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La invención del inodoro

Lucía estaba jugando tranquilamente en su habitación cuando su hermana Cloe apareció de repente. 

-Luci, pipí -dijo la pequeña Cloe.

-Vamos, que te ayudo -dijo Lucía.

Cloe era pequeñita y todavía usaba pañal, pero a veces se daba cuenta y, antes de hacerse pis encima, pedía ayuda para ir a hacer pis en el retrete.

En ese momento llegó mamá, que hasta hacía un momento había estado hablando por teléfono.

-Vaya, la pequeña Cloe ha vuelto a visitar el váter-dijo mamá-. Gracias por ayudarla, Lucía.

-De nada mami -dijo la niña-. Por cierto, ¿de dónde viene el nombre de váter? 

-Del inglés water-closed. Ya sabes que el español se lee igual que se escribe, y hasta hace un tiempo usábamos esa misma regla para leer cualquier otro idioma.

-¡Qué curioso! -dijo Lucía-. Con la cantidad de nombres que tiene y nos quedamos con esa. Pudiendo llamarlo inodoro, retrete, letrina… 

-Hay muchas formas de llamarlo, es verdad -interrumpió mamá. Cuando Lucía se ponía a buscar sinónimos nunca se sabía dónde iba a terminar. 

-Por cierto, ¿quién inventó el inodoro? ¿Qué hacía la gente antes de tener un lugar limpito para hacer sus necesidades?

-El inodoro se inventó en el año 1589. Fue el escritor inglés Sir John Harrington, ahijado de la reina Isabel I, el que diseñó el primer inodoro. No es que fuera un inodoro tan avanzado como los que tenemos ahora, pero incorporó una cosa fundamental: un depósito de agua. Eso ayudaba a limpiar la cubeta donde la gente hacía sus cosas.

-La verdad, mamá, me dejas de piedra -dijo Lucía-. Pensé que era un invento más moderno, la verdad.

-¡Vaya! ¿Por qué? -preguntó mamá. 

-El abuelo me contó hace poco que sus padres, de pequeños, tenían que hacer sus necesidades en el corral, y que pasaban un montón de frío en invierno. 

-Bueno, que las cosas se inventen no quiere decir que estén al alcance de todo el mundo, o que todo el mundo sienta la necesidad de tenerlas -dijo mamá.

-Como ese iphone que llevo meses pidiéndote, ¿no? 

-Exacto, no es que no tenga dinero para comprártelo, es que no considero necesario que una niña de nueve años tenga móvil, y menos uno tan caro. 

-Lo he captado, mami -dijo Lucía-. No tener móvil no es comparable a no tener inodoro en casa. 

Mamá rió con ganas la gracia de su hija.

-Vamos a merendar, chicas, tengo algo especial -dijo mamá.

Lucía no volvió a insistir en lo de su móvil en todo el día, pero no dejó de pensar en cómo sería la vida sin un cuarto de baño en casa. Al fin y al cabo, con móvil o sin él, era afortunada. Todavía hay mucha gente en el mundo que no tiene bañera ni inodoro.

Datos del Cuento
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