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Leo era un niño al que le encantaban las historias de ciencia ficción y siempre andaba inventando aventuras para contar a sus amigos.
-¿Sabéis lo que me pasó anoche? -decía Leo a sus amigos.
-A ver, ¿qué historia te vas a inventar ahora, Leo? -le contestaban.
-Un astronauta vino a mi habitación y me dijo que me llevaría en su cohete a la luna -respondió Leo
-¡Jajajaja! ¡Cada día inventas más, Leo! -se reían sus amigos.
Pero a Leo le divertía mucho inventar esas historias y soñaba con que algún día una de ellas se haría realidad.
Ese fin de semana, Leo se fue con su bici a dar un paseo y, de repente, vio unas luces muy extrañas en una casa abandonada.
-¿Qué habrá sido eso? -se preguntaba.
Como era tan curioso, no dudo un momento en ir a ver qué había allí.
Al acercarse, pudo oír un montón de voces y risas y ver muchas luces de colores que salían por la ventanas. ¡Parecía una fiesta!
Cuando Leo llegó vio que la puerta estaba abierta, así que, ni corto ni perezoso, entró para cotillear. Lo que no esperaba era lo que iban a ver sus ojos.
¡Esa casa estaba llena de juguetes que habían cobrado vida! Ositos de peluche y muñecas bailando, robots cantando en un karaoke y hasta pelotas que saltaban por todos lados riéndose a carcajadas.
Leo se quedó petrificado en la puerta hasta que uno de lo ositos de peluche se dio cuenta de que el niño estaba ahí.
- ¡Mirad todos! ¡Un niño ha venido a vernos! -gritaba el osito.
Todos los juguetes se pusieron muy contentos porque hacía mucho que ningún niño aparecía por allí, así que todos invitaron a Leo a quedarse en la fiesta.
Leo se divirtió como nunca y estaba deseando volver para contárselo a sus amigos.
-¡Chicos! Cuando os cuente esto no os lo vais a creer -dijo Leo
-Leo, ¡ya vale de inventar historias! ¡Ya no te creemos! -le respondieron.
Pero esta vez era verdad y Leo se dio cuenta de que, aunque fuera de broma, les había mentido tanto que ahora sus amigos no lo iban a creer.
Así que les prometió que nunca más inventaría historias a cambio de que le acompañaran a la casa de los juguetes. Aunque al principio nadie quería ir, al final todos fueron y alucinaron tanto que agradecieron siempre a Leo que compartiera ese gran secreto con todos.
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