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La Confesión

La Confesión.
- Padre, acúseme soy un pecador
- Tranquilo hijo, te escucho
- Vera padre, no es fácil, he cometido algo execrable
- Hijo, no hay nada que Dios no perdone
- ¿Esta seguro Padre?
- Hijo, el amor y la misericordia del Sr. es grande
- Lo sé, pero seguramente cambiará de opinión cuando escuche mi confesión
- Te escucho hijo, te escucho
- Pues antes que oiga lo que le tengo que decir, por favor preste atención a esta historia, a lo mejor le interesará lo que le voy a decir
El Padre Rubén sentado en el confesionario se puso cómodo, procurando que el sueño no le gane puesto que a esa hora había muy poco feligrés confesándose, ciertamente que no tenía toda la tarde puesto que había muchas obligaciones parroquiales, pero estaba convencido que en media hora se desocuparía.
- Me llamo Juan Cruz, desde muy pequeño fui muy desdichado, mi padre era un alcohólico empedernido, a menudo llegaba a casa y golpeaba a mi madre, como yo era hijo único él me encerraba en el baño y abusaba de la pobre mujer, podía escuchar tras la puerta sus pobres gritos de lamento, mi infancia fue un verdadero infierno
- Lamento escuchar eso hijo...
- Así pasaron esos años desgraciados para mi madre y yo, ella con mucho esfuerzo me supo dar una buena educación y con amor me formó con sólidos principios morales y religiosos, nuestro pequeño núcleo familiar se interrumpía con las constantes agresiones de mi padre, pero nos teníamos el uno al otro y eso era lo importante
- Bendita sea tu madre hijo
- Si, ella fue una santa
- ¿Fue?
- Si, al cumplir yo los 16 años, ella murió de un tumor en su cerebro, los médicos dijeron que se debió al los constantes maltratos que mi padre la había propinado desde hace mucho tiempo
- Cuanto siento escuchar eso, que el Señor la tenga en su santo seno
- Estoy convencido de aquello padre, sé que ella es mi ángel guardián
- ¿Y que fue de tu vida una vez que ella murió?
- Bueno, al suceder eso, mi padre me dijo que ahora todo cambiaría, que tendría que salir a buscar la vida en alguna fábrica o que buscara trabajo en algún sitio, puesto que el estaba siempre desocupado por su maldito vicio.
- Justicia divina, ¿pero que hiciste hijo?
- Bueno, al primer descuido me escapé de casa y me refugié en un albergue de los franciscanos, allí, ellos oyendo mi horrenda historia me acogieron y me dieron cobijo y educación, fueron los encargados en enrumbarme en el camino del Sr., con el tiempo ingresé al seminario mayor convirtiéndome en el Padre Luis
- ¿Acaso eres sacerdote?
- Sí, y ahora usted es mi confesor, Padre
- Como sabes, la confesión es un santo sacramento que no se le puede negar a nadie
- Por eso estoy aquí...
El Padre Rubén ahora se puso más atento ya que estaba confesando a otro sacerdote, y eso no era muy común en aquel pequeño pueblo olvidado por Dios.
- Pero dime padre Luis, ¿que has hecho que te pesa tanto en la conciencia?
- Como le dije, mi padre es un alcohólico y eso no ha cambiado, por esa razón les dije a las autoridades eclesiásticas que me enviaran lo más lejos posible y evitar algún contacto con mi pasado cruel, fue que me asignaron una parroquia muy pobre al norte del país, en realidad tenía una vida normal, aunque el pueblecillo carecía de todo al menos era rica en fe.
- Padre Luis, el irse lejos no evita que te enfrentes al destino,¿no te parece?
- Es una gran verdad, porque a los pocos meses el Sr. Obispo me asignó que me hiciera cargo de un albergue para indigentes y ancianos de la calle, en verdad lo hice con cariño y resignación, siempre tuve la vocación para el servicio y la misericordia, partí nuevamente hacia la ciudad asignado como El Prior del albergue a cumplir lo que se me había asignado, ayudar a los ancianitos a vivir sus últimos días con dignidad, o a tratar de ayudarles a bien morir.
- Fue una buena acción de tu parte Padre.
- Eso creí yo, pero me equivoqué
- ¿A que te refieres?
- Pues que me encontré a mi padre en el albergue
- Santo Dios, ¿y que hiciste hijo?
Luis titubeó por unos minutos, como tratando de evitar seguir hablando
- Te hice una pregunta, ¿que pasó?
- ... Traté de darme modos para evitar todo contacto con él, lógicamente les decía a las mojas que le den algún trato preferencial, ya que me inspiraba misericordia, pero muy en el fondo de mi corazón le tenía un rencor enconado, El Sr. sabe como rogaba que lo lleve a su santa presencia, o sino que lo lleve al fondo de los infiernos
- Es una pena escuchar lo que dices, no te olvides que es tu padre
- Sí, pero tampoco se olvide que él fue el causante de la muerte de mi madre, y que por su culpa mi vida fue un verdadero calvario
- Creo desde el fondo de mi corazón que te has equivocado de vocación, no te olvidas que el perdón es una gracia de Dios.
- Es fácil decirlo Padre, usted no ha vivido lo que yo
- Puede ser, pero si buscaste a Dios como camino, es válido, pero si lo hiciste como una forma de olvidar, te has equivocado rotundamente
El tono de voz del Padre Rubén cambió repentinamente, como tratando de reprochar el accionar del otro sacerdote, pero a Luis muy poco le importó lo que le decía, y casi sin importarle lo que el otro pensara continuó
- Todos los días rezaba pidiéndole a Dios que se lo lleve, pero para mi mala suerte seguía vivo a pesar de su paupérrimo estado de salud, a ratos pensaba que era una especie de castigo divino que continuara con vida y que debía sufrir lo suficiente hasta expiar todas sus culpas.
- Has leído alguna vez aquel salmo que dice el Señor “ la venganza es sólo mía”, se refiere sin duda que él es el único que pondrá justicia
- Lo sé, pero lamentablemente mi alma quedó envenenada, y aunque me cueste admitirlo, vivo con las sombras del pasado
- Es una lástima, de mi parte no estoy para juzgarte y mi deber moral es perdonarte por lo que me has dicho...
- Un momento padre, espere, que todavía no le he dicho la peor parte, espere
- Hijo, no creo que tengas más que decirme, me doy cuenta que te es duro perdonar...
Pero Luis un tanto excitado y con la voz temblorosa prosiguió
- Ayer en la mañana estaba dando la santa eucaristía como todos los días, se celebraba el día de nuestro santo patrono San Francisco de Asis, le iglesia estaba llena a reventar, incluso el Sr. Obispo estaba presente, la misa transcurría con todo normalidad, después de la tercera lectura procedí a dar mi perorata
Luis comenzó a sollozar, cada palabra que decía le costaba pronunciarla
- Valor hijo, te escucho, ten valor
- Vera Padre... créame que no quise hacerlo... no quise
Por un momento ninguno de los dos dijo nada, hasta que nuevamente Luis tomó la iniciativa, pero esta vez su voz era casi un sollozo
- El medio de mi sermón alguien entró gritando, su paso era impreciso y vacilante, la gente presente lejos de alarmarse lo dejó avanzar, por el pasillo central de las bancas se acercaba, me quedé lívido al ver que se trataba de mi padre que como siempre estaba ebrio, le juro que no sabía que hacer, me quede inmóvil esperando que la santísima providencia lo hiciera desaparecer, pero caminaba hacia mí – el curita... el curita- me empezó a gritar, comenzó a reírse de mí, como tratando de ridiculizarme- el curita...- me volvió a gritar
- Te compadezco hijo, es una lástima
- Llegó hasta el altar, créame Padre, nadie hacía nada, sólo sé que se paró frente a mí – vean al hijo ejemplar que tengo, vean, este pobre hombre es un afeminado que me dejó a mi suerte- no paraba de insultarme y de humillarme frente a todos, fue una verdadera vergüenza... traté de no perder al calma, eso lo sabe Dios, en mi interior rogaba que se marchara, pero seguía allí
Ahora el Padre Rubén le exigía que siga con la confesión, Luis estaba fuera de sí, y no paraba de llorar
- Si Padre, me seguía gritando, hasta que de la manera más vil se refirió a mi madre, diciéndome que era una ramera y que yo no era su hijo... fue lamentable y doloroso escuchar eso...
Sencillamente Luis ya no quería seguir hablando y hasta calmarse se calló
- Hijo, en verdad has sido un mártir, es muy terrible lo que me has dicho, a lo mejor me es muy fácil decirte que perdones, pero entenderé que es muy duro lo que has pasado, creo que será mejor que oremos juntos para que el todopoderoso logre darte la fuerza que necesitas...
- ... Lo mate Padre... lo mate
El cura salió del confesionario con su rostro totalmente descompuesto, abrió la cortina del cubículo en donde se hallaba el otro cura, al espiar vio a un hombre todavía tembloroso, con sus rodillas cubría su rostro, sus manos y brazos tapaban el resto de su cuerpo, acercó su mano generosa como tratando de darle tranquilidad y trasmitirle algo de paz.
- Levántate hijo, debemos orar juntos para que Dios te sepa perdonar, y luego tendremos que ir juntos hasta la estación de la policía, seguramente te andarán buscando
- Padre, no tengo temor el ir a pagar mi crimen, mi verdadero temor es que si tuviera la oportunidad de volverlo hacer, lo haría.
El Padre Rubén lo acogió entre sus brazos, y sin más palabras se dirigieron hasta el altar, se arrodillaron, y con suma humildad empezaron a rezar el salmo 23, al fondo de la iglesia estaban dos policías que pacientes esperaban que acabasen de rezar, en la calle un patrullero no dejaba de iluminar con sus luces rojas la triste noche.

Henry Bax.

copyrigth c. 2004
Quito - Ecuador
Datos del Cuento
  • Categoría: Urbanos
  • Media: 5.64
  • Votos: 80
  • Envios: 3
  • Lecturas: 9609
  • Valoración:
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
sandra
invitado-sandra 03-08-2006 00:00:00

deberian dejar copiar los cuentos, pues hay gente que necesita hacer trabajos sobre estos y necesita copiarlos o dramatizarlos

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