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La maldición de los Mentirukis

Los mentirukis no siempre se llamaron así. No es que se pasaran la vida contando mentiras, sólo las utilizaban de vez en cuando para engañar a los viajeros y quedarse con sus joyas. Eso fue lo que los condenó, pues sin saberlo, tramaron un engaño contra un gran mago. Y éste, al descubrirlo, lanzó una gran maldición sobre todos los del pueblo: ni un sólo día podrían acostarse sin haber dicho una mentira.

No parecía una maldición tan terrible, teniendo en cuenta que sólo se trataba de una mentira al día, pero sus efectos resultaron desastrosos. ¡Todos mentían todos los días! Así que no había manera de fiarse de ellos, ni de saber si hablaban en serio, si irían adonde decían o pagarían lo que prometían. Los engaños y enfados entre ellos eran constantes, y el ambiente en el pueblo se volvió insoportable. Finalmente, se acostumbraron a todo aquello, y los mentirukis, como empezaron a llamarlos, se ganaron la peor fama del mundo, pues además de mentirosos, se les consideraba tramposos y ladrones. Y así siguió siendo durante siglos...

Panta fue el primer mentiruki que trató de liberarse de la maldición . Le parecía increíble que una sola mentira al día pudiera provocar aquel caos, y buscó por todas partes la forma de pararlo. Consultó los grandes libros de la magia, habló con guardianes de la luz y suplicó ayuda a las brujas negras, pero todo era inútil: sólo el mago que inició la maldición tenía poder para terminarla.

Panta no se rindió, pues deseaba con todas sus fuerzas poder tener amigos de los que fiarse, y conseguir que ellos también pudieran fiarse de él. Y entonces, se le ocurrió un experimento: ¿qué pasaría si sólo decía mentiras?

Cuando probó su idea, algunos pensaron que se había vuelto loco, pero no tardaron en comprender qué era lo que pretendía, y en unos pocos días, Panta se convirtió en el primer mentiruki en quien se podía confiar. Y aquello resultó ser un alivio para el resto de los mentirukis, pues llevaban toda la vida deseando tratar con alguien que no fuera a mentirles en cualquier momento. Todos confiaban a Panta sus negocios y temas importantes, y antes de darse cuenta, Panta el Sincero se había convertido en el más famoso y querido de los mentirukis. Viendo las ventajas que tenía la vida desde el lado honrado, y hartos de su mentira de cada día, los mentirukis comenzaron a seguir el ejemplo de Panta, y se pasaron al grupo de los que hablaban al revés, y todo lo que decían era mentira.

Así siguieron viviendo los mentirukis durante muchos años, hasta que aquella historia se transformó en leyenda y luego se olvidó. Y el único recuerdo que quedó de la maldición fue un extraño idioma que parecía hablarse al revés, y un cuidado muy especial por no decir ni una sola mentira, pues nadie mejor que los mentirukis sabe que hasta las más pequeñas mentiras tienen poder para estropearlo todo.

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