Si vives en una gran ciudad, es posible que te cueste mucho trabajo creer en historias de brujas, fantasmas y seres sobrenaturales, dado que justamente en esas zonas del mundo la gente tiene acceso a más fuentes de información, lo que hace que a menudo tachen a estos relatos de meros sucesos creados en la mente de alguien.

De hecho, yo pensaba lo mismo hasta que me contaron una cosa que nunca voy a olvidar. Sucede que mi amiga Nayeli me invito a hacer una excursión por los pueblos mágicos de las islas Canarias.

Me rehusé muchísimas veces, pues no me gusta dejar el lugar donde vivo, puesto que en otros sitios me siento muy inseguro. Mas un día, llamaron a mi puerta y para mi sorpresa era ella quien con un par de pasajes en la mano me dijo:

– ¡Ahora sí ya no hay pretexto para vayas conmigo! Coge tu maleta y vámonos.

– Pero es que…

– Nada, estoy cansada de tus pretextos. He planeado este viaje por largo tiempo y no me lo vas a echar a perder. Además, estás de vacaciones.

– Tienes razón, me hará bien tomar un respiro.

Mientras llegábamos a las islas Canarias, mi amiga aprovechó para platicarme historias de terror propias de aquel lugar. Una de las que más llamó mi atención, fue la de una isla que aparece y desaparece en distintas épocas del año.

Sucede que de acuerdo con una crónica antigua, la embarcación de un monje irlandés naufragó por aquellos lugares.

El hombre bajó asustado del bote y comenzó a recorrer el lugar, para asegurarse de que no hubiera cerca un animal que pusiera en riesgo su vida. A los pocos minutos de estar caminando, notó como el suelo empezó a moverse.

Buscó un tronco o algún objeto contundente del cual aferrarse, para no caer de nuevo al mar debido al incesante vaivén. Sin embargo, no había nada de que sujetarse.

En eso estaba cuando un gran estruendo lo hizo girar hacia atrás y notar que no estaba sobre algo sólido, sino en el lomo de un animal marino.

Los lugareños afirman que esa bestia se ha devorado a más de 1000 personas a lo largo de varias centurias.