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Era la segunda vez que cruzaban; en el comedor del barco bajo la cubierta esperaban ansiosos para cruzar el puente. Al poco, el barco, la mesa, todos los objetos se fueron convirtiendo en una niebla blanca que parecía devorarlo todo; luego ellos mismos comenzaron a evaporarse y se sintieron agua desapareciendo en un vertiginoso torrente hacia abajo...
Momentos después volvieron a aparecer junto con el barco todos en la misma posición en la que habían desaparecido.
¡Así de sencillo!
Pero ahora estaban en un lugar completamente diferente y … en otro tiempo. ¿ Dónde? No lo sabían.
-¡Observad! ¡No cambies nada! ¡No hagáis nada ni cojáis nada! ¡Sólo observad!
Esas habían sido las instrucciones del Brujo. Como la vez la anterior, no tenían ni la más remota idea de dónde estaban. Él solamente podía hacerlos cruzar pero sin un control de a dónde iban a ir a parar.
En total eran cinco hombres Rojo, su hermano Rico Mano de Acero y tres camaradas elegidos por Rojo: André, Björn y Thursson, intrépidos navegantes, fornidos guerreros y audaces y temibles en el combate; todos ellos hombres implacables.
-¡Hemos cruzado! ¡Estamos bien! -era Rojo. Todos se miraron y empezaron a abrazarse y a golpearse al tiempo que reían y vitoreaban.
-¡Urra por el Brujo! Ese truhan es hijo del mismísimo Odín -gritó Rico.
-¡Es el mismísimo Odín! -contestó Björn, moreno de pelo y tez con una melena recogida en una gruesa trenza y una espesa barba. Parecía rugir en vez de hablar; iba armado con un par de brazos que abrían derribado un toro de un sólo golpe y sus piernas eran dos gruesos troncos fuertes y belludas como la piel de un oso.
-¡Sí, sí, hermanos, lo es! Ja, ja, ja...
Todos rieron a una. Y de repente, en ese preciso instante, se oyó un estrepitoso crujido seguido de una sacudida en seco de todo el barco. Todos salieron lanzados chocando po doquier con sillas, mesas y objetos que por allí estaban...
-¡Hemos encallado! ¡Rápido hermanos, a cubierta!
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