Todos en el colegio ya se habían enterado: a la semana siguiente vendría una corte real de palacio al colegio atendida por el mismísimo Rey Patricio para ofrecer al niño que pasará dos pruebas especiales un viaje alrededor del mundo. El rey había decidido ofrecer esto en varios colegios para fomentar la curiosidad en los niños, la cultura, el esfuerzo y premiarlo.
Samuel estaba muy ilusionado. Sentía que no estaba a gusto en su colegio y en su ciudad y deseaba poder viajar a sitios lejanos, conocer gente, aprender más cosas y olvidarse de los pesados de sus padres, los platos de puré y los deberes del colegio.
Sin embargo sabía que no iba a ser tan fácil. Él no era un niño muy estudioso y eso de esforzarse para hacer las cosas no era muy habitual en él, así que se puso muy nervioso ¿Qué pruebas tendrían que realizar? Para tener las ideas más claras decidió abrir un cuaderno y titularlo: El misterio de las pruebas para viajar alrededor del mundo. Allí decidió que anotaría todas las ideas y pistas sobre ello que se le fueran ocurriendo.
La primera idea que se le ocurrió fue la de intentar entrar en el despacho de la tutora para ver si encontraba algún papel donde estuvieran escritas las pruebas a realizar. Estuvo de espía siguiendo a la profesora y no hubo forma de ver que se dejara el despacho abierto. Además, no sabía por qué, pero se encontraba en ocasiones con un pequeño hombre con una carpeta azul por los pasillos y no quería que nadie lo viera entrando sin permiso.
La siguiente idea fue la de intentar escuchar la conversación entre los organizadores y los profesores los días antes de que se hicieran las pruebas. Siguió a todos los profesores espiando desde la entrada del colegio, pero no vio que apareciera ningún grupo de gente de palacio por allí.
¡Qué nervios! No tenía nada de información y ya era jueves. El lunes sería la prueba. ¡Menudo misterio más bien guardado!
La siguiente idea que se le ocurrió fue la de ir a la biblioteca y hacer allí unas copias sobre fechas y acontecimientos históricos y tenerlas en los bolsillos por si las pruebas tenían preguntas así poder copiarlo. Lo mismo hizo con las tablas de multiplicar y las fórmulas de ciencias.
El día señalado llegó y todos se enteraron en el cole, porque la corte de palacio entró con ruido de tambores, con un gran séquito de hombres y todas las aulas se habían cerrado para que todos los niños estuvieran en el patio con sus profesores correspondientes.
Cuando llegó la hora uno de los miembros de palacio se colocó delante de un micrófono, se presentó y comenzó su discurso:
-Buenos días niños. Sabemos que lleváis muchos días esperando que llegue este momento y no queremos haceros esperar. Pero antes tenemos una lista de niños y voy a decir sus nombres primero. Estos pasaran a una sala con otro compañero de palacio y luego los demás nos quedaremos aquí para empezar con la primera prueba.
Samuel apenas escuchaba, pues solo quería que dijera ya de qué se trataba el ejercicio. En estos pensamientos estaba cuando de repente oyó su nombre. Samuel Riveros Fernándiz. ¿Qué sucedía? Un hombre le puso la mano en el hombro y fueron caminando hasta la secretaría del colegio. Allí se encontró con otro miembro del palacio que le explicó lo siguiente:
-Buenas Samuel, lo siento mucho pero no estás clasificado para poder hacer las pruebas. Estos días os hemos estado supervisando para conoceros un poco en el colegio. No sé si habrás visto a algún compañero mío. Solemos llevar una carpeta azul entre las manos. Hemos visto que has intentado encontrar la prueba por todos los medios, pero ninguna de esas estrategias han sido esforzarte, escuchar más en clase o hablar con los profesores. Los merecedores de este premio serán aquellos que estos días se hayan esforzado en estudiar más, escuchar más, participar más en clase y colaborar con los compañeros y los profesores. Lo siento mucho, pero creo que lo mejor para ti es que aprendas de todo esto. No podrás hacer las pruebas.
Samuel se quedó helado. Su primera reacción fue llorar, pero luego se dio cuenta de que no había hecho las cosas bien y aprendió la lección y la importancia del esfuerzo. El año siguiente lo intentaría con la mejor de sus energías.