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La Sirena

LA SIRENA
Sábado 28 de marzo
Querido diario:
Muy a mi pesar debo reconocer que el valor y el arrojo no figuran en mi vocabulario habitual. ¡Está bien, lo admito, soy un cobarde entre los cobardes!, entonces me gustaría saber: ¿por qué me tiene que pasar estas cosas?
Me explico: justo cuando creí que ya tenía mi vida arreglada (sí, ya se que tengo 16 años, pero puedo programarla para vivir cobardemente cómodo los próximos setenta años), en fin, decía que cuando así pensaba hube de realizar ese viajecito a las playas de Veracruz, invitado por mi amigo Arturo Osnaya, a donde él fue de vacaciones con unos familiares, y entonces tuve la mala fortuna de conocer demasiado cerca el caso que hizo mucho ruido hace unos meses en la prensa local, pero que no trascendió debido, en su mayor parte, a que nadie lo creyó, me refiero al caso de
LA SIRENA.
No hace mucho tiempo recibí una carta de Arturo en la que me invitaba a acompañarlo a una loca aventura en la que habría sexo, chupe, destrampe y otras sanas diversiones aunque, conociéndolo, sabía que eso significaba unas cuantas revistas de Play Boy, refrescos de cola y Parchís, dominó y una que otra mano de 'conquián'.
Admito que, ante esta perspectiva, no me animaba a dejar mi sillón favorito frente al televisor, a no ser porque un poco más adelante la carta se volvía un poco más seria y decía que necesitaba verme, tenía un problema y era (es) uno de mis amigos más apreciados, no podía dejarlo solo. Pero antes debía pasar ante la Morena de Hielo (así le digo a mi mamá) para obtener su permiso. Por las clases no había problema, iniciaban las vacaciones en unos días, no había exámenes en la escuela, por tanto, podía faltar los últimos días... el dinero no era problema, lo tomaría de mis modestos ahorros.
Lo único que me extrañó era que la carta estaba datada en Veracruz y no en San Martín Texmelucan, Puebla, que es donde vive Arturo. No me detuve a pensar, una vez pasada la Morena de Hielo, todo lo demás era pan comido....
¡Ja! Eso creía yo, pero mejor no me adelanto.
Una vez en el puerto me dirigí a la casa de don Oscar, tío de R2, pues había llegado con unas horas de anticipación. Después de los saludos y presentaciones de rigor, mi cuate me llevó a donde pasaría la noche.
- Vine tan pronto pude, ¿qué diablos te pasa?, ¿cuál es la urgencia?
- Ninguna -dijo, con una conchudez que me exasperó.
- P-pero en tu carta decías que tenías un grave problema y que necesitabas de mi ayuda...
- Mentí.
- ¡Perro castrado! -'perro' es mi insulto favorito, acompañado de lo primero que se me viene a la mente-, ¿tienes idea de lo preocupado que vine todo el camino, para que tu me salgas con esto?.
- No te enojes -dijo, mientras me daba un 'abrazo de oso' hasta que mis ojos hicieron bizcos.
¡Buena me la había hecho!. Era una broma pesada, sin duda, pero ya estaba ahí y era mejor llevar la fiesta en paz.
Al día siguiente nos dimos a la ingrata tarea de turistear, ver y conocer lugares, en fin, a divertirnos.
En eso encontramos a Erika, una amiga de Arturo con la que estuvimos platicando y tomándonos un helado; ya para despedirse nos invitó a una lunada en la playa.
- Pero hoy no, porque hay luna llena, mejor dentro de tres días.
- Y ¿qué tiene que sea luna llena?, ¿no por eso se llama lunada? -preguntó Arturo.
- Se me olvidaba que ustedes no son de aquí -dijo, a modo de explicación-, mejor nos vemos en tres días, cando cambie un poco la luna.
Y se fue, dejándonos picada la curiosidad. Bueno, no es que seamos metiches, pero un asunto así llama la atención de cualquiera, por lo que fuimos a ver a don Oscar para preguntarle a qué se refería Erika con sus palabras.
- Ella tiene razón -empezó-, no es bueno que vayan hoy precisamente.
- ¿Por qué? -coreamos.
- Miren, si esto que les voy a decir se llega a saber fuera de estas cuatro paredes, negaré lo dicho y juraré que fumaron algo, o me haré el loco y no sabré nada. Ya en serio, ustedes saben que vivimos del turismo y, si se llega a saber que tenemos una Sirena, el turista huiría aterrado.
Bueno, tan de sorpresa lo soltó que Arturo y yo nos quedamos mirando unos momentos, para después soltar la carcajada.
- Mire, don Oscar -le dije, apretándome el estómago, de la risa-, eso suena a un buen chiste pero, en caso de que fuera realmente cierto, sería una magnífica manera de atraer al turismo de todo el mundo.
- A menos que fuera una asesina -me interrumpió-. Erika está en lo cierto, ustedes no son de aquí, aunque éste sea de mi familia, y no tienen por qué estar enterados de lo que aquí pasa. Déjenme contarles algo: hace apenas unos meses Veracruz era Veracruz, un lugar bello para practicar el turismo y excelente para vivir, ustedes lo saben "sólo Veracruz es bello" decimos aquí; pero una noche como la de hoy ocurrió un accidente terrible, nadie supo cómo fue, pero al despuntar el alba el cuerpo de un hombre apareció tirado allá por la caleta. No tenía sangre, ni órganos internos, parecía como si le hubieran clavado un popote en el estómago y lo hubieran chupado todito por dentro. Sólo piel y huesos quedó del pobre hombre.
"Los reporteros fueron todos callados por el Municipio que les repartió dinero por su silencio, según ellos hasta saber de qué animal o cosa se trataba; algunos pensaron que los narcosatánicos habían vuelto. Desde entonces han aparecido más cuerpos, en idénticas condiciones y de uno y otro sexo, sin distingos. Por eso nadie va por allá en noche de luna llena... las demás noches y de día son seguras las playas, en luna llena es mejor mantenerse alejado...
Huelga decir que a estas alturas yo estaba aterrado, pero Arturo no, al contrario, estaba muy entretenido con lo que él creía una buena historia.
- No echen en saco roto mis palabras -nos advirtió don Oscar-, uno nunca sabe...
No hubo forma de convencer a mi loco compañero de que eso era precisamente lo que intentaba hacer, una locura.
- Es una insanidad. Es más, ¡púdrete!..
Ya en ocasiones anteriores le he dicho cosas peores y él ni se inmuta. Se encogió de hombros, dio media vuelta y se metió en el cuarto que nos habían asignado en la casa. Cogió su grabadora, sus audífonos y un montón de cassettes deAC/DC, Scorpions, Kiss, Marilyn Manson y algunas otras 'linduras' más de ese estilo, deasiado 'heavy metal' para mis nopaludos gustos. Su paso lo llevó por la cocina, donde no tenía muy buena fama y preparó algo, "pa'l camino", dijo.
Aún no daban las nueve de la noche cuando nosotros ya estábamos de camino a la caleta; no me gustaba la idea de no avisar, pero él me juró hasta el cansancio que había dejado un recado. Al llegar nos acomodamos en la arena y preparamos un buen fuego para calentarnos durante la larga y fastidiosa noche que nos esperaba.
Yo llevé un libro que recién había empezado a leer y entre risa y carcajada se nos dieron las tres de la mañana, hora en que nos comenzó a apretar el sueño.
Arturo me pasó en esos momentos los audífonos para que escuchara una canción de Marilyn Manson; cuando me los estaba quitando para decirle que era lo más espantoso que había yo escuchado hasta ese momento (con perdón de los fan's del o la citado[a] ), cuando oímos el canto.
No puedo describir lo que sentí con esa ¿voz?, no se sí podría decirle voz, era una especie de salmodia que brotaba de todas partes y, al mismo tiempo, de mi. El canto era dulcísimo, etéreo, profundo, brillante, vibrantemente tierno, serenamente apasionado y ella... ¡Oh, cielos! nada en el mundo podría compararse con ella en belleza... y malignidad.
Bien sé que todo esto es confuso e incongruente. Me explico: cuando más adelante comentamos acerca de la apariencia de la sirena, Arturo y yo no alcanzamos a ponernos de acuerdo. El veía a Marisela (Ojo, no cambié el nombre para avergonzar al culpable), una compañera de estudios, aunque con mejor cuerpo e irradiando luz y (des)vestida con diminutas prendas. En cambio yo sí alcancé a ver algo semejante a una sirena, que era lo que al fin buscábamos, de verde cabellera de algas, sus pechos desnudos... y no ví más porque en ese momento solté los audífonos, que no había conseguido quitarme del todo, los que cayeron justo en mis oídos y pude ver la verdadera naturaleza del ente que nos atraía y quedé libre del embrujo al que nos había sometido.
Lo que miré no me gustó nadita de nada... era una especie de babosa de mar tamaño caguama. Puesta verticalmente le habría sacado dos tantos fácilmente a Arturo.
A propósito de Arturo, él siguió avanzando hacia el ente que reculaba poco a poco hacia el mar. Mi cuate se ahogaría y sería devorado. ¿Qué podría yo hacer? Dí un paso para alcanzarlo y, en ese momento, se desconectaron los audífonos de la grabadora y el escandalazo de la música (?) inundó la solitaria playa veracruzana... ¡e hizo retroceder a la sirena!
Arturo despertó, pero no pudo ver al animalazo. Estaba muy confundido y casi no podía articular una frase sensata... era como si el influjo de aquella cosa le hubiera provocado un corto circuito mental.
Estaba tratando de hacerlo reaccionar cuando una potente luz me deslumbró y oí una voz que me preguntaba si estábamos bien.
Era una patrulla enviada por el tío de Arturo que se preocupó al enterarse, (supongo que por el recado en la cama de R2) de los planes que teníamos de encontrarnos con la sirena. Nos subimos a la unidad y de ahí a la casa; no sin que antes me recetaran un sermón, como 'tentempié' para el regaño fuerte que nos dio don Oscar al día siguiente.
Una cosa más, Arturo despertó al día siguiente con una jaqueca marca diablo, "la peor cruda de mi vida", dijo, supongo que por efecto del influjo de la bestia.
- Espero que se den cuenta del peligro que corrieron y que, gracias a Dios, no tuvo consecuencias fatales. Supongo que, después de esto, no les quedarán ganas de otra aventurita...
Por mi parte podía jurarlo, jamás me enrolaría en algo semejante otra vez, no señor...

Esa misma noche ya estábamos preparados... ¡ah, si! ni se molesten en pensar cómo me convenció de regresar a la playa, ni se qué diablos le dijo a su tío para que nos dejara salir, el caso es que nuevamente a la media noche estábamos listos para encontrarnos con esa cosa y vencerla o morir en el intento... bueno, yo lo intentaría y Arturo moriría... (je, es guasa).
Lo cierto es que yo temblaba y no de frío, sino de horror pensando tan solo en encontrarme con tan terrible animal... pero ya no había remedio, era eso o pasar como un cobarde delante de mi cuate y no, eso nunca, aunque olieran feo mis calzones el día de mañana.
Tales eran mis pensamientos cuando se dejó escuchar el delicioso canto de la noche anterior e inmediatamente nos pusimos los audífonos y no saben cuán hermosa me sonó la música de Scorpions.
- Saca las botellas -me dijo Arturo.
¡Oh, sí! olvidé decir que habíamos preparado unas cuantas bombas caseras, de esas que bajas de la Red.
Avanzamos lentamente hacia el animal; lentamente, como si de verdad nos tuviera hipnotizados y, estando a unos cuantos metros de distancia nos detuvimos. La sirena pareció dudar, para luego avanzar despacio hacia nosotros. Paso a paso, centímetro a centímetro, avanzamos hacia atrás, tan lento como las ganas de correr nos lo permitían.
Quizá en el agua el animal se moviera rápidamente, pero en tierra andaba con una lentitud exasperante.
Las manos me sudaban. Mi pelo estaba erizado, la garganta seca. En un momento dado Arturo dio la señal que habíamos convenido y nos separamos. La sirena, como la llamábamos, pareció darse cuenta de la acción, por lo que comenzó a retroceder, tratando de volver al mar.
Encendí la mecha de una de las bombas molotov y la arrojé con todas mis fuerzas. No se si sería mi nerviosismo, o mi falta de tino, el caso es que la bomba cayó y estalló detrás del animal, circunstancia afortunada porque le cortó la retirada.
Arturo hizo lo propio y así, poco a poco, rodeamos de fuego a la gigantesca babosa que, a la sazón, comenzó a emitir poderosísimas descargas mentales que nos hacían tambalear. Ahí fue cuando cometí un gran error que casi le cuesta la vida a Arturo. Como dije, el animal enviaba fuertes descargas mentales, por lo que moví los labios y la mano como diciendo "súbele al volumen"; Arturo (error suyo) se quitó el audífono preguntando '¿qué?', cayendo inmediatamente en poder de la sirena.
Yo me sentía sumamente débil y mis piernas eran de chicle, aún así traté de correr para ayudarlo, pero no pude sostenerme...
En eso oí a lo lejos el sonido de una sirena... de patrulla, claro, y luego un poderoso disparo de un arma de gruesísimo calibre y parte de la cabeza del animal voló por los aires, manchándonos el cuerpo. Otro disparo acabó por reventarlo.
Inmendiatamente nos sentimos libres de la influencia mental de la cosa y no me quedé con las ganas de echarle la molotov que aún sostenía en la mano... la sirena ardió como paja seca y no paró hasta consumirse por completo.
Uno de los policía comentó que quizá hubiera sido un interesante ejemplar de estudio, por si llegara a haber más cosas como esa...
Yo no contesté. Un patrullero me echó una manta en los hombros y me introdujo en la unidad. Arturo subió tras de mi. Arriba ya estaba el tío Oscar, quien nos acomodó (otro) tremendo sermón de 'padre-y-muy-señor-nuestro'; luego nos guiñó el ojo y dijo:
- Los felicito, muchachos, por el bien que le han hecho a este pueblo...
- Ya me veo contándoselo a mis amigos... -murmuré.
- Mira -me dijo-, no se si Arturo te lo dijo, pero yo soy el presidente de la Cámara de Comercio del lugar y me preocupo por el desarrollo turístico del pueblo por las razones obvias, de modo que.... bueno, sería mejor que no contaras nada de lo que ha sucedido aquí.... te lo pido como un favor muy especial.
Esa es la razón por la que he iniciado este diario, porque no puedo contarlo a ninguna persona, por lo menos en el futuro inmediato, pero a mí se me cuecen las habas por contarlo, así que este es el mejor medio de hacerlo, sin romper mi palabra... no hace mucho de esto pero... ¡¡¡aún no puedo comer mariscos!!!
(continúa en El Zombie)
Datos del Cuento
  • Categoría: Aventuras
  • Media: 6.42
  • Votos: 59
  • Envios: 1
  • Lecturas: 8372
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