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Categoría: Terror

La inspiración de Vincent

La mansión parecía vacía. Los pasillos que la poblaban guardaban absoluto silencio, y todas las habitaciones estaban en soledad, excepto dos. En una de ellas, situada en la primera planta, dormía la preciosa Leonor, sobre una enorme cama de grandes y ornamentados visillos. En la otra, en la zona del ático, meditaba su marido, Vincent, acerca de cómo comenzar un nuevo cuento para escribir. Él prefería estar allí, solo, en una austera habitación sólo adornada con una mesa que le servía como escritorio. Sobre ésta, unos papeles garabateados con posibles tramas para una historia, una pluma, un tintero, un vaso de vino y una vela ya medio consumida, que le daba a la habitación un aspecto tétrico que a Vincent le inspiraba. Por encima del escritorio, que se hallaba pegado a la mugrienta pared, se erguía un ventanal por el que Vincent se quedaba mirando desde su asiento cada vez que se quedaba en blanco; como ahora.
Era ya de madrugada, y Vincent ya llevaba un buen rato pasmado ante el paisaje que se extendía tras la ventana, un paisaje algo triste de campos y árboles secos y de montañas lejanas. Vincent estaba mirando el camino que salía de la cancela de su propiedad, y que se perdía a lo lejos, hasta llegar al único sitio que él era capaz de distinguir y que tenía árboles verdes; el cementerio. Observando el triste y empedrado camino le asaltó una musa de inspiración y tomó la pluma, comenzando a escribir ilusionado sobre uno de los pocos papeles en limpio que había sobre el escritorio. Empezó describiendo un cementerio lúgubre, y fue narrando cómo una noche comenzaban a levantarse los muertos de sus sepulturas y salían en busca de carne humana. Pero, tristemente, Vincent no sabía nada de lo que iba a ocurrir en la realidad, en aquel cementerio lejano al que llevaba el camino.
Allí, en mitad de la oscuridad más absoluta, y sólo con el sonido de las hojas de los árboles, bailando al son del viento frío de la noche, la tierra sobre una de las tumbas comenzó a moverse. Poco a poco, se fueron abriendo paso unas manos putrefactas, y, poco después, el cuerpo medio descompuesto de un hombre amortajado salió a la superficie desde su tumba. Y no fue el único, ya que de las tumbas cercanas fueron saliendo cadáveres a cuál más espantoso, que se iban acercando lentamente hasta la verja de entrada al cementerio. La terrible procesión salió del cementerio y comenzó a avanzar por el camino en dirección a la mansión (en busca de carne humana).
Vincent estaba ensimismado en su historia. No había levantado la cabeza de los papeles desde que comenzó a escribir con aquella inspiración macabra. Pero le sobrevino una enorme sed, y paró para tomar un trago del vaso de vino. Soltó la pluma y tomó el vaso. Cuando levantó la cabeza para beber, el vaso se le resbaló de los dedos, derramando todo el vino en los papeles, mientras él se quedaba mirando por la ventana con una mueca de pavor en el rostro.
Una fila de lo que parecían muertos vivientes avanzaba por el camino, con un caminar lento y eterno. Vincent, lleno de terror, bajo la mirada hacia lo que había escrito, ahora empapado por el vino, y volvió a mirar a aquella fúnebre comitiva, no dando crédito a sus ojos. Notó que muchos habían traspasado ya la cancela y estaban en su propiedad, acercándose a la mansión. Dios santo, puede que ya hayan entrado aquí, pensó. Y preso del horror, se levantó, tomando la vela con una mano. Pero, cuando se giró para encarar la puerta de la habitación, oyó un grito de terror que le paralizó unos segundos. Provenía del piso de abajo. Oyó a su mente que gritó «Leonor» y corrió escaleras abajo.
Cuando llegó a la habitación la puerta estaba cerrada. Con la mano que le quedaba libre, abrió la puerta tembloroso. Casi dejó caer la vela cuando contempló aquella escena. Varios de esos zombies estaban allí dentro, inclinados en la cama sobre el cuerpo de su amada, devorándola. Le invadió una arcada de repugnancia ante lo que veía, así como una oleada de tristeza. Desvió la vista con lágrimas en los ojos y vio al fondo del pasillo más de esos seres subiendo la escalera y acercándose a él.
Avanzó hacia ellos y se abrió paso hasta bajar por la escalera, infestada de esas cosas, de las que se zafaba como podía con golpes y empujones. Cuando llegó al piso de abajo observó horrorizado que seguían entrando por la puerta principal montones de cadáveres andantes. Poco a poco, se dieron cuenta de su presencia y fueron dirigiéndose hacia él. Le estaban acorralando y salió corriendo hacia el gran salón. Cuando llegó allí, vio la puerta que comunicaba con la cocina, donde había otra salida de la casa. Se dirigió aprisa hacia ella, mientras algunos zombies entraban en la habitación en su busca. Antes de cruzar la puerta, se frenó y observó la enorme cortina que escondía la gran ventana del salón. Acercó la llama de la vela hasta ella y vio como comenzaba a arder antes de entrar en la cocina. Allí tomó la salida trasera de la mansión y, una vez fuera, cerró la puerta con el pestillo. Volvió a la puerta principal, y viendo que parecía que habían entrado todos en la casa, la cerró con llave.
Se alejó del lugar y observó a la mansión consumiéndose entre las llamas que se habían extendido por toda la casa, con aquellas cosas dentro. Pensó en Leonor y lloró, pero al momento se recuperó, porque recordó que el único camino que le llevaba a la civilización cruzaba el cementerio…
Datos del Cuento
  • Autor: Athus
  • Código: 9095
  • Fecha: 18-05-2004
  • Categoría: Terror
  • Media: 6
  • Votos: 35
  • Envios: 0
  • Lecturas: 4493
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