Dame una señal, algo que mi torpe mente entienda como verdadero, te lo pido, dame un señal, no me mantengas en esa duda...
silencio.
Necesito esa señal, si no me la das seguiré atada al nudo de la distancia, convencida, ahogada en sombras, en las sombras del no saber cómo ni porqué suceden las cosas, de los actos sin motivos, como si fueran parte de un teatro, de una mascarada en la que yo no tengo cabida, no encaja mi pequeño cuerpo, ni mi pensamiento, mucho menos mi alma...
silencio sobre silencio
Si no puedes darme esa señal, algo tan escaso como un atisbo o un rayito de luz, mis ojos no te verán nunca más, mis párpados se mantendrán cosidos a la inconsciencia y cada gota derramada no será fruto de un llanto comedido sino el alimento de una frustración desbocada gota a gota.
silencio amontonado...
Ok, de acuerdo, lo comprendo, no puedes, en realidad ni tú mismo sabes cómo conectar conmigo, te comprendo, no, no me digas nada, no me hace falta que hables, sin esa señal, continuaré señalada, señalada y callada, por fuera... por dentro...
un ruido... ensordecedor... un trueno
¿cómo dices? ¿qué, qué? habla más alto... no te oigo...
No hombre eso no, no te pongas a llorar ahora, no es para tanto. Venga, así está mejor, más calmado te encuentro más lindo, como más cercano, hablemos ahora, dime, ¿porqué no quieres hablarme?
calma silenciosa, silencio mojado.
Ah, ya comprendo ahora, no puedes, tienes que irte, siempre con prisas por irte y dejarme, así, sin nada más que un beso lanzado al aire para que yo lo atrape entre mis sentidos, pero ya soy muy mayor, ¿no tienes algo más real para mi?... ¿Cómo?, siempre hablas tan raro que no entiendo lo que escucho, no chispees ¿qué tratas de decirme?
De repente acercándose un enfermero de bata blanca hasta la dama:
Vamos, buena mujer, ya ha estado usted descansando un buen rato, está lloviendo y está usted tan empapada, va a terminar cogiendo un resfriado, hay que volver ya a la habitación, se ha hecho muy tarde. Y dígame... ¿con quien hablaba?
Con las nubes, todos los días les digo que tengo ganas de volver a ver a esa estrella Azul que una vez ví, pero nunca me hacen caso, siempre llueve...
Ya, dijo el enfermero, estamos en temporada de lluvias, es normal por aquí.
Y con extrema delicadeza, el enfermero añadió: hoy no ha visto su estrella Azul pero quizá algún día venga y la vea... seguro que mañana la ve, no tenga prisa, ya verá como mañana...
Mañana siempre mañana, es una excusa tonta, no sé si tendré horas para un mañana, cada vez estoy peor, me duele todo... las nubes siempre me la tapan, me he enfadado con ellas, les he dicho que quiero ver esa estrella Azul de nuevo pero siempre me dan largas...
Ya, ya, buena señora, pero ya verá como mañana...
No me engañe, vosotros los jóvenes pensáis que podéis engañar a una vieja solo porque es vieja, yo tan solo pido ver la estrella ¿pido mucho?, hace muchos años se acercaba a saludarme, sin que yo pidiera nada...
Mañana la verá, seguro.
¿de veras que me lo promete?
Sí, yo se lo prometo, usted descanse ahora y mañana verá a esa estrella.
No lo creo, ya me quedan pocas fuerzas y mis ojos están cansados..., - pero en un arrebato de rebeldía la mujer añadió:
Aunque es verdad que la estrella Azul me prometió venir a verme cuando estuviera muy cansada... tengo que verla mañana... no puedo perder la esperanza, es lo único que me queda...
Y llegando a la habitación y recostada ya en la cama, le dijo al enfermero
¿apostamos?
Vale, dijo el hombre en tono sarcástico, a ver qué quiere apostar.
Si mañana cuando amanezca brilla una hermosa estrella Azul, hummm, veamos, yo estaré muy contenta pero tal vez muy cansada así que me gustaría que me tratara todo el día como a una princesa, mimándome y peinándome, como a una muñeca, como si fuera algo muy valioso para usted que ha de cuidarse ¿acepta el trato?
Trato hecho, dijo el enfermero para dejar tranquila a la mujer, pero ha de prometerme, añadió el enfermero, que si mañana, por lo que sea, no vemos esa estrella Azul, llueva o haga Sol, no volverá a tener esas conversaciones tan extrañas con las nubes ¿estamos de acuerdo?, dijo el enfermero intencionadamente.
Hummm, pensó la anciana unos momentos... estoy de acuerdo, dijo finalmente, sellemos pues el pacto.
Y diciendo esto ambos se estrecharon las manos.
Ah, aquella hermosa estrella Azul, seguro que mañana no la veré, no la podré volver a tocar nunca más con mis manos... dijo la mujer con abatimiento mientras se recostaba en su cama... y dirigiendose a su compañero de habitación, un señor de avanzada edad que apenas veía pero que escuchaba perfectamente, le dijo:
Como es esta juventud...
¿a qué se refiere?, dijo el buen hombre.
verá, he apostado con ese enfermero a que mañana por la mañana veremos una estrella Azul, pero yo sé que eso es imposible...
¿Porqué cree que es imposible?
Ay, si yo te contara, porque yo siempre llamo estrella Azul a mi amado, esa persona que un buen día sin darme cuenta inundó de color mi vida y mi alma, desde entonces solo vivo pensando que un día me reencontraré con él, juntaremos nuestras manos y sin decirnos nada miraremos al cielo y veremos juntos esa estrella Azul... me ha prometido, añadió la anciana, que un día vendrá a buscarme y subiremos a jugar con las estrellas y a escondernos en las nubes, y nos tumbaremos al Sol y haremos el amor bajo la Luna. Estoy ya muy muy cansada, sé que se agotan mis fuerzas, dijo la anciana volviendo a la realidad... ojalá venga a buscarme mañana... buenas noches, buen hombre, descansemos...
A la mañana siguiente, encontraron a la mujer postrada en su cama, como dormida, con un gesto inerte pero de dulce quietud en su cara... y en su mano tendida sobre el lecho descansaba un arrugado papel...
al desdoblarlo el enfermero pudo leer con dificultad:
al final gané...y junto a las letras dibujado en grandes puntas una hermosa estrella Azul.
El enfermero con sumo cuidado y dedicación, enjuagándose las lágrimas, comenzó a vestir y a peinar a la dama.
El compañero de habitación, se levantó y con cuidado de que nadie le viera se fue a lavar las manos. Por un momento, el lavabo de la habitación de aquella Residencia de ancianos quedó salpicado con unas hermosas gotas de color azul, únicos testigos mudos de una esperanza...
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A veces pasamos la vida creyendo que nuestro compañero de cama estará junto a nosotros, nos dejará ver esa estrella Azul en ese último instante en que más necesitemos ser queridos, no estar solos, no perder la ilusión... tal vez sea cierto.
Eso es lo que deberiamos de desear todos, nuestra estrella azul en el cielo azul de nuestras azules vidas, pues para gris y negra ya está la tangible realidad... En fin, creo que es un bonito cuento con mucho sentimiento. ¡Ánimo para seguir así! -J. Francisco Mielgo-