No me puedo quejar de mi aspecto.
Me hicieron con bonitos colores y dibujos por todas partes. Hasta tengo algunas partes con un brillo especial!!
Aunque es cierto que con el tiempo he ido perdiendo buena parte de mi apostura original, pero supongo que es lo natural.
Tampoco puedo quejarme de mi profesión: me dedico a viajar sin saber cuál será mi próximo destino y casi siempre acompañado y gracias a ello he conocido a muchas personas y he sido acariciado por muchas manos.
Casi desde mi nacimiento me considero especial y fue por un hecho totalmente fortuito.
Por lo que recuerdo fui un regalo para un niño. Alguien a quien no recuerdo me colocó debajo de una almohada una noche y a la mañana siguiente lo primero que vi fue una carita infantil sonriente.
Me sentí muy importante ante aquel recibimiento y más aún cuando aquel niño me mostraba a los demás como si fuera un tesoro.
Más tarde ese niño decidió hacerme un pequeño dibujo de color rojo asegurándose de que no se borrase.
Al principio me molestó bastante semejante agravio pero después me di cuenta de que esa marca significaba dos cosas: me hace distinto a los demás y supone la esperanza del reencuentro.
Recuerdo perfectamente aquellas manitas suaves y pequeñas y esa cara concentrada en hacer una marca única que supongo que siempre recordará y aún seguirá buscando.
Viajé bastante tiempo en el bolsillo de ese niño hasta que después de muchas dudas acerca de aquello por lo que quería decidió cambiarme por una bolsa de golosinas.
A ambos nos dio pena separarnos.
En seguida me fui con una chica que olía muy bien.
Estuve bastante tiempo en el bolsillo de su abrigo y creo que debió olvidarse de que yo estaba allí porque cuando me sacó parecía muy sorprendida.
Luego me metió por la ranura de una máquina. Fue la primera vez que estuve en una y pude comprobar lo incómodo y aburrido que es. Aún no he conocido a ningún compañero al que le guste estar en una de ellas, en la oscuridad, con ese calor y tan poco espacio.
Después he pasado por infinidad de sitios y he visitado varios países.
Una vez me escapé volando del bolsillo de un señor en Italia.
No me gustó la forma en que me arrugó y me metió allí con un montón de cosas, así que decidí aventurarme. Fue maravillosa la sensación de flotar en el viento y alcancé a ver una plaza con unos edificios maravillosos.
Lástima que duró muy poco porque a un alma piadosa (y fastidiosa para mi) se le ocurrió pasar por allí en seguida, llamó al señor del que había escapado y para mi horror me vi de vuelta a aquel espantoso revoltijo. En cuanto oí que entraba en una tienda me coloqué el primero cuanto antes y tuve suerte.
Después de aquel episodio le cogí el gusto a ver mundo, así que cada vez que tengo ocasión me escapo de los bolsillos.
Es cierto que no siempre ha sido agradable la experiencia, como aquella vez en que por falta de conocimiento se me ocurrió escaparme en un día de lluvia.
Ese día eché en falta el alma caritativa porque estuve tanto tiempo allí mojado e incluso pisoteado que me pareció una eternidad.
Otra experiencia horrible fue aquella en la que, estando yo de maravilla en una panadería acabé yendo al bolsillo de un pantalón y de allí a una lavadora.
Después de cada una de estas aventuras me fijo en mi marca. Para mi alivio y a pesar de que está algo descolorida creo que si ese niño sigue buscándome y pone atención podrá reconocerme. Para mi es muy importante mantenerla porque mientras que mis compañeros siguen viajando de mano en mano sin sentido yo sé que hay alguien esperándome y cada vez que unas manos me tocan lo primero que hago es comprobar si son las mismas que me hicieron único entre tantos.
Estoy seguro de que cuando vuelva a esas manos su dueño y yo no nos volveremos a separar.