Mientras revisaba su agenda del día, La Muerte pensó: ¿otra vez tengo que recorrer todo el mundo? –se quejó- ¡porque no habré tomado el trabajo de Felicidad cuando me lo ofrecieron? La Felicidad se la pasa durmiendo. Y rara vez; cuando tiene ganas recorre Norteamérica. Yo no, yo trabajo todo el día. ¡Hay veces que desearía morirme! ¡Todos los días dando muerte a los desnutridos en África, los conductores argentinos, los judíos, los palestinos...!
Mientras seguía quejándose, La Muerte se sentó en un sillón y siguió:
-¡Esta bien! Reconozco que ya no trabajo tanto como antes; recuerdo que Odio se levanto medio cabrón y armó la Segunda Guerra Mundial. ¡Como me hizo laburar el desgraciado! le tuve que pedir por favor que la corte un poco.
Pero igual laburo mucho, y ni un solo día falté a laburar. ¡Un día no me va a hacer nada!
¡Hoy me quedo a acordarme lo que era dormir y listo!
Y así lo hizo, ¡ese día Muerte no trabajo!
Pero mientras muerte dormía, ¡en el mundo ocurrían cosas espantosas!
Un Palestino se inmoló en un colectivo en Israel: y a pesar de que él y varios pasajeros estaban totalmente destrozados, ¡no murieron!
Muchos suicidas lamentaron la ausencia de Muerte en su trabajo; algunos quedaron colgados sin morirse, otros se pegaron varios tiros en las sienes y en la boca; en accidentes de tránsito nadie murió ese día, pero muchos perdieron el cerebro por completo; se incendiaron casas por todo el mundo, y algunos a pesar de estar calcinados a un 100 %, siguieron con vida. Todo fue horrorizante, porque si bien nadie moría, Dolor sí trabajó, y ese día lo hizo más que nunca.
Por suerte, al otro día Muerte volvió al trabajo, y para muchos su vuelta significó la felicidad.