Debían regresar antes del anochecer, por lo que tenían todo un día para cazar. No lo hacían por deporte, era simplemente la necesidad y el deber de alimentarse y alimentar a los suyos. Iban muy bien armados, no les gustaba correr riesgos y no querían que una simple actividad diaria se convirtiera en el último día de sus vidas de ninguna manera. Mejor precaver. Aunque sus opciones de caza no eran tan variadas, los peligros que acechaban en cada rincón de la selva hacía la jornada, más que entretenida, algo peligrosa.
Eran cuatro tripulantes. A él le gustaba hablar mucho, contar historias y chistes. Era su manera de hacer pasar el tiempo y no aburrirse antes de ver al fin a la presa. Desde que habitaban el planeta habían dominado sin ningún problema, no había rivales, y ellos tenían además una gran capacidad para adaptarse, aunque no hubieran querido nunca abandonar su hogar.
La nave en que se desplazaban era bastante ligera y por consiguiente también muy rápida, el nivel tecnológico que habían alcanzado les facilitaba ciertas cosas que en otros tiempos habrían sido realmente imposibles, pero en este caso, a pesar de ello no podían utilizar el vehículo para llegar al lugar donde se encontraban las presas, puesto que era en la selva tupida y pantanosa. Además las posibilidades de avizorar desde arriba un sitio firme donde aterrizar eran prácticamente nulas, en el aire todo parecía confundirse, las aguas se fundían con la vegetación en reflejos distorsionados que hacían imposible distinguir algo. Debido a esto después de bajar tenían que caminar un poco y adentrarse en aquella jungla molesta infectada de insectos y sonidos incómodos donde cada paso hacia adelante les hacía sentir cuán incómoda resulta ser la vulnerabilidad.
Después del descenso se dividieron en grupos de a dos y comenzaron a adentrarse en aquel mar de . Pasadas unas millas levantó la mano en señal de detenerse y preguntó a su compañero:
-¿Es tu primera vez de cacería?- sonriendo con aires de experimentado- tranquilo, esto lo hago a menudo, te aseguro que no hay de qué preocuparse.
- Este es un buen lugar para esperar, deberíamos quedarnos aquí- y aunque aún no terminaba de hablar ya se había sentado cómodamente para la tediosa espera.
En realidad solo esperaban una presa, era la más cotizada por ellos ya que tenía muy buenas propiedades nutritivas y por si fuera poco sabía muy bien en estofado. Pero sobre todo por el líquido extraño que le emanaba del cuerpo, cuando lo bebían les daba una energía especial, diferente a la que les proporcionaban otros alimentos. Era algo que resultaba curioso para ellos, y ver como se derramaba aquella extraña sustancia que parecía ser la esencia de la vida de esos animales, también era un espectáculo muy interesante.
- ¡A ver cuando aparecen esos bichos! – Exclamó resignado dirigiéndose nuevamente a su compañero y aguzando la mirada- ¿Has visto alguno? Pues ten cuidado que pueden sorprenderte, son animales muy listos, si es que eso es posible en tales bestias. – y al ver el efecto que ocasionaba asustando al otro soltó una carcajada que se escuchó a varios kilómetros a la redonda.
- No has dicho prácticamente nada desde que partimos. ¿Qué pasa, tienes miedo? No te preocupes, eso nos ocurre a todos alguna vez. Pero puedo intentar calmarte y diciéndote que estas criaturas son completamente inofensivas, y en cualquier caso, si el asunto se torna peligroso, un solo disparo con uno de nuestros cañones de rayos ultrasónicos y todo peligro quedarían descartado. Estás son muy poderosos, y lo mejor de todo, como sabes, es que no producen mucho daño externo, así que el premio lo llevamos a casa en una pieza sin perder ni un pedacito.
-Tampoco me tienes que mirar de esa forma, ya te explique antes que esta cacería no es por placer, no quisiera tener que matar a nada ni nadie, pero es que por una cuestión puramente biológica tenemos que alimentarnos, y en la vida, mi amigo, siempre te encuentras con ciertas situaciones donde debes decidir entre escrúpulos y supervivencia, o lo que es más importante, entre escrúpulos y alimentar a los tuyos. Me parece que aunque es bastante penosa la comparación, es obvia la decisión a la que estamos orientados en cualquier caso, sobrevivir y cuidar a tu familia es algo instintivo. ¿No crees? Por eso no dudo nunca cuando voy a dispararle a uno de esos. Tener remordimientos por comer sería el colmo, además de muy dañino para la salud- y volvió a reír estrepitosamente.
La conversación los había entretenido tanto que no se percataron de que ya había pasado medio día. Todo se ponía más caliente en esta parte del día. En unas horas comenzaría a oscurecer, tendrían que regresar y todavía no sucedía nada. Pero como las cosas que se esperan tanto no suceden realmente hasta que dejas de esperar, cuando ya habían dado por perdida la jornada un chasquido cercano les llamó la atención, y por suerte no en vano. Ahí estaba el trofeo por tanta espera. No parecía muy gordo pero era suficiente. Y por el contrario de apresurarse y largarse de una vez como casi siempre, en esta ocasión sin saber por qué vaciló un poco.
El animal arañaba la base de una roca por lo visto en busca de comida. El cazador comenzó a recorrerlo a través de la vista cruel de la mirilla, la vista que sentencia quién o qué puede ser destruido. Las patas peludas y musculosas, el tronco algo ancho y macizo, el hocico poco desarrollado, los ojos… mirándolo. Perplejo retrocedió la cabeza del arma y su mirada chocó con la del animal. Parecía que sabía lo que le esperaba, que sabía de su presencia desde el inicio, realmente los instintos pueden llegar a engañar, pueden hacer parecer racional a una bestia como esa. Pero a pesar de saberlo vacilaba, un lujo sin dudas, pues ya era tarde y debía recoger su alimento. No había tiempo para tonterías. Volvió su ojo en la mira, afianzo las manos en el arma, y sin pensarlo más disparó.
Después del estallido un silencio cubrió el lugar por unos segundos, solo roto por el sonido que resultaba de correr sobre las hojas secas aquel líquido rojo que salía del cuerpo sin vida que yacía a unos metros de él. Todo sucedía como de costumbre nada extraordinario.
-Tranquilo, esto lo hago a menudo- se dijo a sí mismo para calmarse y levantó la vista al cielo con un pensamiento - Maldito humano, no miro a ningún otro a los ojos, me está haciendo sentir culpable ese estúpido animal. En la próxima ocasión tiro sin apuntar.