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La máquina de marcar goles

A Alex le encantaba jugar al fútbol, pero la verdad es que no era muy bueno, o al menos eso creía él, porque nunca marcaba ningún gol. 

Un día a Alex se le ocurrió una gran idea: inventar una máquina para marcar goles y añadirla a sus zapatillas. Y se puso manos a la obra. En pocos días logró idear un sistema infalible, y creó un diseño espectacular de zapatillas. Nadie sospecharía jamás que esas zapatillas tan alucinantes escondían la única máquina de marcar goles del mundo.

Cuando por fin terminó de hacer la máquina y empezó a usarla, Alex se convirtió en el máximo goleador de toda la liga escolar. En el equipo nadie se explicaba cómo, de la noche a la mañana, un jugador como Alex, que no marcaba nunca, de repente metía tantos goles. Pero, como gracias a él ganaban siempre, nadie dijo nada. 

Un día, un ojeador vio a Alex jugar, y le llamó la atención, así que lo observó durante varias semanas para ver si se lo llevaba a la selección nacional para competir en los mundiales. Finalmente decidió llevárselo con él. 

El primer día del entrenamiento con la selección fue espectacular. Con un jugador como ese no podían perder. Pero, entonces, llegó el día del reparto del equipamiento oficial del equipo, que incluía unas zapatillas alucinantes del principal patrocinador del equipo.

- Yo prefiero usar mis zapatillas -dijo Alex, muy preocupado. Al fin y al cabo, él no era nadie sin sus zapatillas.
- Lo siento Alex -dijo el entrenador-, el equipamiento oficial incluye estas zapatillas, y si no te las pones no podrás jugar.
- Pues no podré jugar -dijo Alex, muy asustado.
- ¿Por qué? ¿Hay algún problema? -preguntó el entrenador-. ¿Qué tienen tus zapatillas de especial, además de estar viejas y sucias como nunca antes había visto en un jugador de élite?

Como Alex no sabía qué responder, optó por decir la verdad.

- Mis zapatillas tienen una máquina de marcar goles diseñada por mí mismo. Con otras zapatillas jamás marcaré un gol.

Todo el mundo empezó a reírse a carcajadas.

-¡Es la tontería más grande que he oído en la mi vida! -dijo el entrenador-. Pero quiero comprobarlo. Ponte tus nuevas zapatillas.
- No quiero hacer el ridículo... -dijo Alex.
- Inténtalo, por favor -insistió el entrenador.

Alex se calzó sus nuevas zapatillas y empezó a jugar. Al principio no daba una, pero, al cabo de veinte minutos volvió a ser el gran goleador que había sido en los últimos meses, y eso que no llevaba su máquina de marcar goles.
- Parece que no lo haces tal mal después de todo -dijo el entrenador.
- He debido tener suerte... -dijo Alex.
- ¿Qué suerte? Lo que ocurre es que la auténtica máquina de marcar goles ya estaba inventada, y solo había que sacarla de dentro de ti -dijo el entrenador.

Y así fue como Alex se convirtió en el mejor jugador de todos los tiempos.

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