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La Visita

LA VISITA

Êl era un escocès que habìa heredado un campo en el oeste de la Provincia de Buenos Aires. Fiel a la tradiciòn era una persona sumamente cuidadosa con el gasto del dinero, preocupàndose mucho por pequeñeces que a su criterio eran gastos innecesarios.
Como aquella vez en que, en un comercio del pueblo, olvidò un pequeño làpiz que no medìa màs de cuatro centìmetros y a la mañana siguiente regresò para reclamarlo, cosa que, el comerciante, no podìa satisfacer por haberlo arrojado a la basura. Puso tal ènfasis en su reclamo que aquèl no tuvo mas remedio que obsequiarle uno nuevo el que aceptò muy gustosamente y se retirò rebosante de alegrìa.
O cuando en un viaje tuvo un serio accidente automovilístico en un vehìculo nuevo en el cual viajaban su mujer y su suegra, falleciendo esta ùltima. Se lo veìa lamentarse por la pèrdida y cuando algùn vecino le hacìa llegar su pesar, pensando en que querìa mucho a su suegra, èl manifestaba su gran dolor por la pérdida del vehìculo recièn comprado.
Realizaba una implacable vigilancia sobre los sembrados y un dìa en que unos rapaces traviesos se llevaron algunas mazorcas tiernas de maíz los corrió escopeta en mano y les disparo sin alcanzarlos, por suerte. Estaba furibundo. Y cuando un par de cazadores furtivos entraron hizo intervenir a la policía del lugar, preocupàndose y requiriendo una investigaciòn a fondo sobre el hecho a la comandancia.
Enviaba animales a los remates de la zona y era el terror de los martilleros. Seguìa con suma atenciòn los precios y ofrecimientos ejerciendo un estricto control con las actitudes de quien le tocara en suerte, o mala suerte, empuñar el martillo y como más de una vez terciò en la subasta disconforme con el precio obtenido, ya ninguna organizaciòn dedicada a esos menesteres querìa aceptar sus animales. Temìan someterse al papelòn que su presencia e intervenciones ocasionaban.
Los trabajadores rurales estaban sometidos a condiciones de semi-explotaciòn y le era muy difícil encontrar hombres dispuestos a trabajar para él. Los magros sueldos que abonaba y las condiciones medievales a que los sometìa ya eran el corrillo de toda la zona. Y cuando no lograba conseguir colaboraciòn descargaba su furia hacia el país, argumentando que estaba lleno de vagos sin amor al trabajo.
Un día pensò que su explotaciòn podrìa ampliarse. Averiguò que un lote de campo vecino estaba a la venta y comenzò a hacer nùmeros, presupuestos y càlculos. No alcanzaban sus ahorros para la compra. Decidiò entonces que para completar el precio de compra era necesario requerir un prèstamo bancario.
Era muy cuidadoso con los bancos ya que, en su escala de valores era el sìmbolo màximo del poder econòmico, para èl tan importante, y habìa ganado un excelente concepto como hombre bien administrado y cuidadoso de los vencimientos.
Concurriò al banco e invitò al gerente para que visitara su explotaciòn el sàbado pròximo. Pensaba que al ver las bondades de la misma el ejecutivo opinaría favorablemente ante sus superiores, màs cuando observara la calidad de los sembrados y la conformaciòn de la hacienda vacuna.
Llegò el sàbado, por la noche se habìa descargado una tormenta y continuaba lluvioso. Al escocès le gustò ya que si bien habìa sido su idea, no le gustaba mucho recibir gente. Temprano se dirigiò al corral en donde, el dìa anterior, habìa encerrado algunos animales seleccionados con el fin de darles un baño quìmico con un sistema no tradicional y que èl estaba orgulloso de haberlo desarrollado y que se trataba de la tradicional y conocida ducha escocesa.
Se hallaba en esos menesteres cuando le avisaron que en las cercanìas de la entrada se hallaba el gerente del banco con su vehìculo empantanado sin poder salir del lodo. Con un tractor se dirigiò al lugar y remolcò el automòvil hasta la casa. Lo recibiò con un vaso de wisky con soda y le hizo saber que ya no le esperaba y que luego calcularìa el gasto de combustible del tractor por haberlo sacado de esa siuaciòn.
A continuaciòn le invitò a realizar una recorrida por el establecimiento. Enganchò un pequeño acoplado al tractor y comenzò el periplo, èl mostrando las bondades de los sembrados, la calidad de la hacienda vacuna y el campo lindero que deseaba anexar; el gerente incòmodo, parado en el acoplado y tratando de guarecerse de la persistente llovizna y del frìo.
En un momento determinado recordò la tarea inconclusa y se dirigiò al corral en el que estaban los animales en el lodazal que el baño anterior y la lluvia habìan provocado. Orgulloso quiso demostrar el sistema de baños, pero al no calcular la presiòn de salida, el primer chorro de agua saliò con tal potencia que asustò al vacuno al que iba dirigido.
El animal nervioso comenzò a dar coces a diestra y siniestra, con tal mala suerte que, una impresionante cantidad de bosta saliò, cual proyectil dirigido, y se depositò directamente en la cara, el saco y el abrigo del gerente.
Al escocès le vino la desesperaciòn, gritaba, aullaba, pedìa por favor a la peonada trapos, toallas, perfume. Los peones reìan a las carcajadas. Los amenazaba con el despido, màs risas.
Al final se diò por vencido
Al gerente lo llevò a la casa donde pudo asearse superficialmente. Le manifestò que visto lo ocurrido no le cobrarìa el combustible por el remolque.
Màs tarde, cuando el gerente regresaba entre el tufo que emanaba el olor a mierda de sus ropas, pensò que al escocès le serìa muy difícil obtener el préstamo.
Datos del Cuento
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