~De pronto algo irrumpe en la noche, que entre nieblas y árboles borrosos acogía a aquella cabaña de madera vieja y aspecto dejado, algo que ya veía venir, algo de lo cual ya no podía escapar...

87 años, baja las escaleras lentamente, sin prisa, sin nada que temer.
A lo lejos se podía escuchar la puerta crujiendo mientras la abría para hacerse con el exterior de la noche enmarañada de grillos cantores y aroma de bosque.

Su compañero Tomás como de costumbre, lo acompaña acostándose al lado del viejo sillón de mimbre donde él yacía sentado y sumido en un tímido vaivén de hamaques, mientras los árboles y el viento conjuraban sonidos etéreos alrededor.

Levanta lentamente la mirada hacia el cielo enfermo de estrellas y respira lento, pero profundo, como arrancándole un último aliento de vida al aire, agacha la cabeza y mirando a los ojos a su fiel y peludo acompañante dice: "No tengas miedo... es solo la muerte..."

Y la brisa se llevó su último su respiro...

Tomás arranca un ladrido de su pecho como queriendo despertarlo de su sueño eterno.
Corriendo entra a la cabaña, sube las escaleras sacudiendo el polvo con la prisa, toma en la boca unos zapatos marrones, los lleva cerca de la ventana y se acuesta encima de ellos con los ojos brillosos y la mirada triste, como conciente de su soledad.

La luz de la luna que entraba por la ventana de vidrios quebrados iluminaba el luto del perro.

De pronto algo irrumpió en la noche, que entre nieblas y árboles borrosos acogía a aquella cabaña de madera vieja y aspecto dejado...