Un día los hombres conocían una palabra sagrada. Una palabra que describía lo más valioso que tenían y podían anhelar. Una palabra que era bálsamo y respuesta a los más terribles males que acechaban la humanidad. Días ulteriores en la desesperación e ignorancia de alcanzar sus deseos y ambiciones algunos hombres comenzaron a usar en vano aquella palabra pura que describía su más precioso tesoro en vida. Los días pasaron y las gentes incautas se sumaban a los ignorantes que persistían en utilizar la gran palabra inadecuadamente, más aún, inhumanamente, o como sólo un ser desesperado puede mal usar el mayor y más bello regalo que le haya sido otorgado en vida. Muchos días, meses, años y siglos pasaron. En aquellos tiempos muchas turbulencias, guerras, males y desdichas azotaron a los hombres, maldecidos por si mismos desde que unos cuantos incautos transgredieron el significado del precioso regalo. Tanto tiempo había pasado desde que comenzaron los hombres a autodestruirse transfigurando el verdadero significado de su más precioso regalo que todos olvidaron que era aquello, aquel precioso, milagroso presente que poseían desde el comienzo de los tiempos y habían sido merecedores por la gracia de algún ser supremo. Es que esa admirada y respetada palabra que usaban en el principio de los tiempos para describir lo único valioso que poseían ya no era más respetada o valorada, ahora esa palabra significaba muchas cosas, tantas que nadie sabia a que se refería un hombre cuando la pronunciaba más podían ser tantas cosas diversas. En esos tiempos ya nadie recordaba que tontos y desesperados aprendices de poetas y escritores cometieron el imperdonable error original de transgredir el significado puro y único de aquella invalorable palabra. Muchas guerras, hambrunas, injusticias, tragedias y desdichas sufrieron los hombres por la perdida de la palabra. Curioso que sólo habían perdido la palabra, pero no el presente que siempre permaneció intacto en sus corazones. Luego de muchos siglos de pruebas, injusticias, sufrimiento y desdichas pararon a buscar ese valioso presente que siempre poseyeron, pero que un día extraviaron de su vista porque transgredieron los límites y la fragilidad de su nombre. Al final encontraron ese presente en lo profundo de sus almas y encontraron aquella palabra perdida en los incongruentes ecos del pasado. Desde entonces prometieron todos los hombres no volver a transgredir ni abusar de dicha palabra, para nunca perder de vista su más valioso tesoro y juraron castigar con la muerte a todo incauto que osara mal usar la palabra. Desde ese día los males de los hombres cesaron, desde ese día el amor volvió a ser lo que siempre debió ser, sólo amor. Y ya nadie, nunca más, quebrantó o mal uso aquella palabra que describe lo más valioso que tenemos.