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La Glorieta de Insurgentes

Hoy es sábado, día de Creación Literaria. He planeado asistir a eso de las 13 horas al Foro José Martí a la Segunda Sesión de la Muestra de Blues, al llegar me encuentro que la Alameda está siendo motivo de su enésimo reacondicionamiento por lo que la calle de Dr. Mora está reducida a un carril vehicular lo que motiva que la Muestra se traslade a la Glorieta de Insurgentes.
Nada más propicio. Me traslado inmediatamente a la Glorieta haciendo uso del Metro que además es sin costo para mí ya que pertenezco a las Fuerzas Básicas del INAPAM, claro que tengo que soportar a los vendedores de los llamados “Vagoneros” los que por cierto tienen desarrollada una logistíca incre+ible ya que nunca se empatan dos de ellos en el mismo vagón y además nunca te ofrecerán lo mismo durante un viaje por largo que sea.
Llego rallando la una de la tarde. Gente caminando, sentada, tomando un café, en el Internet, unos entran al Metro otros salen, abajo en gusano naranja, arriba el gusanito rojo.
Al momento que llego empieza a ejecutar su tanda un grupo conocido como Callejón Azul. Muy buenas rolas. La voz de la vocalista, excelente con una tesitura de Mezzosoprano. La geometría bajo en nivel de rodamiento de la Glorieta genera una magnifica reverberación que enmarca y magnifica tanto las notas musicales como las vocales.
El sol a plomo, quema. Olvidé mi gorra además que no acostumbro usar bloqueador solar. Solecito de invierno que no calienta pero como quema. Recuerdo lo que dice mi mamá: “Febrero loco, marzo otro poco”.
Los asistentes bajo un tenderete que montaron en el extremo oriente de la Glorieta y que oculta por completo el busto del “Licenciado y General Alfonso Corona del Rosal”, “Coronita” para los contemporáneos de esos años.
En poco tiempo la sombra no es suficiente para reguardar al público que poco a poco va creciendo en número.
Público de todo tipo, tal y como es costumbre encontrar los sábados, aunque prevalece el que se puede ubicar dentro de la llamada clase media, entre los diez y ocheros y los sesenta y muchos. Raro pero estos últimos son los más prendidos con la música que aunque indudablemente nació y tuvo su auge antes que nacieran, muchos de ellos la concatenan con música de los 60’as.
Los seudo-conocedores lanzan gritos pidiendo “Rock”. Seguramente no leyeron los promocionales.
Dos que tres se lanzan a disque bailar. Ciertamente el blues puede bailarse como un tipo de swing, sin patrones fijos de movimiento y centrándose en la sensualidad, el contacto corporal y la improvisación. La mayoría de los movimientos de baile del blues están inspirados en la música blues tradicional. A pesar de que el baile de blues suele realizarse con temas blues, éste puede realizarse con cualquier música que tenga un ritmo lento de cuatro por cuatro pero, lo que hacen estas personas, nada que ver.
Desde mi punto de vista el Blues es más una forma de cantar y ejecutar los instrumentos que bailar. El Blues es una expresión de lamento, de tristeza, más propicia para escuchar. Precursor del Jazz, del Swing e inclusive del mismo Rock.
Los acordes marcados por el Bajo que marcan el compás de la Batería dan pauta a las notas arrancadas a la Guitarra. El toque de melancolía lo da la Armónica. Todo eso enmarca la hermosa voz de la vocalista.
A pesar de ser el grupo que abre a la segunda rola ya tiene prendido a los asistentes y a cada momento estos crecen en número.
El programa indica una posible duración de cuatro horas y considerando que no tengo silla para sentarme, me animo a vagabundear por todo el nivel peatonal de la Glorieta.
Una Estética de las llamadas Unisex me remonta a mi niñez cuando la Peluquerías eran para varones y los Salones de Belleza eran para damas, también noto que han instalado bastantes Centros de Internet, uno que otro Restaurante, unas Farmacias, un Domino´s Pizza, varias Tiendas de Abarrotes.
Aromas que se mezclan y que apenas permiten diferenciarlos a no ser las lociones y los perfumes de los, aparentemente asistentes sabatinos que han hecho de la Glorieta su centro de reunión. De los otros olores prevalece el aroma de café.
Al igual se mezclan las personas que se pueden clasificar en; los que están atentos a la Muestra de Blues, los que ingresan o abandonan la Estación del Metro, los que pasan de y hacía la Zona Rosa, los vagabundos que han hecho de la Glorieta su Propio domicilio social, los que esperan nada (sólo están matando el tiempo o les vale madres lo que pasa o no pasa), unos cuantos los que su preocupación sólo estriba en asistir al Centro Cultural.
Otros personajes obligados son los policías metidos en su patrulla, ¡Uf! con este calorcito, que vigilan discretamente, tan discreto como se lo permiten las luces roja y azul de la torreta de su patrulla.
Algo raro es la casi ausencia de vendedores ambulantes.
Abandono la muestra y me dirijo a mí taller. La temperatura baja considerablemente un poco antes que inicien nuestras actividades de Creación Literaria con Álvaro.
El sonido aunque alto no llega a ser estridente y apenas interfiere con nuestras actividades, al menos a mi me sirve como música de fondo, tal vez porque es de mi gusto.
Salgo de mi taller y vuelvo a deambular por la Glorieta. Llama mi atención una persona de unos sesenta y muchos, vestido informal aunque elegante, guayabera café, pantalón beige, zapatos mocasines de piel de caguama y sombrero de paja estilo jarocho y lentes de esos que se oscurecen con la luz solar. Lo acompañan dos jovencitos adolescentes, seguramente sus nietos. Caminan pausadamente, Él señalando hacía varios puntos en específico e indicándoles algo que a la distancia no logro escuchar. Me acerco y anoto mentalmente algunos detalles. Cada uno de ellos saborea una nieve de limón, seguramente de “La Michoacana” ya que así lo muestran los vasos de unicell.
No son ajenos a la música sin embargo, no se detienen y continúan con su pausado paseo.
Alcanzo a escuchar que la persona mayor, lo identificaré como “El Abuelo”, con el debido respeto, se dirige a los jóvenes;

“Corría el año de 1957, de ese año tengo algunos recuerdos gratos y otros no tanto. Ese año ocurrió uno de los sismos que han azotado a la Ciudad de México, aunque no tan grande como el del 85 que ese lo vivieron su padre y sus tías. Yo los llevaba a sus Colegios que por estar ubicado al norte de la ciudad, la ruta era el Paseo de la Reforma. Casualmente a nuestro paso por esta avenida a un lado de la tercera sección del Conjunto Habitacional Nonoalco-Tlatelolco vimos la polvareda que levantó el derrumbe del Nuevo León. Los dos jóvenes muy atentos no ocultaban su asombro a la vez que su atención al relato.
Bueno pues volviendo al sismo del 57, fue cuando se cayó el Ángel, eso fue en la madrugada. Pues sucede que la tarde del 27, falleció mi abuelito el único que conocí”

Paréntesis 1: Aquí el Abuelo sacó un pañuelo blanco y limpió sus lentes a la vez que lo pasaba por sus ojos, pretextando la cantidad de polvo. Creo que discretamente limpió una lágrima que en ese momento le produjo aquel recuerdo. Continuó.

“Del lado grato recuerdo que en ese año fue cuando ingresé a la Escuela Prevocacional No. 3 allá por los rumbos del Deportivo Plan Sexenal más concretamente en la calle de Mar Mediterráneo 227 y que nació a la par que el mismo Instituto Politécnico Nacional en 1935 que en principio se denominó; “Escuela de Pre-Aprendizaje Nº 3”, tenía 4 grandes cuadriláteros con salones y talleres alrededor. Todos los salones estaban en la parte alta y solamente el de “Modelado” se encontraba en el entresuelo. En la parte trasera, que colindaba con la Calzada México-Tacuba estaban los talleres; Herrería, Hojalatería, Carpintería, Electricidad y Dibujo así como las canchas de basquetbol y volibol.
En ese entonces la disciplina era bastante estricta al grado de que teníamos controladas las horas tanto de entrada como de salida. No era raro que llamaran a algún padre de los alumnos a fin de enterarlo de la situación académica o referente al comportamiento de determinado alumno.
Extrañamente los cuadriláteros estaban separados por lo que conocíamos como “El Auditorio” y lo curioso es que tenía todo el aspecto de una capilla ya que inclusive la decoración así lo mostraba ya que la bóveda estaba decorada con pinturas del tipo meramente religioso.
Bueno el caso es que a la ausencia de algún profesor éramos trasladados al mencionado auditorio y un profesor se encargaba de sobrellevar la hora que no ocuparíamos en asistir a la materia programada. Sin embargo, no se trataba de ningún castigo ni mucho menos ya que pasábamos por lo regular una hora muy amena ya fuera viendo alguna película, pasando a cantar, declamar o inclusive a tocar el piano, bueno los que sabían que recuerdo que de mi grupo eran nones y no llegan a dos. En otras ocasiones solicitábamos a nuestro “Cuidador” nos explicase alguno de los temas que nos inquietaban en el umbral de la adolescencia y que por lo general era acerca de sexo, tema que siempre fue explicado adecuadamente con seriedad y conocimiento.
En una de esas pláticas alguien solicitó una explicación acerca de los satélites artificiales y en otra uno de mis condiscípulos comentó haber escuchado acerca de un Proyecto de Transporte de Pasajeros Subterráneo. Fue cuando me enteré de que ya existía en varias partes del mundo y que aparentemente se les denominaba Transporte Metropolitano o Metropolitano o simplemente Metro. El profesor prometió llevar más información para nuestra próxima reunión.
Cabe aclarar que esa reunión nunca tuvo lugar ya que pocas semanas después, estalló la Huelga del Poli. El tema quedó en el olvido.

Paréntesis 2: En ese momento se escucharon los conocidos truenos que preceden a los relámpagos, uno, dos. . .veinte, el cielo empezó a caerse, cayeron enormes gotas de lluvia, después enormes granizos. Después me enteré que cayó la carpa que resguardaba al púbico encima de este y de musicantes e instrumentos y es que la granizada no fue para menos. Aquel señor y sus nietos se refugiaron en un restaurante donde solicitaron sendas tazas con café. Discretamente los seguí y a la vez ordené un café que por el mero aroma deduje que es de grano y que estaba recién elaborado. Así resguardados prosiguió con su relato.

En lo personal me incliné por la carrera de ingeniería donde se trataban las estructuras de todo tipo; de acero, de concreto, de aluminio, de madera, de mampostería, de tierra, de rocas, etc. Cuando me gradué y empecé a colaborar en una firma de diseño me enteré que efectivamente los estudios para desarrollar la construcción de un sistema colectivo de pasajeros subterráneamente se habían iniciado en el año de 1956, un año antes a que me enterara de ese proyecto.
Fue en 1967 cuando se inició la construcción de la primera línea, para ser exacto fue la 19 de junio y fue en la esquina de Bucareli y Avenida Chapultepec, enfrentito de la cantina “La Rambla” de tan gratos recuerdos más que nada por sus ricas botanas.
En ese tiempo la noticia impactó en el general de la población aunque los que tuvimos la oportunidad de colaborar primero en su diseño y calculo y después en su construcción nos dimos cuenta que en el Valle de México a partir de que la sabia naturaleza nos dotó con un subsuelo muy cercano a la peor calidad, es decir, de baja capacidad de carga, errático, variable (pero muy variable), pero sobre todo localizado en una zona de alta sismicidad, la ingeniería se vio en la necesidad de estudiar y analizar el comportamiento ante las condiciones que podrían sucederse durante y después de la construcción y por supuesto durante la operación.
La geometría del tendido de las vías así como la de sus colindantes como lo son los túneles de acompañamiento se vieron afectadas por dos condiciones; una las condiciones propias del sub-suelo y dos por el hallazgo de algún rastro histórico que aflorara durante alguna excavación. A la aparición de un simple pedazo de tepalcate los de Antropología cerraban la excavación, se apropiaban de ella y nos hacían salir y cambiar de trazo.
La primera llevó a que el resultado final del trazo del complejo vial en lo que es “La Glorieta de Insurgentes” diera como resultado una total asimetría. Desde luego que las variaciones en los inicios de curva o los inicios de tangente en los túneles al norte y al sur son imperceptibles para el conductor que requiera transitar por cualquiera de ellos a cualquier velocidad, a cualquier hora y en cualquier condición climatológica.
El crédito, el equipo y el “Cómo” fueron de origen francés pero las soluciones técnicas a los problemas de construcción se engendraron en las oficinas del Grupo ICA donde se laboraban dos turnos de doce horas de modo que los problemas que surgían entre las seis de la tarde y las seis de la mañana se exponían en la junta de las seis de la mañana y deberían tener solución para la junta de las seis de la tarde hora en la que con la mano derecha se entregaban las soluciones a los problemas enterados doce horas antes y con la mano izquierda se recibían los problemas que se generaban durante las doce horas anteriores. Así fue durante todo el tiempo que duró la construcción, no solamente de la Línea 1 sino de todas las subsecuentes.
La construcción de la Glorieta de Insurgentes requirió del concurso de unos 700 especialistas en diversas profesiones, yo fui uno de ellos. Y parte de los 12 mil obreros, mismos que encontraron infinidad de obstáculos en la medida que se excavaba metro a metro (de los de a cien centímetros) estuvieron en esta Estación y en particular La Glorieta.
En lo personal, la solución a la estructura del túnel norte fue el tema de tesis con la que presenté mi examen profesional aunque debo reconocer que para llegar a tal logro fue menester de la ayuda y dirección del que era mi Supervisor en esa época.
Para mi, la Glorieta de Insurgentes son noches de desvelo para diseñar y supervisar a la vez los planos que sirvieron para su construcción y posteriormente; botas enlodadas, resbalones en las excavaciones, rociadas de concreto, afortunadamente solo fueron incidentes.
Con los años cambié de trabajo ya que fui llamado para auxiliar en la solución a un sistema de ventilación que mitigara el calor generado por; los convoys, los usuarios, los equipos eléctricos incluyendo el alumbrado y fue cuando en particular estuve en la supervisión del montaje unos ventiladores del tipo axial que se armaron en espacios con bastante grado de dificultad para meter dichos equipos.
Para la estación de la Glorieta de Insurgentes se requirió del auxilio de varias patrullas de tránsito a fin de desviar el tráfico por los túneles que ya estaban en funciones esto para los que abaten el nivel de monóxido de los túneles vehiculares, otros son dos para abatir el calor dentro de la Estación Insurgentes. Estos últimos deberían ser colocados en el transcurso de las horas en que el servicio se interrumpía a fin de cumplir con labores de mantenimiento principalmente de la vías para lo cual en el transcurso del día se llevaban a los talleres de San Lázaro los ventiladores totalmente armados, probados y aceptados por la dependencia correspondiente. Abordaba acompañando a una cuadrilla de diez obreros y otro ingeniero el último convoy con dirección a San Lázaro, transbordábamos a la plataforma donde estaba el equipo a instalar.
El trayecto que normalmente ocupaba treinta minutos lo recorríamos en tres horas. Este viaje lo iniciábamos a eso de la media noche al aviso del encargado de cortar la energía eléctrica de las vías principal alimentación para el funcionamiento del sistema.
La maniobra de descarga debería estar realizada antes de las seis de la mañana, hora en que se reanudaba el servicio a pasajeros.
Ya dentro de los compartimentos provistos para tal fin terminábamos la nivelación e instalación del ventilador.
Les repito que solamente para la Estación de la Glorieta de Insurgentes la maniobra se realizó desde los túneles para vehículos y dentro del túnel del Metro aunque el tiempo fue más corto ya que a pesar de que el parque vehicular era considerablemente menor al actual, el embotellamiento que se hubiera suscitado por restringir el paso de automóviles hubiera causado muchos dolores de cabeza tanto a la Dirección de Tránsito como a la empresa que yo representaba.
Veo la Glorieta como una serie de problemas que afrontamos y solucionamos y aun recuerdo las máquinas retroexcavadoras, la habilitación del acero de refuerzo y de las cimbras, el premezclado del concreto, el vaciado de concreto en los muros de acompañamiento, la llegada de elementos prefabricados así como su montaje y por último el embellecimiento de toda la obra, lo que se ve.
Yo recuerdo más gratamente lo que no se ve pero que llevo muy adentro.
Ni siquiera fuimos invitados a la inauguración pero dentro de mí tengo la firme convicción de que yo no diseñé, no calculé, no construí la Glorieta de Insurgentes.
¡Yo diseñé, calculé, yo construí, el Metro!
El cielo había dejado caer todo lo que traía, el abuelo con sus nietos salieron y se perdieron por el túnel que sale a la calle de Génova y yo regresé a mi Taller.

Marzo 10 de 2012
Datos del Cuento
  • Categoría: Hechos Reales
  • Media: 4.33
  • Votos: 27
  • Envios: 0
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