Erase una vez, en la almena más alta de un castillo, un humilde hombre, pidiendo limosna a los nobles que vivían en la corte.
Todos les miraban con una cara de asco y se reían de él. Pero este, no se dejaba llevar por los malos comentarios y seguía intentandolo.
Tenía que conseguir dinero pronto, pues su familia estaba hambrienta.
Un día, el rey puso un cartel diciendo que daría tres sacos de monedas de oro a quien encontrara a su hijo raptado por el temible hechicero Óngliam.
El humilde hombre del que habíamos hablado se presentó a la búsqueda del principe heredero.
Empezó a buscar por el bosque maldito, del que se decía que allí vivía alguien malvado.
Al final se tuvo que marchar, porque no encontró nada. Después de investigar por otros muchos sitios, llegó por fín a la montaña de la isla prohibida.
Entró, y oyó un ruido extraño: era algo que se deslizaba por una roca.
Cuando fue a mirar, se dió cuenta de que eso no era nada más ni nada menos que una espada. En ella se había grabado el siguiente mensaje:
"El poseedor de esta espada, será el que liberará al mundo de la crueldad, así pues confiamos la espada Magna a tí, salvador de las tierras."
Poco después, nuestro protagonista distinguió una voz áspera.
Se acercó y se vió frente al hechicero, se sumieron en un feróz combate, el terrible mago disparó una bola de poder sobre él.
Pero gracias a la espada Magna, la bola rebotó dandole así al hechicero.
El príncipe fue rescatado, el hombre pudo dar de comer a su familia durante ese día hasta siempre.
Y al final todos quedaron satisfechos con el hayazgo de nuestro protagonista. Y en la espada se grabaron como por arte de mágia estas palabras:
"Colorín colorado este cuento se a acabado"