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La cabaña encantada

Érase una vez, en una aldea soleada, una cabaña muy pequeña en la que nadie vivía. Estaba muy descuidada y abandonada y todos los habitantes de la aldea decían que era una cabaña encantada.

Nadie se atrevía a entrar y a todos les daba miedo. Nunca nadie tuvo valor de acercarse y siempre hablaban de ello.

De entre todos los niños, había uno que se llamaba Julián del que siempre se burlaban porque era muy miedoso. Julián estaba cansado de que lo trataran así y aunque nunca decía mentiras, pensó que si les hacía creer que él había entrado en la cabaña dejarían de reírse de él y creerían que era un verdadero héroe.

Así que un día, Julián inventó una historia y fue a contársela al resto de niños de la aldea.
- Soy el primero que ha entrado en la cabaña encantada.¡Soy el más fuerte y valiente de toda la aldea!i
- ¿Ah sí? ¡Ja! Eso habrá que verlo - le contestó uno de los niños de la aldea

Juan sacó de dentro una valentía que nunca antes había demostrado para contestarles. Pero no se daba cuenta de que se estaba metiendo en un buen lío...
- Podéis venir conmigo a la cabaña. Si es que estáis dispuestos claro… - dijo Juan

El más mayor de los chicos dio un paso al frente y le contestó
- Mañana mismo. Tú irás delante y nosotros detrás. Y así veremos si dices o no la verdad 

Julián estaba asustado. Él sólo quería que los niños de la aldea dejaran de meterse con él y ahora no sabía qué iba a hacer. Si reconocía que les había mentido se reirían aún más de él. Su única esperanza es que los niños no acudieran a su cita en la cabaña. 

Llegó el día siguiente. Todos estaban junto a la puerta de la cabaña. Julián cogió aire muy fuerte y se metió las manos en los bolsillos para que nadie viese que le temblaban de puro miedo. No tenía otra opción que entrar pero sabía que no iba a ser capaz y estaba muy asustado. Todos los niños permanecían a unos cuantos pasos de él amontonados en un grupo.

Julián estaba a punto de poner su pie en la cabaña cuando se dio cuenta de algo:
- Un momento. Dijisteis que vendríais detrás de mi y estáis ahí mirando. Si vosotros no pasáis, yo tampoco.

Los chicos empezaron a ponerse nerviosos, ninguno quería entrar porque todos tenían el mismo miedo que Julián y hubo uno que hasta salió corriendo. 
- ¿Veis? Vosotros tampoco sois tan valientes. Si no sois capaces de entrar no deberíais burlaros de mí llamándome miedica.

Se hizo un gran silencio. Después uno por uno reconocieron que ellos también estaban asustados. Al final, el más mayor pidió en nombre de todos perdón a Julián porque no se habían portado bien riéndose de él cuando a ellos también les daba miedo entrar en la cabaña. 

Acabaron haciéndose amigos y Julián entendió que no tenía por qué avergonzarse por ser como era.

Datos del Cuento
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