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La bicicleta mágica

Manolito era un niño que apenas tenía juguetes ni dinero porque sus papás se habían quedado sin trabajo.

Sus amigos tenían de todo: libros, videojuegos, pelotas, bicicletas…pero él tenía que conformarse con otras cosas y se divertía jugando al escondite, a las carreras o a cualquier otra cosa que no fuera material.

Algunos niños se reían de él:

- ¡Yo tengo de todo!, ¡Tu no tienes nada! – le decían cantando.

Pero él era feliz. No necesitaba juguetes ni videojuegos para divertirse.

Un día, Manolito se fue al bosque y encontró una bicicleta antigua y rota.

Pensó en llevársela, pero decidió dejarla allí por si era de alguien y volver días después para ver si estaba. 

Al cabo de unos días, Manolito volvió y la bicicleta seguía allí.

- ¡Voy a hacer una cosa!, ¡Me la llevaré para arreglarla y la traeré de nuevo y, mientras tanto, dejaré una nota aquí por si aparece su dueño! – pensó.

Manolito se llevó la bici y, aunque era vieja y no era bonita, consiguió que funcionara.

Cuando la bici ya estaba lista, Manolito decidió montarse y llevarla al sitio donde la había encontrado. 

Pedaleó y pedaleó, y, cuando entró en el bosque, aquella bici empezó a volar.

- ¡Madre mía! ¡Esta bici es mágica! ¡Estoy volando! – gritaba Manolito.

Fue la mejor experiencia que había vivido nunca, pero sabía que aquella bicicleta podía tener dueño, así que decidió dejarla donde la había encontrado. 

Al día siguiente, volvió al lugar y, sorprendentemente, la bicicleta seguía allí, así que no puedo evitar cogerla de nuevo.

La bicicleta sólo volaba cuando Manolito quería. El resto del tiempo, funcionaba como una bicicleta normal, así que Manolito no volaba con ella nunca por la ciudad para que nadie lo viera.

Ese día, uno sus amigos lo vio con la bici y se rió de él:

-¡Manolito!, ¿Dónde vas con esa bici fea y rota?, ¡Era mía pero la tiré porque no valía para nada! – le dijo.
- ¿Era tuya y no la quieres? – preguntó Manolito.
- ¡Jajaja!, ¡Esa bici no vale para nada! ¡Quédatela! ¡Yo tengo una bici nueva! – le contestó burlándose de él.

En ese instante Manolito fue la persona más feliz del mundo porque sabía que podía quedarse la bici y delante de todo el mundo hizo que aquella bici volara. 

Tras eso todos los niños que se habían burlado de Manolito querían montar ahora en su bicicleta mágica. 

Manolito, que era muy bueno, compartió la bici con todos los niños y les enseñó que para divertirse, no hacía falta tener demasiadas cosas nuevas y bonitas y que, incluso con algo tan viejo como aquella bici, podían pasar un rato muy divertido.

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