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La falta y el respeto

 

Hace más de 20 años atrás, una persona me marcó una falta de educación. Fue simplemente la de dar un "buen día" antes de despacharse con alguien por los problemas mecánicos de un Renault 4 modelo 67 (mi primer auto que ya tenía 19 años de uso igual que yo en ese momento).
Recuerdo exactamente las palabras de esa persona, que luego de escuchar despacharme durante 5 minutos acerca de los problemas de la porquería de coche que tenía, y de mis urgencias y mis no sé cuántas cosas más... me miró con cara de "ordenemos las cosas del respeto..." y me dijo literalmente: "Buenos días ante todo... nooo???"...
Era el mecánico del auxilio que llegaba a asistirme, y en mi locura, omití darle el buen día. Oops¿ Cómo mierda fue que no dije buen día? ¿Cómo fue que no puse aunque sea un "que tal cómo le va?", cómo???... Fue tan elocuente y claro el sentido del comentario, que esa frase me bajó de 7 mil revoluciones a cero, y me cacheteó caballerosamente para simplemente obligarme a decir: "discúlpeme... estoy totalmente rayado y fui irrespetuoso... "Buenos Días... qué suerte que esta acá".

Pocos minutos después y luego de un diagnóstico rápido, hubo que colgar el coche en el gancho y acarrearlo. El trayecto comenzó por Martínez y debería terminar en Palermo, o donde se pudiera, dentro de los kilómetros que permitía el límite máximo de acarreo.

No recuerdo por dónde comenzó la charla en esa cabina de la Ford 350, con el Renault colgado atrás, pero sé que traté de alguna forma de componer la situación, ya que por algún motivo, me sentía que estaba totalmente en falta. Esa persona, seguramente habría pensado que yo era un tarado, creído, engreído y yo necesitaba vía "hipérbolas" demostrar que no era así.

La cabina, relativamente ruidosa, permitía una charla más entrecortada que otra cosa, donde yo no entendía la mitad de las cosas que me decía este hombre. Después de 40 minutos, o algo más tal vez, y habiendo contado la cantidad de problemas que tenía la carcacha que veníamos arrastrando, esta persona, comentó que en sus feriados y fines de semana, trabajaba como mecánico por su cuenta, y que podía revisar la “carcacha” si me parecía.
Si bien conocía varios talleres, algo me indicaba internamente que probara la "idoneidad" de ese hombre que de alguna forma, me inspiró confianza a partir de la confrontación del “buen día”. Quizás salir del "chanterío" de mecánicos de grandes talleres y con algo de suerte poder aprovechar de tener una especie de "mecánico de cabecera"... sin saber aún cuánto significaría.

- Cabe aquí un paréntesis, que tal vez dé un poco de tono a la anécdota... "Yo era un cheto de Shan ISHIDRO, pero nunca me creí diferente por eso, al contrario, si algo, me creía era limitado por mis orígenes, más que facilitado por ellos". De cualquier forma, se notó claramente que a mi "auxilio" no le importaba nada de dónde viniera yo. O sea... ¡no me discriminaba!... y mejor todavía, parecía no discriminar aún después de que la primera frase que me expresó, parecía lapidar cualquier chance de mantener un diálogo, y mucho menos una relación de mecánico - cliente.

Al sábado siguiente, con otra grúa estábamos dejando el coche en la puerta de su casa. Después que el auto estaba acomodado en la vereda, y ya con su caja de herramientas a mano... comenzó el prediagnóstico, el encendido, y el tratar de ver los problemas que eventualmente tenía la carcacha. Rato después, el diagnóstico era... hay que ver más. El auto está fundido, la junta de la tapa se quemó, sonaba el cigüeñal, y posiblemente había algunas válvulas que están totalmente hechas percha.

No me asombré. Por lo que había pagado el auto, solamente el hecho que tuviera motor y ruedas, ya era bastante. De cualquier forma, habría que ir desarmándolo y ver qué se presentaba. Había un presupuesto de aproximadamente 200 a 300 pesos en ese momento, más otros 300 de mano de obra, pero la verdad se vería recién cuando se abriera el motor, si no había sorpresas, ya que solamente al abrirlo se vería la realidad. El hecho de abrirlo ya implicaba el costo de mano de obra, y obviamente si había cosas peores, era mi decisión si se hacía o no el trabajo. así eran las cosas... decidí aceptar, y esperar el veredicto al sábado siguiente acerca de cuál era la verdad. Saludé, y me fui.

El jueves, suena el teléfono, y con voz pausada, escuché que ya había abierto el motor, había recorrido lo necesario, había notado algunos detalles adicionales, pero que todo estaría dentro del presupuesto.
Me preguntó literalmente si el arreglo era para vender el auto o para quedármelo, y recibí algunos comentarios adicionales acerca de qué otros pequeños detalles habría que aprovechar a hacerle en ese momento ya que si me lo iba a quedar, ahorraría en problemas futuros y tendría motor por lo menos por otros 2 años.
Antes de cortar, me avisó que salvo aviso en contrario y si le entregaba la plata para los repuestos dentro de las 24 horas, el auto estaría listo para el sábado o tal vez el domingo. Esa noche al salir del trabajo, tomé el tren, y le llevé la plata. Al llegar, me invita amablemente a pasar a su casa, me muestra los presupuestos que había hecho, los valores de los repuestos escritos, y me invita con un café mientras analizábamos el tema motor. En algún momento, me presenta a su esposa, a sus dos pequeñas niñas, y la conversación se prolongó por un largo rato. Pude percibir el orgullo de padre que tenia, su esfuerzo por ellas y la tranquilidad con la que convivía con su realidad. Supe que era originario del Chaco (si bien parecía un europeo nórdico), que la mujer era maestra, que las chicas eran su orgullo, y que bien o mal, había logrado y estaba en el lugar que podía, pero que principalmente, era responsable con lo que hacía, y que cuando tomaba un trabajo, lo hacía a conciencia.
Nunca supe, ni me pareció relevante saber. que nivel de educación tenía, porque la educación que mostraba era más que suficiente, y seguramente muy superior a cualquiera de los posgraduados que conozco.
Terminada la charla, el café, y habiendo rechazado alguna oferta de picar alguna cosita, me volví a mi hogar, esperando poder retirar el auto el fin de semana. El viernes a la noche me entero que el auto iba a estar listo al día siguiente cerca del mediodía. Horas después llego al lugar donde lo reparó (le prestaban un lugar para trabajos pesados en un taller de un familiar – si no trabajaba en el patio de su casa) y llegué justo minutos antes que terminara de ponerle el aceite nuevo, y llegara la prueba inicial de arranque del auto. No vi piezas, no vi nada más que el motor (que se notaba había sido sellado recientemente) y dándole arranque un par de veces, encendió y sonaba como un violín... cosa de mandinga... el motor parecía ser otro. No hacía ruidos. Salimos a probarlo, mientras recibía todas las recomendaciones del "ablande" y luego de un breve recorrido, ya estábamos, con el auto en perfectas condiciones y en la puerta de la casa nuevamente. Como era sábado, yo no quería incomodar, pero me ofreció pasar, ver las cuentas y llegar al número final. Accedí.
Otra vez, mesa de cocina/estar, mate, papeles, charla... cada repuesto comprado tenía su recibo, la suma de los trabajos hechos estaba escrita en el mismo papel inicial, y cada uno de los puntos fue comentado. Escuché atentamente. Sumamos el total, daba un número inferior al pactado, la mano de obra era un poco superior por alguna pieza y trabajo adicional, pero en el total había como un 10/15% menos. Pagué lo que debía, y a partir de ahí, terminado el tema laboral, seguimos charlando. Conté un poco de mi vida, escuché un poco de los otros, y fui invitado a comer algo con la familia. Ese lugar, esa mesa, con el tiempo y para mí, se transformaría en una especie de "lugar sagrado" donde podía sentarme a charlar, y compartir cosas con alguien que en ese momento aún, no tenía nada en común conmigo. Esa persona, hoy, si bien hace mucho que no tengo contacto directo, es alguien a quien a pesar de la diferencia de edad, siento como un "amigo". En ese espacio de una pequeña casa en Tigre donde en ese momento tomaba mate, no imaginaba ni "por las tapas" que algún día mis hijos estarían jugando, que pasaría de vez en cuando a saludar cuando estuviera cerca, y que por cuestiones de la vida de alguna forma estaría ligado a esa enseñanza maravillosa que hay que recordar siempre, el hecho de saludar respetuosamente a quien se nos cruza porque sin importar quienes somos, de donde venimos o hacia donde vamos, el mundo nos muestra que siempre hay personas que literalmente nos cruzamos por "accidente", pero que pueden pasar a ser algo relevante y que uno lleva siempre en el corazón!.

Datos del Cuento
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