La locura se expande, como una picadura envenenada. La siento latir dentro de mi como un nuevo ser, como madre de algo inexplicable, que va creciendo, recorriendo mis venas. Se acopla a mis sentidos creando un mundo imaginario, que domino a mi antojo. Por primera vez siento que domino mi vida, después de toda una existencia muerta entre las paredes de esta biblioteca. Muerta. Y ahora viva.
Gritaré por los pasillos, liberada de una prisión sin rejas, sin rejas pero asfixiante. Mi familia me ha dejado sin aire, las expectativas de otros me han rodeado de muros, lo que “debía hacer” me han ido apagando las ansias de juventud. Alguien me ha ido robando los años. Cojones, ¿por qué no me he dado cuenta? ¿Por qué nadie me avisó que sería así mi vida?
Silencio. No hay estrellas en el cielo.
Suerte que llegaste tú, locura. Y me susurraste cosas al oído. Me hablaste de nuevos mundos, de nuevas gentes, de otra vida por descubrir. De otra vida que me grita vida que me grita que me acerque, que vaya a ella. De otro amor. Por qué fuiste tú quien me picó; tus ojos, tu pelo largo y rizado, tu magia, tu algo inexplicable. Tu alma le habló de amor a la mía antes de que movieras los labios. Antes incluso de que nuestras miradas se cruzaran. Incluso antes de que naciéramos.
Dejaré mi familia para volver a respirar, derrumbaré mis muros, me volveré a conectar a la vida para volver a encenderme.
Otro mundo, otra vida. Y otro amor.
Muerta. Y ahora viva.