CAPÍTULO – 2
“Una Cuestión de Honor”
Una vez que se retiran los dos guardias de seguridad del hotel ella sale presurosa.
Julieta - ¡Taxi, Taxi!
Rubén - ¿Qué estas haciendo?
El taxi se estaciona.
Julieta abriendo la puerta del taxi – Me voy. Un placer haberte conocido.
Cierro la puerta del taxi.- Disculpe señor. La señorita se queda.
Le doy veinte dólares americanos para que se vaya..
Llama a otro taxi.
La tomo de los hombros - ¡Ya basta!
Julieta - ¿Quién te has creído que eres?; ¿Con qué derecho me besas a tu antojo?... bla... bla... bla...
Todo cuanto me dice es verdad.
Rubén – Tienes razón, debí controlarme. No te vayas. Dame una oportunidad yo te juro que...
Julieta – De acuerdo. Pero tu juramento no me sirve. Quiero tu palabra de que no volverás a besarme y que me tratarás con respeto.
Me pongo serio. Puedo ofender a Dios jurando en vano pero MI PALABRA ... si se la doy estaré atado por mi honor.
Como celta que soy siempre honro mi palabra.
Retrocedo meneando mi cabeza en gesto de “no”
Julieta se voltea y levantando su brazo - ¡Taxi!
La giro hacia mí – Por favor no te vayas.
Julieta - ¡Tu palabra!
Rubén – La tienes.
Ya me siento como un perro al que le han puesto el bozal para que no muerda.
Seré un arrogante y engreído y todo lo que me dijo pero no faltaré a mi palabra y eso ya me amargó el día.
Soñé tanto con tenerla, mimarla, besarla, consentirla... tal vez me excedí con ella, eso es cierto. Como sea creo que ya se “pudrió” todo.
Ella me observa cavilar y se da cuenta de que algo ya no anda bien.
Julieta - ¿Me invitas a almorzar?
Rubén con mucha resignación y desánimo - ¡Por supuesto, vamos!
La invito a “La Cala” un hermoso restaurante sobre un acantilado con vista al mar. Su especialidad son los mariscos a la parrilla, paellas y cazuelas de pulpo, etc.
De mutuo acuerdo pedimos “paella”. Elijo de la carta un Chardonay.
Durante todo el almuerzo me la paso viendo el mar desde nuestra mesa ... Si... No...Claro... esa es mi conversación. No está resultando como lo imaginé.
Ella intenta animar la conversación pero yo no llevo el hilo, no se lo que dice... solo quiero terminar el maldito almuerzo e irme.
A la hora del postre pide un helado, yo un café.
De repente se escucha una fanfarria y alguien por los altavoces anuncia que la pareja de la mesa “34” ha sido favorecida con una noche en la discoteca “Yesterday” con todos lo consumos gratis.
Invitan a la pareja a acercarse para recibir el premio.
Julieta y yo aplaudimos junto al resto de los comensales y estamos atentos para ver la cara de los agraciados.
El mesonero se nos acerca y nos dice - ¡Son ustedes!
Julieta, como todo español, hace gala de su contagiosa alegría. Levanta la mano con la cuchara con que come su helado y exclama - ¡Olé...!
Sonríe eufórica y hace que me contagie de su alegría.
Juntos vamos a recibir el premio.
Con las entradas en una mano y el bono de consumo en la otra se abraza de mí y me besa. No le respondo al beso... le di mi palabra.
El que no respondiera a su beso hace que luzca “desilusionada”.
Saludo al señor que nos entregó el premio y luego la tomo de la mano y regresamos a la mesa en medio de los aplausos de los presentes.
Ya en la mesa Julieta - ¿Qué te pasa?
Llamo al mesonero y le pido dos cafés.
Rubén – Creo que no debí venir a España. Desde lejos todo era más bonito. Soñaba contigo. Todo era tan romántico que tal vez te idealicé o tú a mí.
Julieta – Tienes razón quizás cometimos un error. Tú por tomarme como un objeto de tu propiedad y yo por obligarte a no ser tú mismo. Te libero de tu palabra ya que ese fue mi error..
Rubén – Sí, ambos nos equivocamos. Por mi parte me disculpo por los excesos y de verdad siento que lo nuestro (si alguna vez hubo algo nuestro) se termine de esta manera...
Gracias por liberarme de mi honor comprometido. Lo tomaré como un regalo de despedida.
Julieta tiene sus ojos llenos de lágrimas.
Un señor acompañado de otro con una cámara - ¿Rubén y Julieta?
Rubén – Sí. ¿Qué se les ofrece?
Julieta toma una servilleta de papel se limpia las lágrimas y arruga el papel entre sus manos. Con un gesto rápido de su cabeza acomoda sus rubios cabellos cubriendo parcialmente su rostro. Dibuja una sonrisa.
El señor – Permítanos tomarles una foto. Es para la galería de fotos de la Discoteca Yesterday. ¿Podrían acompañarnos al mirador?
Miro a Julieta. Asiente con la cabeza.
Salimos al mirador.
El señor – Tómela por la cintura Rubén y usted a él Julieta.
El fotógrafo dispara la primer foto.
El señor – Ahora pónganse frente a frente... Abrazados, vamos.
Nos miramos a los ojos. Ella trata de controlarse pero no puede... sus lágrimas ruedan por sus mejillas.
El señor – Una sonrisa Julieta... así, muy bien.
Otra foto.
El señor – Rubén bese a su novia.
Pero será posible. ¿Y ahora?
La miro. Ella sube sus hombros como diciendo... no hay opciones.
Me acerco a ella viendo siempre sus ojos. Me doy cuenta que realmente antes la traté de forma inadecuada al besarla atropelladamente. Me doy cuenta que fui un bruto que ella no se merecía ser arrollada por mi arrogancia.
También siento que es demasiado tarde para disculpas porque mi actitud no puede ser disculpada.
Estoy a un centímetro de sus labios. De sus ojos siguen brotando silenciosas lágrimas.
La beso... pero este beso es diferente a aquellos otros. Es mi alma y la de ella.
¿Pero qué me está pasando? No logro enfocar mi vista. Veo todo borroso.
¡LÁGRIMAS!
Dejo de besarla.
Yo pertenezco a las tribus celtas. Guerreros temidos.
Soy un celta maldita sea. Yo no puedo estar llorando. No puedo... no debo...
Veo mis manos con horror... allí están.
Miro a Julieta – He deshonrado a mi familia, a mis antepasados...
Seco con vergüenza mis lágrimas.
Ella toma mi cara entre sus manos como quien sostiene un cáliz y me besa con una ternura infinita. Como si bebiera de mí la tristeza que ya empieza a embriagarnos de amor...
(Continuará)
Es un relato excelente, con sentido y demuestra la necesidad de que la conservaciòn de los valores te hace compatible a quien esperas que te quieran. Por lo expuesto, el relato tiene para rato, tiene bastante realidad e imaginaciòn si asì fuera. Continùa y FELICITACIONES