Un día, hace muchos años, en un asilo de Villa Calcoba, vivía una abuelita. La abuelita era feliz, aunque sus hijos y nietos la habían abandonado, ella pensaba que tendrían una buena vida, independientes y felices. Cada vez que esto recordaba, una sonrisa se dibujaba tímidamente en sus arrugado rostro. Su vida era buena, y la había saboreado. Un día, se desperto. Era una bonita tarde de Primavera. Se pusó la bata, y bajó hasta el comedor. Se sentó en una sillita de paja y tomó unas rosquillas con azúcar. Después de desayunar su tacito de leche y las ricas rosquillas de navidad, fué directa a la capilla. Todos los días rezaba una bonita oración, que decía así:

Señor mío, que feliz me has hecho, que bonita es la vida. Pido para que todos mis compañeros estén aquí felices tanto como yo. Y ojalá mis amados hijos esten sanos, y lleven una vida normal y buena. Señor, si no es mucho pedir, desearía volver a verlos si tu quieres.

Esa tarde su hija Sara fué a visitarla. Le contó muchas cosas bonitas, y que tenía tres hijos, Daniel, Charo y Miguel. Sara tenía 20 años, y su mamá no la veía desde que tenía 17. Lo que si que pasó fué que aquel día la abuelita fue a la cama. Se acostó, y, con una sonrisa en la cara, Soñó que iba con el niño Jesús y que podía ver a sus hijos desde el cielo. Pero no era un sueño, en una forma remota existia la posibilidad y opcion de la alegria. La abuelita estaba en el cielo, sentada en una nube, viendo como iba la vida de Sara y Natalia, sus hijas. Su cuerpo, sonriente, descansaba en la cama de madera. Pero sus sentimientos estaban allá, arriba, en el cielo.

No guerra, no maltrato. Escribid cosas bonitas, y no violentas.
Cosas bonitas limpian las malas.
Este cuento se podría clasificar en Infantiles, o Religiosos.. Pero esto que cuento es verdad, yo era Natalia, y mi mamá se murió feliz y optimista.
Lo único que me dijo, la última frase, fué que me educara para ayudar a hacer un mundo mejor.
Aquí me teneis, en una web, intentando ser escuchada.
Gracias a todos los que saben comprender.