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Categoría: Urbanos

La Calle Victoria

-Corran, traten de alcanzarme viejos bolas de grasa, canosos culiados- gritaba Licho cada vez que se volteaba para mirar qué tan lejos venían sus cuatro perseguidores. Su carrera era dirigida hacia la Villa Los Lobos donde él sabía que era casi invulnerable. La Avenida Dorsal lo llevaba de la mano hacia donde quería llegar, sin duda ese era el territorio de Licho, en esas callejuelas sucias y estrechas se crió y porque no decirlo, también se educó. Nuestro personaje hacía hábiles cambios de velocidad que me dejaron deslumbrado, y creo que también a los viejos, bastaba con mirarles la cara que ponían para darse cuenta de ello, en unos momentos su paso era más lento y el ser atrapado era cuestión de sólo centímetros, luego se mofaba y alargaba sus piernas para perderse de las manos de los viejos, no sin antes gritarles unos garabatos.
-Sueñen cochinos de mierda, hijos de las mil putas y las chuchesumadres-.
Licho sabía manejarse en esas situaciones, por lo menos hasta ese momento la suerte había estado de su parte, como un ángel guardián, a mí me gustaría que las cosas se me dieran de esa forma, planear y dejar que todo marche sólo.
-Todo está en conocer el terreno, si duermes con él, jamás te abandonará, si lo amas nunca dejará de cobijarte, ademñas, tienes que estudiarlo día y noche ya que con luz es muy distinto a como se da a oscuras, tiene diferentes vidas, se mueve distinto- me comentaba después de cada triunfo, como les llamaba a los actos que cometía.
Los cuatro hombres que lo seguían no eran como los que en innumerables oportunidades fueron burlados y humillados. Estos no se daban por vencidos, continuaban tras su presa aunque sus semblantes mostraban una cierta fatiga debido al cansancio. Licho pudo haberlos perdido perfectamente, sin embargo el afán de payasearlos y su confianza lo mantenía haciendo piruetas y de vez en cuando un insulto.
- Traten si pueden, cagones pajeros- se alcanzó a escuchar cuando Licho tomó la calle de la izquierda, la calle Victoria, que muchas veces lo invitó a escapar mientra tendía trampas a sus casadores, pero ese día fué distinto, la cara del jóven cambió, la sonrisa triunfadora se transformó en espanto, la traición lo dejó tácito mientras los inagotables verdugos reencarnaron la sonrisa burlona de Licho.
Ninguno de nosotros sabía que la calle Victoria había sido cerrada la noche anterior, un muro se extendía de lado a lado y un rincón de él fué lo último que recibió a nuestro jóven. De lo hombres nunca más supimos algo.
Datos del Cuento
  • Autor: Diego Arce
  • Código: 4944
  • Fecha: 23-10-2003
  • Categoría: Urbanos
  • Media: 6.28
  • Votos: 29
  • Envios: 1
  • Lecturas: 4751
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