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La gran hazaña de Supergato

Había una vez una casa abandonada en la que vivían muchos gatos vagabundos. Al lado había otra casa también abandonada en la que vivían muchos perros callejeros. Perros y gatos eran vecinos, pero no se podían ni ver. Si alguna vez se cruzaban, la pelea era segura.

Supergato, el líder de los felinos, era el que se encargaba de que sus compañeros los gatos salieran airosos de las luchas con los perros, mucho más fuertes y grandes que ellos.

La casa de los perros era mucho más vieja que la de los gatos, tanto que un día vieron que empezaba a derrumbarse y decidieron que lo mejor era echar a sus vecinos los gatos de su casa y quedarse a vivir en ella.

Pero los gatos resistían, gracias a Supergato, que se ocupaba de ahuyentar a los perros.

Cansado de tanta pelea, Supergato decidió ir a hablar con los perros para firmar una tregua. Supergato, que era muy listo además de fuerte, tenía una idea.
- Estimados vecinos -empezó a decir Supergato a los perros-, sabemos que vuestra casa está muy mal, pero eso no os da derecho a echarnos de la nuestra.
- ¡Acabaremos contigo y luego será pan comido deshacernos de tus amigos! -dijo uno de los perros.
- Un momento. No es necesario utilizar la violencia para solucionar esto -continuó diciendo Supergato-. Si no volvéis a atacarnos más os ayudaremos a buscar otra casa 
- Es listo este gato -dijo en voz baja uno de los perros-. 
- Yo no me fío. Aquí debe de haber "gato encerrado" - dijo otro de los perros mientras todos reían por la broma.

Pero justo en ese momento la vieja casa empezó a temblar.

- ¡A cubierto! -se oyó gritar.

En pocos segundos, la casa se había venido a abajo, dejando a algunos de los perros sepultados bajo la piedras de la casa.

Supergato, ágil y rápido, había conseguido salir ileso. 

- ¡Socorro! ¡Ayuda! -decían los perros.

Los gatos habían salido fuera de casa para ver qué pasaba tras oír el ruido.

- ¡Dejémoslos ahí sepultados! ¡Así no nos molestarán más! -dijo un gato.

Pero Supergato no estaba dispuesto a dejar ahí a sus vecinos. Piedra a piedra, Supergato empezó a quitar los escombros que mantenían sepultados a los perros.

- ¿Pero qué haces? ¡Déjalos ahí! - decían algunos gatos.
- Son nuestros vecinos. No podemos dejarlos así. Ya arreglaremos esto con ellos después -contestó Supergato.

Poco a poco, los demás gatos empezaron a ayudar a su líder, hasta que consiguieron sacar a todos los perros.

Los gatos acogieron a los perros en su casa, los cuidaron y les curaron las heridas. 

Ese día Supergato logró su mayor hazaña: consiguió que perros y gatos se entendieran.

Los perros, agradecidos, decidieron no volver a molestar a sus salvadores, que se sentían muy orgullosos de haber ayudado a sus vecinos.

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