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Había una vez una cigüeña bonachona que se llamaba Picorrojo y vivía en la copa de un roble. En el tronco del mismo árbol vivía un anciano búho y un poco más abajo, entre las raíces del árbol, una zorra con muy mal genio a la que todos llamaban Malauva.
La zorra se portaba muy mal con la cigüeña y siempre estaba buscando la forma de burlarse de ella. Por ejemplo, un día que Malauva invitó a Picorrojo a comer:
- Baja Picorrojo, que te invito a comer conmigo unas gachas que acabo de preparar.
Pero el animal había puesto las gachas en una piedra muy llana formando una capa muy fina porque sabía que así la cigüeña no podría comérselas. Y eso fue precisamente lo que ocurrió. La cigüeña no pudo picar nada y la zorra se las comió todas. Pero eso no fue todo, porque encima tuvo la cara de decirle:
- ¡Cómo te has puesto cigüeña! Ahora estarás varios días sin comer, ¿eh?
La pobre cigüeña no dijo nada y se subió a su nido con el mismo hambre con el que había bajado.
Un día el búho, que era amigo de la cigüeña y a quien no le gustaba nada la forma en que la zorra se burlaba de ella, tuvo una idea.
- Picorrojo, ve a buscar una caña en la que quepa tu pico y cuando la encuentras vuelve. Prepararemos unas migas y las meteremos dentro. Le dirás a la zorra que la invitas a comer y verás cómo nos reiremos de ella viendo cómo intenta comerlas.
El plan del búho funcionó perfectamente. La cigüeña metía una y otra vez su pico en la caña y cogía una buena ración de migas, mientras que Malauva lo intentaba con su hocico y no sacaba nada. Pero llegó un momento en el que la zorra perdió la paciencia y de repente cogió la caña con los dientes, la destrozó y se comió todas las migas.
El búho permaneció la noche entera pensando de qué forma podrían dar un escarmiento a la zorra y al final tuvo una idea. Al día siguiente el búho explicó a la cigüeña lo que debía hacer. Después fue Picorrojo y habló con Malauva:
- Comadre, vengo a contarle me han invitado a una boda en el cielo. Va a ser un festín. Habrá pavo relleno, gallina en pepitoria, pollitos dorados, queso, gorrinos al horno… Lástima que usted no pueda venir… a no ser que quiera subirse a mis espaldas. Yo podría llevarla si quiere venir.
- ¡Claro que quiero! - dijo Malauva relamiéndose sólo de pensar en toda esa comida.
Así que se subió la zorra sobre las alas de la cigüeña y ésta echó a volar. Al rato dijo Picorrojo:
- ¡Ay! Creo que tiene pulgas
- ¿Yo? ¿Nada de eso! - dijo la zorra
- Yo sólo sé que me pica mucho la espalda así que agárrese bien que me voy a sacudir
Al sacudirse la zorra la cigüeña salió volando y por los aires. Menos mal que tuvo la suerte de caer encima de un arbusto y gracias a eso salió viva.
Cuando regresó a su madriguera hecha trizas y llena de heridas se encontró con el búho.
- ¿Qué? ¿Cómo ha ido la boda?
- Bien, pero si salgo de ésta ya le digo que no iré a mas bodas en el cielo.
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