Cuenta una leyenda que la palmera era el árbol preferido de la Virgen.

En su camino a Egipto huyendo del rey Herodes la Sagrada Famila llegó a un gran palmeral donde se detuvieron para descansar. Se sentaron al pie de una palmera y se dispusieron a dormir ya que se había hecho de noche.

Al amanecer les despertó el ruido de los cascos de los caballos de los soldados que el rey Herodes había mandado en su busca. Estaban tan cerca sus perseguidores que de ninguna manera hubieran podido huir de ellos. Entonces la Virgen exclamó.

-¡Oh palmera!-.

La palmera bajo la que habían dormido inclino sus ramas hasta tocar el suelo con ellas cubriéndolos de tal manera que los soldados pasaron delante de ellos sin verlos. Y así pudieron llegar a Egipto.

Las palmeras son objeto de veneración allí donde se cultivan. Simbolizan la unión entre el cielo y la tierra. Es el árbol que inspiró las columnas de los templos. En muchas mezquitas como en Córdoba las columnas evocan las formas de las palmeras. Y en los paisajes más ásperos la dulzura de su fruto augura el paraiso.

Cuando comáis un dátil mirad el hueso, tiene dos hendiduras a lo largo y una "O" en el centro. Dice también la leyenda que es la exclamación de la Virgen que se quedó para siempre grabada en ellos.