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La falla se produjo en una de las maniobras de redireccionamiento. Tres de los cuatro impulsores nucleares fallaron haciendo que la nave se desviara sensiblemente del curso trazado. Eso no hubiera supuesto ningún problema, había energía suficiente para corregir el rumbo. La verdadera calamidad fue que luego de dar la máxima aceleración los tres impulsores salieron de servicio… y no volvieron a encender. Por más que la tripulación de la “Transpar”, la mayor nave de exploración espacial jamás construida por el hombre, se desvivió tratando de buscar soluciones estas no aparecieron… y no era para menos. El fallo produjo un verdadero cataclismo eléctrico que literalmente aniquiló los sistemas inteligentes electrónicos y fotónicos dejando a la nave a la deriva. Pero esto, inclusive, tampoco hubiera constituido un problema insoluble. En una semana la nave sería alcanzada por una flotilla liviana de rescate y toda la tripulación hubiera regresado a casa sin novedad, salvo claro la multimillonaria pérdida material. Pero el caso es que no había una semana de tiempo. La fatalidad quiso que el impulsor restante generara azarosamente un curso en línea recta al Sol antes que el plantel técnico de la nave pudiera apagarlo. Cuando quisieron volverlo a encender para desviar la trayectoria este tampoco respondió y la nave siguió su trayecto mortal. Teniendo en cuenta el movimiento de aceleración constante calculaban que en menos de veinte horas se evaporaría en el espacio debido a la cercanía con la estrella pero llegar a ese punto no sería nada sencillo. Una a una las corazas protectoras de la nave se irían fundiendo elevando brutalmente la temperatura interna y sometiendo a los cien tripulantes a un agonía lenta y dolorosa, posterior a la inevitable radiación que literalmente les borraría la piel del cuerpo. Desde tierra vieron como la señal de la Transpar se perdía y, llenos de tristeza y depresión, cerraron los sistemas y se prepararon para informar al mundo de la penosa noticia. Solo les quedaba la grabación de la transmisión del capitán de la nave, que traslucían largas horas de dramatismo y desesperación. Una vez que el mundo fue informado y las cosas se calmaron el plantel técnico de tierra se abocó a las pericias pertinentes, conducentes a echar luz sobre el fallo producido. Se siguieron secuencial y ordenadamente todas las normas protocolares sin saltar el más mínimo paso hasta que llegó el momento por todos indeseado, el de analizar la grabación del capitán de la nave. Para la gran mayoría constituía revivir un momento penoso y de dolor aunque algunos, con la cabeza bastante más fría, esperaban encontrar respuestas en dicha grabación que los llevara a desentrañar los motivos del siniestro. Dichas respuestas agregarían seguridad y previsibilidad a futuras incursiones dado que para nada la carrera de exploración espacial se detenía allí. Fue así que media docena de científicos se sentaron alrededor de una consola a escuchar la grabación de varias horas de duración. Comenzaba con los infructuosos y desesperados intentos del capitán por contactar con La Tierra pero los sistemas de recepción de la nave también habían sido incinerados, cosa que el oficial de máximo rango de la nave reparó al cabo de veinte o treinta minutos. Luego, conciente de su situación, se pasó más de dos horas detallando todas las lecturas de los instrumentos entre las cuales se encontraba la del termómetro interno de la nave que ya marcaba cuarenta y nueve grados Celsius. La radiación comenzaba a ascender dramáticamente y la nave seguía acelerando. Debido a los tremendos daños el audio se escuchaba con un gran aporte de estática lo que hacía que en algunos tramos los técnicos tuvieran que aplicar filtros codificadores para clarificar la escucha. Lo que seguía a continuación era una dramática descripción de la tortuosa cadena de dolores y padecimientos que sufrían a medida que el tiempo pasaba lo que atenazó las gargantas de los que escuchaban. Por detrás de la voz del capitán se escuchaban gritos de alarma y horror, terribles descripciones de cómo estaba uno y otro tripulante, demandas de órdenes y súplicas de ayuda hacia el superior al mando de la nave pero este solo podía hacer una cosa: Nada. El horrible final estaba firmado y decretado para cada uno de los que habitaban esa nave. Luego seguía un detalle de cada fallecido, como una lista macabra, detallando la forma de la muerte y la hora exacta. El capitán estuvo en su puesto hasta el último segundo, lo que hablaba de su gallardía y profesionalidad, hasta que las terribles lesiones lo llevaron al delirio y la irracionalidad, aunque por un fugaz momento tuvo la lucidez necesaria para despedirse sentidamente de cada integrante de su familia, su mujer y sus cuatro hijos. Luego, la estática ganó los altavoces.
“Ya está” dijo alguien “¿Para qué seguir escuchando?” pero lo que se sintió a continuación dejó a todos paralizados en sus sitios. La estática cesó súbitamente dando lugar a un sonido indefinible, relajante, indescriptible. Si bien solo duró un par de minutos lo desconocido de la naturaleza del son dejó a todos inmersos en una paz sorprendente. Para sobresalto de todos, reapareció en primer plano la voz del capitán pasando el sonido anterior a obrar como un agradable fondo. Ninguna de las palabras del oficial eran comprendidas por el asombrado grupo de científicos, nadie sabía de que hablaba, pero la claridad y calidad de la voz contrastaban notablemente con lo que se escuchaba momentos atrás. También se escucharon breves e incomprensibles frases de otros tripulantes que, como telón de fondo, eran pronunciadas por detrás de las que decía el capitán. Nadie entendía que pasaba o que era lo que querían comunicar estos hombres pero lo que sí se traslucía era el notable grado de tranquilidad y placidez que transmitía este tramo de la grabación. Finalmente reapareció la estática y finalizó la grabación. Nadie era conciente del prolongado espacio de tiempo que estuvieron a la escucha, salvo por el prolongado cansancio y la terrible necesidad de comer, beber y visitar los sanitarios que tenían todos. Una vez que satisficieron sus urgentes necesidades volvieron a la sala y se miraron confusos.
“Deliraban” aventuró uno.
“No lo creo…” contestó el operador que manipulaba la grabación “El último tramo de la grabación se produjo en la hora diecinueve posterior al incidente”
“¿Y que hay con eso…?” contestó el primero.
“La nave se volatilizó en la diecisiete”.
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