Se oye un carruaje en el camino adormecido del día. Su polvoriento andar ahogó el último suspiro del sol. Ha llegado la noche en forma principesca. Bajan de él hermosas como nunca, la noche, la luna y las estrellas. Pronto dará comienzo la fiesta de la oscuridad. La noche luce su traje de gasa negra, la luna toda orgullosa luce su traje plateado y lentejuelas brillantes se han cosido las estrellas en sus vestidos de raso, para lucir aún mejor.
Ya comienza la reunión, la orquesta de los grillos interpreta los valses más curiosos; los bichitos de luz danzan al compás iluminando los rincones. El aroma de las flores se hace más intenso por el rocío de la noche que las baña. La noche, la luna y las estrellas se abrazan despertando con su baile al enojado silencio. La traviesa luna despertó con su soplo suave al pequeño arroyo y con él también despertaron todos los peces y los pequeños sapos remolones.
Las horas se fueron apagando, la noche se quedó dormida, la luna y las estrellas la acompañaron en su último bostezo. Han quedado muy cansadas. La fiesta de la noche concluyó para darle paso a un nuevo amanecer. A lo lejos se empezaba oír el maravilloso canto de los pájaros, mientras el sol todavía soñoliento, ofrecía de a poquito su calor.