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La maldita familia

Y el pueblo se hará violencia unos a otros, cada cual contra su vecino; el joven se levantará contra el anciano.

Isaias 3:5


La noche había devorado el día y la luna conquistado al sol. Afuera cantaban los insectos nocturnos y una pequeña estrella brillaba en la lejanía.

En la casona reinaba, como siempre, una paz inquietante. Una tenue luz reinaba en el cuarto comedor y se escuchaba a Beethoven. El olor era rico, el banquete único... era el vigésimo aniversario de boda de Frank y Amalia.

Veinte años de sentimientos encontrados, de amor... no tanto... de conveniencia quizás. Ella era hermosa, enigmática, inteligente, soberbia... era dulce cuando se lo proponía pero sus ojos guardaban terribles miradas y su cerebro era una computadora de perversos pensamientos.

Frank la miraba, sabía que hacía varios días su mujer planeaba algo, no sabía si le había leído sus pensamientos, aquella mujer tenía un poder increíble, sabía que la engañaba con su hermana menor, que ella ya no significaba nada para ella.
Lo presentía, de noche dormía con un ojo abierto y otro cerrado, la veía venir en puntillas y cortarle lo que la naturaleza le dio para ejecutar su trabajo vaginal.

Ahora estaba frente a ella... en aquella noche maravillosa, estaba hermosa, sus labios pintados de rojo, su traje verde, su nariz perfilada, son sonrisa maliciosa, su piel blanca como la blanca nieve, sus suspiros, mordía con placer el pedazo de carne, la deseaba, quería llevarla a la cama y hacerle el amor hasta morir de gusto y placer...

Ella no había tenido relaciones desde que lo sorprendió clavado a su hermana sobre la mesa de la cocina, todavía recordaba los gritos de placer de aquella hija de perra que le había robado a su marido, recordaba como la sacó por el pelo y la lanzó por la escalera, recordaba como huía...

Frank la miraba fijamente, movía sus labios con lujuria, ella lo miraba y reía sabiendo que su marido se moría por ella... pensaba en los momentos de placer... tenía arte para amar, sabía cómo enloquecer a una mujer en la cama... ella había sido culpable, llevó a su hermana a la casa y se olvidaba que ella dormía en el otro cuarto, cerca de ella... es posible que sus gritos en las noches de lujuria junto a Frank despertaran el apetito sexual de su hermana... pero eso era una canallada imperdonable...

Allí están los dos... están pensando, maquinando el plan perfecto...

En el cuarto dormitorio Robert se afana con su computadora, es un genio cibernético, apenas tiene 20 años y ha conquistado como a diez mujeres por el internet. Ya no sabe como identificarse, ni cuánta edad ponerse, ni cuanto dinero decir que tiene... es un falsante profesional, ha estado todo el día pegado a su ordenador... pero su mente está turvada, sus ideas no coordinan, se siente atormentado... odia a sus padres, no quiere saber de ellos, no les puede perdonar...

__¿Por qué nací?¿Por qué no morí en el útero de mi madre?¿Cómo puede ser feliz un ser como yo?...
-murmuraba-

Había sido condenado a estar en cautiverio toda la vida, no podía caminar, apenas tenía movimientos en su cuerpo, su rostro estaba un poco deformado... gracias a que su familia tenía dinero podía disfrutar un poco de la vida. Era el único heredero de la familia...

Robert era brillante,aunque su cuerpo era un desastre su mente era priviligiada. Su madre le había regalado aquella computadora y su vida había cambiado por completo, así pudo crear un mundo ideal en el cual él era un principe, un atleta, un hombre de negocios, un profesional destacado, un periodista de primera clase, un cantante famoso en su país, un diplomático, un agente del FBI, un bailarín profesional... gracias a la magia de la computadora había creado una galería de fotos que volvía locas a sus admiradoras por internet...

Allí, entre aquella cuatro paredes había concebido un plan macabro. Tenía que buscar ayuda
y ya sabía con quien podía contar...

La noche se apagaba lentamente, apenas se escuchaba el coro de insectos nocturnos. La cena había terminado. Amalia se levantó de la mesa. Caminó hasta el cuarto dormitorio de su hijo...

__¿Cómo estás amor?¿Necesitas algo?

Robert no respondió, siempre callaba, la odiaba porque sabía que ella había sido responsable de tener aquel cuerpo, no quería tener hijos y bebía pastillas continuamente, consumía alcohol, fumaba... y las consecuencias las había pagado él...

Robert miró a su ordenador... allí estaba el email de su amigo Pedro... le informaba que todo estaba listo, que pronto iría a su casa y llevaría a cabo su plan... todo estaba maravillosamente planificado... después a disfrutar como nunca... compraría un auto deportivo, haría fiestas en su hogar, compraría un bote y sabe Dios si alguna perra se casaba con él por el dinero... eso era lo menos importante... sólo ansiaba meter aquella verga desproporcionada en un buen nido, sólo ansiaba conocer y sentir lo maravilloso de tener una mujer entre sus piernas... de sólo pensarlo la baba bajaba por sus labios distorsionados...

Frank se levantó... miró por la ventana... pensaba, su mente estaba alocada, no podía coordinar sus pensamientos... pero estaba seguro que aquella era la noche perfecta... pero había un pequeño obstáculo... su hijo ... aquel hijo que jamás había querido aceptar como suyo... aquel lunar en el mismo lugar que su hermano lo tenía lo llenaban de amargura... sabía que su mujer era muy amable y cariñosa con Rafi... recordaba las veces que los sorprendió mirándose... pero nada importaba... hacía tiempo que no amaba a Amalia, amaba su dinero, su mansión, su auto... pero debía desaparecerla del mapa... tenía que ser cuidadoso...

Eran las 11:00 de la noche. Caía un fino aguacero, los rayos iluminaban la vivienda y los truenos rompían el silencio de la noche.

Amalia dejaba caer su traje verde suavemente. Miraba su cuerpo, lo examinaba, dejaba pasar sus manos suaves sobre sus senos, ardía en placer, quería hacer el amor... quería gritar, mugir, quería sentir los labios de Frank, que la maltratara a golpes, que la mordiera, que la halara por el pelo... quería sentir aquella lanza divina penetrar su cuerpo, quería dejarse morir sobre él... pero no podía echar hacía atrás, amaba a su cuñado, debía elimiar a su cabrón marido... le había hecho mucho dañado, la había denigrado como mujer... no aguantaba más las quejas de Frank, el desprecio por su hijo...

Frank caminó hacia el dormitorio. Se detuvo en la puerta del cuarto de Robert, lo miró con desprecio... maquinó malos pensamientos...

Allí estaba Amalia, desnuda, con sus pechos erectos... estaba como la caña en febrero, lista para cortarla... Frank sonríó... se quitó su ropa y caminó hacia la otra cama. Cayó sobre la misma... guardó silencio... miraba el techo...

Todo era silencio... la lluvia había cesado, desaparecieron los rayos y los truenos. El coro nocturno ya no entonaba sus canciones, las estrellas estaban ocultas sobre el manto de nubes, la luna se había ido a dormir y Robert seguía con sus engaños chateando en su computador...

Robert se movió con dificultad en su sillón de ruedas. Llegó al cuarto dormitorio. Abrió cuidadosamente la puerta. Allí estaban los dos. Su madre dormida de lado... pudo ver la hermosura de su cuerpo e hizo un gesto de placer, miró a su padre... roncaba como un animal...

Volvió a cerrar la puerta y se dirigió hacia la oficina de su padre. Era un estudio de lujo con una biblioteca maravillosa. Tenía un centro de música, una televisor con una enorme pantalla y un ordenador que era una envidia. Se movió hacia una esquina y descubrió la caja fuerte. Sabía la combinación, la había hurtado y sacado copia a las instrucciones el día que su padre la compró...

Allí estaban los billetes, miles de dólares que su padre guardaba para no pagar contribuciones. Los observó por un buen rato... volvió a cerrar la caja y se fue a su dormitorio...

Volvió el silencio ladrón a apoderarse de la mansión... todos dormían con sus macabros planes de exterminarse mutuamente...

Una corriente de un fuerte olor a muerte y a sangre corrió por el pasillo de la mansión... Pedro yacía en el estudio de Frank sobre un charco de sangre... estaba recostado de la caja fuerte, tenía el cuello cortado de un lado a otro... mientras que Berto, su compinche contaba el dinero y mantenía el puñal en sus manos...

Y allá Frank, Amalia y Robert dormían el sueño del cual jamás despertarían...

Fin
Datos del Cuento
  • Categoría: Hechos Reales
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