poderoso, tan sólo un instante, luego, siento la satisfacción de la generosidad, y les pago. Reciben su dinero, y de nuevo empiezan a joderme, diciendo que cuando habrá aumento, que los pasajes han subido, que necesitan viajar a su tierra... etc. Se dan media vuelta, y se van; cosa extraña, este día, ninguno de ellos se habla... Y uno a uno me dicen:
- ¡Jefe... Temprano ah... Tengo un plancito!
Cuando ya se han ido todos, apago las luces, y voy hacia mi cuarto... Y, al igual a los cholos... satisfecho...
Un día, vino la negra, como siempre con el culo del tamaño de un panetón, pero, además, con la panza del tamaño de una sandía... A los pocos meses, vino llorando, y, sin chistar nada, me puso al frente del mostrador a un bebé...
- ¿De quién es esto? ... – le pregunté
- Es el hijo... de uno de tus cholos – respondió, se dio media vuelta y, nunca más la volví a ver.
Cuándo les pregunté a los cholos ¡Quién era el pendejo! Nadie respondió... Y mientras salía cargando al bebé, escuché:
- ¡Jefe! ... No será tuyo...
Se rieron tanto que parecían unos indios salvajes; miré al bebé, y pensé: "Y bueno, al menos, ya no estaré tan solo..."
Creo que mamá no tenía razón...
Joe 01/09/03
Yo vivo en una región donde los cholos son malandrines, rateros, y todo lo malo que se te ocurra, pero tu cuento me da la impresión de otro tipo de personas que son buena gente, te felicito por haber cambiado mi percepción sobre esos seres humanos.