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Categoría: Historias Pasadas

La herencia del abuelo

El abuelo se alegró mucho de que lo fuera a visitar a su casita del asilo. Tenía un brillo en sus ojos que mostraba una alegría infinita. Hacía mucho tiempo que no lo veía en ese estado de ánimo. Me hizo pasar a su dormitorio que como siempre estaba repleto de libros. Sacó un libro viejo viejísimo de un color marrón rojizo, grande y lleno de puntitos blancuzcos como si un ejército de polillas hubiese intentado darse un banquete pero que por alguna razón abandonó su cruzada. La portada ya no revelaba el título del libro. Lo único visible era el número 26 en la parte inferior. Asumí que ésta era la fecha de publicación pero por el estado de deterioro no sabía si era 1826 o 1726, o tal vez anterior.
El interior del libro lucía sus páginas amarillentas, quebradizas y llenas de palabras y diagramas muchas veces incompletos. El libro estaba escrito en español aunque citaba a menudo frases y párrafos completos en otros idiomas entre los cuales pude distinguir el latín y me imagino que el griego o algún idioma eslavo.
Con la precisión de un cirujano experto, el abuelo abrió el libro en una página que contenía una especie de tabla en donde, según me explicó, podía saberse cuándo y dónde las personas reencarnarían. En su caso, esto ocurriría en los próximos treinta años en un país bien al norte y su apellido sería algo así como Smitts. Le pedí que me diera detalles de cómo él podía estar seguro de lo que me contaba, pero me dijo que no tenía tiempo de explicármelo dado la complejidad de sus interpretaciones del libro en cuestión.
El abuelo me dijo que me confió este secreto a mí sobre todos sus nietos ya que desde pequeño se dio cuenta de que yo era el único que había heredado su mismo afán por la lectura y su afán investigativo. Al despedirme de él no sé por qué tuve la impresión de que ésta era la última vez que nos veríamos. Ya en el portón de salida nos dijimos adiós con la mano. En ese instante supe que gran parte de mi vida la pasaría entre textos viejos y viajes tratando de corroborar las inquietudes de mi abuelo.
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