Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Cuento
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Cuento
Categoría: Misterios

La Difunta.

Era una casita pequeña. Muy pobre y en muy malas condiciones. Aquella casa pedía a gritos qué le hicieran unas reparaciones, quería verse bonita. Pero era imposible, en aquella casa vivía una pobre viejita sola. No tenia esposo, no tenia hijos, no tenia familia. Cerca de su casa vivía una vecina muy buena de nombre Lupe. Ella ayudaba mucho a su amiga la viejita, de nombre Ana. Le traía comida, le ayudaba a lavar su poca ropa y le ayudaba en la limpieza de aquella casa chiquita. Aquella vecina tenía un corazón de oro. Doña Ana se sentía muy feliz, Dios le había mandado a doña Lupe para qué la cuidara y le hiciera compañia. Pero un día la pobre viejita se cayó por las escaleras, cuando iba a la farmacia a buscar sus medicinas. Doña Ana se murió. Cuando su vecina Lupe fue a llevarle su cena, pasó un tremendo susto. Allí tirada estaba doña Ana, muerta. Del susto a doña Lupe se le cayó el plato de comida de las manos, ese día ella lloró mucho. Ya no volvería a ver a doña Ana, ya no necesitaba qué la cuidaran. Ya no podría traerle cosas de comer.

Doña Ana llegó al cielo, allí la esperaba San Pedro con un coro de ángeles. San Pedro la recibió con mucha alegría. "Bienvenida al cielo mi querida amiga difunta." Doña Ana lo miró muy asombrada, pórque aquél hombre grande, barbudo y con cara de niño, le decia difunta. " No sé quién es usted, no sé qué hago aquí, yo a usted no lo conozco, no soy su amiga. Además no me llamo difunta, me llamo doña Ana." San Pedro le dijo qué ella estaba muerta y qué estaba en el cielo pórque había sido una mujer muy buena. Le dijo qué él era San Pedro y aquél grupo qué estaba con él eran los ángeles, los qué cuidaban a toda la gente del mundo. " En la tierra tu nombre era doña Ana, pero aquí en el cielo tu nombre cambia, ahora eres una difunta, porque ya estás muerta. Estos ángeles son tu familia, los qué te cuidaron mucho mientras estuviste en la tierra." Doña Ana contestó: "Pues no me cuidaron muy bien, ya no estoy en la tierra, me acabo de morir. Viví muchos años sola, nunca tuve familia. Me casé una vez, pero nunca tuve hijos. Mi esposo se murió y me quedé sola en la vida, desde entonces me ha acompañado la soledad." "No te puedes quejar mi amiga difunta, nunca estuviste completamente sola. Mi señor te envió a tu vecina, una gran mujer para qué te cuidara. El ángel de tu esposo siempre estuvo a tu lado velando por ti. Viviste muchos años y nunca nada malo te pasó." Doña Ana se dio cuenta qué aquél hombre barbudo decia la verdad. Vivió sola pero nunca nada malo le pasó, siempre tenía qué comer y aunqué su casita era pobre nunca durmió en la calle. "Si, es cierto- dijo la difunta- no me puedo quejar de la vida. Pero ese día qué me morí nadie me estaba cuidando, me acuerdo muy bien cuando me caí de la escalera, pero no sabía qué estaba muerta."

'Te necesitámos aquí, hay muchos problemas en la tierra, los ángeles están llenos de trabajo, necesitamos más ayuda para poder cuidar mejor a los qué viven en el mundo. Para evitar tantas desgracias, tantas lágrimas. Hacen falta ángeles aquí en el cielo, y cómo tú has sido una buena mujer, además viviste muchos años en la tierra, pensamos en ti, por eso te mandamos a buscar. Ahora serás un ángel más, tu trabajo será cuidar a alguién qué te necesite en la tierra." Doña Ana se sintió más tranquila y por curiosidad le preguntó a aquél hombre llamado San Pedro: "Parece qué aquí voy a tener muchos amigos, me siento más calmada. Me siento muy bien qué desde aquí yo pueda cuidar a alguién. Pero tengo una curiosidad, ¿quién fue el ángel qué me cuidó mientras viví tantos años en la tierra?" San Pedro se acercó a un ángel lleno de una hermosa luz, su cara era muy bonita y muy dulce, de sus ojos brotaban lágrimas de cristal. "Ese ángel- dijo San Pedro- fue el qué te cuido en aquellos años de soledad, nunca te abandonó, nunca de ti se olvidó." Doña Ana quedó sorprendida, por un momento sé quedó muda, ella también lloró lágrimas de cristal. Aquél ángel había sido su querido esposo cuando vivía en el mundo. Él la saludo con su alas, ella sintió algo muy bonito en su alma. Siempre soñó volverlo a ver, ahora era un ángel y su hermosura era muy pura. Por primera vez en muchos años se sintió muy alegre y feliz. Los años de soledad se esfumaron. Ahora era otra persona, con una nueva vida, llena de luz.

San Pedro se acercó con los ángeles a un rincón del cielo, tomó a la difunta por la mano y le dijo, "quiero qué mires hacia la tierra. Quiero qué veas algo qué está pasando hallá abajo, después dime qué puedes tú hacer para resolver ese problema." Todos miraron para abajo, la difunta estaba sorprendida. Frente a la qué era su casa pasaba una niña muy pobre, acompañada de su madre, una joven muy sufrida y sin hogar. Al ver la casa vieja, la madre comentó, "Qué casa bonita, aunqué esté maltratada, siento cómo qué brota de ella una tranquilidad.¡Cómo me gustaria vivir ahí! Es mejor qué vivir en la calle." La niña qué lloraba de frío, le dijo a su mamá, "¿porque no tocamos la puerta mamá? Quisás nos dejen pasar, tengo mucho frío y mucha hambre." "No sé hija, no sé, temo qué nos rechacen, cómo nos hacen en todas partes." "Vamos mamá- insistió la niña- quisás ahí viva alguién bueno, qué nos pueda dar de comer, quiero calentarme mamá, tengo mucho frío." La joven madre sintió dolor por su hija, sé acercó a la puerta, tocó suavemente, nadie respondió. Volvió a tocar la puerta, por su debilidad no tenia casi fuerzas. De momento la puerta se abrió. La niña corrió hacia adentro, sin miedo, sin preguntar, solo quería calentarse. La joven madre llamó, preguntaba si había alguién, nadie contestó. "Nadie vive aquí mamá- dijo la niña- nos podemos quedar. Vamos a la cocina, a lo mejor aquí hay algo para comer." 'No hija, - comentó la madre- está no es nuestra casa. Aquí tiene qué vivir alguién, todo está en orden. Quisás los dueños de está casa salieron por un rato y olvidaron cerrar la puerta. Vamonos de aquí antes qué los dueños vengan. Nos llamarán la policia, pensarán qué somos ladronas." La pobre niña comenzó a llorar con más fuerza, mientras decia, "Mamá, tengo mucho frío, estoy cansada y con hambre. Vamos a quedarnos un rato. Descansaremos, buscaremos algo de comer y después nos iremos. ¡Por favor mamá!"

Todos en el cielo estaban triste, los ángeles lloraban, la difunta sentia un dolor en su alma. San Pedro le dijo a la difunta, " Dime mi amiga, ¿qué puedes hacer por esa madre y esa niñita?" Doña Ana respondió, "Si me lo permite, puedo hacer mucho. Ya no necesito la casa. No tengo familia en la tierra. Esa familia necesita ayuda. Yo quiero ayudarlas, yo quiero ser su ángel de la guarda hasta qué usted quiera." " Hasta qué mi señor quiera- contestó San Pedro- te voy a dar un corto permiso. Vuelve a la tierra, dale tu casa a esa familia, ayúdalas. Me parece muy bien qué quieras ser su ángel. Has pasado la prueba, serás en el cielo otro ángel. Vete para que comiences tu trabajo, pero regresa pronto, tu lugar ya está aquí. De ahora en adelante serás el ángel Ana." Doña Ana miró al qué un día fue su esposo en la tierra, él le sonrió, sus dientes eran como diamantes, moviendo sus alas le hizo entender qué estaba de acuerdo en lo qué ella iba a hacer. Doña Ana regresó a la tierra. Entró en la casa, allí en el piso la niña dormia, cobijada con una colcha qué había encontrado en el cuarto. Su madre y ella habían comido algo qué encontraron en la nevera. Cuando la joven madre vió a la anciana qué la miraba fijamente, se asustó muchisimo. "Señora por favor- dijo casi llorando- no llame a la policia, no somos ladronas, la puerta estaba abierta. Mi niña tenía mucha hambre y mucho frío. Entramos a calentarnos pero ya nos vamos. Perdoneme señora, no nos haga daño, jamás la volveremos a molestar."

Doña Ana se acercó a ellas, acaricio el cabello de la niña, ella despertó asustada, sé abrazó a su mamá y temblando dijo, "¡Por favor señora, no le haga daño a mi mamá, no me la quite. Fue mi culpa, yo quise entrar, vimos la casa sola. No llame a la policia, ahora mismo nos vamos. Ya no tengo hambre, ya no tengo frío!!" Doña Ana le respondió- "No vine a hacerle daño, vine a ayudarlas. Está fue mi casa por muchos años. Pero ya me mudé para un sitio muy lejano. No pienso regresar, se pueden quedar aquí, está casa es ahora de ustedes. Mi nombre es Ana y quiero ser su amiga. Todo lo qué aquí hay les pertenece. Ya yo no lo necesito. Ya no tendrán más hambre, ya no tendrán más frío. Yo siempre estaré cuidandolas, aunque ustedes no me vean. No se vayan. Nadie las sacara de aquí y para qué la casa se vea más bonita mandelan a arreglar. En la cocina, dentro de una gaveta, encontrarán lo qué necesitan. Para qué puedan poner muy bonita está casa qué una vez compartí con mi querido esposo. Viví sola en ella por mucho tiempo, nunca tuve la fuerza y el deseo de ponerla bonita, ¿para qué? No tenía a mi esposo a mi lado, o por lo menos así lo creía. Él nunca me abandonó y yo nunca las voy a abandonar a ustedes. Me tengo que ir, me espera un viaje muy largo, pero volveré algún día. Dios las bendiga. Qué disfruten su nueva casa." La ancianita lentamente abrió la puerta y se fue. Madre e hija se miraron sorprendidas. Corrieron a la puerta para ver una vez más a la ancianita...... pero no la vieron por ninguna parte. La niña dijo, " Se fue mamá y nos dejo la casa con todo. ¿Estaremos soñando mamá?" "No sé hija, pero todo fue real. No me parece un sueño. Vamos a la cocina, allí dijo ella qué encontraríamos algo para poner la casa bonita." Fueron a la cocina y abrieron todas las gavetas, en la tercera gaveta había una bolsa, la sacaron, la abrieron. Aquella bolsa estaba llena de mucho dinero. Lloraron de la emoción, de alegría, no fue un sueño, era una gran realidad. Por primera vez en mucho tiempo, madre e hija durmieron muy felices y tranquilas. Muy contentas le dieron gracias a Dios.

Al otro día Lupe la vecina tocó la puerta. La niña le abrió. Lupe le dijo a la niña, "Vine por curiosidad, anoche sentí ruidos aquí y vi la luz encendida. ¿Cómo llegaron aquí, quienes son ustedes?" La joven madre le dijo, " Está es nuestra casa, estamos aquí de casualidad. La dueña de la casa vino anoche y nos sorprendio aquí, teniamos frío y no teniamos donde ir. La anciana nos dijo qué su nombre es Ana. Es una señora bien simpatica. Nos dijo qué se mudaba muy lejos y nos regaló la casa. ¿La conoce usted? Es una señora muy buena y prometio cuidarnos siempre." Lupe sintió un escalofrío por todo su cuerpo. Se puso muy nerviosa y antes de abandonar aquella casa, replicó: "Fue mi mejor amiga, la quise mucho. Yo la cuidaba, la cuide hasta lo último, era viuda y no tenia familia. Se ha ido muy lejos, la voy a extrañar mucho. Adiós y disfruten su casa."

Hallá en el cielo ha llegado un nuevo ángel. Su misión desde el cielo, cuidar y velar por aquellas dos criaturas. Los demás ángeles estaban felices de qué doña Ana estuviera ahí. Ya no estaba sola, tenia mucha compañia, especialmente aquél bello ángel qué en la tierra había sido el amor de su vida. Ahora tenia mucho trabajo, como todos los ángeles que cuidan al mundo. Doña Ana se sentia muy feliz. En un sueño se le presentó a Lupe y le dio las gracias por ser tan buena amiga y cuidarla cuando tenia vida. Ahora le tocaba a ella cuidar también de doña Lupe, cómo le pasó a ella, ahora doña Lupe se había quedado sola en la vida.
Datos del Cuento
  • Categoría: Misterios
  • Media: 5.67
  • Votos: 161
  • Envios: 4
  • Lecturas: 4538
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 18.218.153.50

0 comentarios. Página 1 de 0
Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Cuentos: 21.638
»Autores Activos: 155
»Total Comentarios: 11.741
»Total Votos: 908.509
»Total Envios 41.629
»Total Lecturas 55.582.033