Cabalga el Guerrero por la llanura, sudando, goteando por todos los poros, brillando sobre el penco cansado. Al galope , más fuerte mas deprisa.

Es su deber rescatar a la Virgen que ha sido entregada por su propio Padre, el Rey Mur, en sacrifico como tributo al horrible monstruo, para proteger las cosechas.

En la fría torre se encuentra encadenada esperado a ser salvada, a huir de la horrible Bestia que la tiene retenida. Desea que su Amado desate la mordaza, suelte sus cadenas, que la libere de la trampa mortal en que se encuentra.

El castillo con sus terribles torreones acecha a lo lejos, quedan apenas unos metros para alcanzarlo. Se ve negro, deslucido, debajo de las nubes grises que albergan tormenta. El corcel blanco se aproxima decelerando el paso a las órdenes del arnés que dirige su amo.

Los cascos producen un ruido sordo al golpear sobre los tablones del viejo puente levadizo. Entra en el patio de Armas, solo se oye el silencio y el ulular del frío viento invernal.

De repente, un gigante de alas cartilaginosas aparece volando detrás de la muralla. Allí está la Bestia, el monstruoso animal que acecha a su nueva víctima. Aquí se encuentra el Héroe preparado para combatirle. Espada en mano, sin descender del caballo galopa hacia esa batalla, la que librará el Mortal contra la Alimaña Sarnosa.

A poca distancia blande el acero arreciando contra el alado animal, haciéndole retroceder. No obstante, el Caballero recibe un zarpazo de las afiladas uñas. Sangre , mucha sangre corre mezclada en el filo de la espada y el la arena del coso. Sangre de la Bestia y sangre del Señor, en definitiva sangre roja y caliente. La lucha se vuelve casi interminable, no se adivina cual puede ser el ganador ....

Un chasquido óseo retumba sobre los muros de piedra; la armadura, la vieja armadura no ha sido capaz de soportar las últimas embestidas.

Esta vez ha ganado la Fiera tenebrosa que se relame resquebrajando los últimos huesos del Caballero.... el “postre” espera en la alta torre en forma de hermosa muchacha.