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La habitación desordenada

Un domingo por la mañana, la mamá de Carlos fué a despertar a su hijo y subió las escaleras de la casa para entrar en su habitación. O lo intentó. Porque había tal desorden en él, que sólo pudo asomar la cabeza por la puerta. Carlos, que ya se había despertado, estaba sentado en medio todo ese desorden leyendo tranquilamente un libro.

.- Pero como puedes tener así la habitación, dijo mamá. Es necesario ordenarlo todo y poner cada cosa en su sitio.

.- ¿Por qué? Preguntó Carlos.

.- ¿Por qué? repitió su madre con claros signos de enfado. Porque no se puede tener un desastre de como el que tu tienes aquí, cuandos las cosas no se guardan en su sitio se rompen, se pierden y cuando vas a buscar algo que necesitas con urgencia y rapidez jamás se encuentra. Quiero que te pongas inmediatamente a ordenar, y no puedes jugar hasta que acabes.

.- Pero mami, estoy muy ocupado, argumentó Carlos, “y además es muy aburrido hacerlo yo solo. ¿No me puedes ayudar?
.- No, no puedo, yo tambien estoy muy ocupada. “Pero te voy a dar un bonito premio si haces un buen trabajo. Su madre se fué y Carlos obediente se puso a ordenar todo su cuarto.

Cuando su mamá volvió, se quedó asombrada, no había ningún rastro de juguetes, libros o ropa. Todo había desaparecido.
Estoy impresionada y muy contenta, dijo mamá. Pero voy a inspeccionar detenidamente tu trabajo más tarde para ver si todo esta tan perfecto como parece .
Fue muy fácil, dijo Carlos.

.- ¿Puedo tener ahora mi premio ahora?
.- Muy bien. Sácalo del cajón de la cocina, puedes coger una piruleta y varios chicles.
Cuando llegó a la cocina, se acercó a la cómoda y abrió el cajón que le había dicho su madre y buscó las golosinas.

.- ¿Ha habido suerte? Preguntó su mamá.

Carlos sacudió la cabeza.

.- Tienen que estar en el fondo del cajón, dijo. Vamos a tener que echarle una mirada más detenida.

Sacó el cajón y se lo llevó a la mesa. Carlos se arrodilló encima de una silla para mirar dentro. Había un montón de cosas aburridas como grapadoras y recetas de cocina, pero había un montón de cosas interesantes.

.-¿Qué es esto? Preguntó Carlos, sosteniendo una botella de plástico llena de un líquido rojo. Su madre se rió.
Es sangre falsa, la tenemos guardada desde una fiesta de Halloween de hace varios años. Tu padre y yo te llevamos vestido como un bebé vampiro. Estabas realmente aterrador.

.- No me acuerdo de eso.

Carlos continuó mirando y encontró algunos dientes de vampiro, una cara pintada de blanco, uñas de plástico para las manos de una bruja y gel para el cabello. Mamá sacó una peluca de pelo brillante. Era de color verde y tenía muelles que colgaban de la parte superior y que acababan en unas bolas tambaleantes de múltiples colores. Las bolas eran de trocitos de cristal y con la luz se veían múltiples colores. Se la puso en la cabeza mientras seguían mirando. Carlos encontró unos elásticos del pelo muy brillantes que hacían juego con la peluca. Le puso un montón de esos elásticos formando pequeños racimos por toda su cabeza y ambos se reían a carcajadas.

Me acuerdo de esto, dijo Carlos mientras sacaba una bolsa de plástico. Esto es de mi disfraz de pirata. En el interior había un parche negro para el ojo, un falso bigote negro y unos grandes pendientes de oro.
Le quitó el forro pegajoso al bigote postizo y se lo puso en el labio superior, luego encontró un pincel en el cajón y su madre le pintó una cicatriz roja por su mejilla usando la sangre falsa, que le daba el aspecto de ser un feroz pirata. Con el parche y los pendientes estaba perfecto.
La madre de Carlos cogió el blanco de la cara y se lo puso por toda la suya, con la sangre falsa se untó debajo de los ojos y la boca y parecía como que estaba saliendo de los ojos y la boca, se puso los dientes de vampiro y metió los dedos en los dedos de bruja que se habían encontrado. “Mamá tú sí que das miedo exclamó Carlos sin poder parar de reir. Ella hizo ruidos de miedo dirigidos a su gato, que la miro con indiferencia y se siguió lavando a sí mismo en su recipiente de agua.

De pronto vió una cosa gomosa plana.

.-¿Qué es esto mami?
Es un cojín de la risa, dijo mamá. Te tienes que sentar en él y entonces hace ruidos muy, muy groseros.

De repente se oyó un golpe en la puerta trasera. Una voz gritó. Hola, soy yo. Me he quedado sin azúcar.

Era su vecina, la entrometido y cotilla señora Alicia. Ella siempre estaba quejándose de todo y criticando a todos.

La señora Alicia entró en la cocina. Su boca se abrió.

.- Querida podrías darme un poco de azúcar para mi pastel, y de paso vigila a tu gato para que no entre en mi casa, que la última vez se comió parte del pastel.
Justo en ese momento, Carlos se sentó en el cojín de la risa y dejó escapar un enorme ruido, que no tenía nada que envidiar a un trueno enorme. El gato pegó un saltó, y salió corriendo a toda velocidad con el pelo todo erizado y super asustado.

.- Bueno! dijo la señora Alicia y salió corriendo de la habitación y de la casa.
Cuando la puerta se cerró de golpe Carlos y su mamá se echaron a reír hasta que el bigote se le cayó del labio y los dientes de vampiro de su madre salieron despedidos de su boca con tanta risa.
Carlos se sentó en las rodillas de su mamá.

.- Es divertido hacer esto juntos, dijo.

Tal vez. Pero todavía no hemos encontrado las chuches que tenía aquí. Ambos miraron el enorme montón de cosas que se distribuían por toda la mesa de la cocina.

Bueno, ya ves cómo las cosas se pierden, o se rompen, cuando no están ordenadas y en su sitio. Pero, ¿qué voy a hacer con todo esto?
Yo sé, es muy fácil, dijo Carlos y cogiendo todas las cosas que estaban sobre la mesa las fue poniendo tal como las cogía dentro del cajón de la cocina. Cuando acabó de hacerlo cogió el cajón y volvió a ponerlo en su sitio. “Ya está todo ordenado
Su mamá le miró con recelo y pensado como había ordenado su habitación.

.- Vamos a inspeccionar tu cuarto ahora, ¿de acuerdo.

Carlos la siguió escaleras arriba, y al entrar vieron como el gato estaba sentado enfrente del acuario de peces mirando con nerviosismo como estos nadaban. Corrió bajo la cama cuando vio a Carlos y a su mamá entrar. Esta se arrodilló y levantó la manta de la cama para sacarlo. Entonces descubrió que debajo estaban un montón de juguetes, libros, coches, camisas y zapatos, tazas de plástico vacías y envoltorios de chocolatinas y por último un sándwich a medio comer en un plato.

.- Carlos! ¿Qué es todo esto?
Es mi cajón de cocina ordenado, dijo. Ella no pudo evitar reír y le envolvió con sus brazos dándole un enorme beso. Vamos a ordenar tu cajón juntos ahora.

 

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