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Categoría: Historias Pasadas

La muchacha de los tristes ojos grises

Era una lluviosa tarde de invierno, en el que la lluvia caía triste y monotona sobre el pavimento. Todos corrían a refugiarse en los edificios más cercanos, todos a excepción de una muchacha que mantenía la mirada fija en las nuves, tan grises como sus ojos.
Ya no qudaba nadie en las calles, más la joven no dejaba de mirar al cielo. Luego de unos momentos su extasis fue interrumpido por un paraguas negro y una dulce voz: "Si sigues bajo la lluvia vas a pescar un resfriado..." La muchacha bajo la vista, y se encontro con el rostro de un joven de mirada sonriente, agacho la cabeza contrariada y comenzó a caminar sin rumbo.
Caminaron durante horas, la lluvia comenzó a menguar. Ella decidio sentarse en una banca del parque, una vez allí volvió a fijar su mirada enm las pocas nuves que quedaban.
Después de un rato todas las nuves desaparecieron, y dieron lugar a un hermoso cielo nocturo, alumbrado por una enorme y bella luna nueva.
- Parece que valió la pena esperar - dijo el muchacho mirando la cielo tambien. La joven bajo la mirada y dijo: - Eres el primero que dura tanto... Generalmente se van al acabar la lluvia...
- Me gusta pensar que soy especial - dijo él sonriendo- mi nombre es Andrés...
Ella fijo su mirada en los ojos de él y luego de unos momentos le dijo sonriendo: - Ya me tengo que ir... - se levanto y se puso en marcha.
- ¡Espera! Nisiquiera me has dicho tu nombre - Grito Andrés tratando de detenerla.
- Ya habrá tiempo para eso, si el destino asi lo quiere... - Respondio ella despidiendose con la mano y desaparecio tras la calle más cercana.
Muchas lunas llenas pasaron antes que Andrés y "su chica misteriosa", como el solía llamarla, volviesen a encontrarse.
Fue en una tarde de Septiembre, la primavera acababa de iniciar, podía sentirse ne le aire.
Ella venía de las compras, él después de un día de trabajo, se encontraron en el mercado.
- ¿Puedes decirme tu nombre ahora?- le dijo cuando se encontró lo suficientemente cerca.
- Parece que el destino me jugó una mala pasada...- Respondió ella sin siquiera voltear.
- Nos volvimos a encontrar, es justo que me digas tu nombre... - Insistió Andrés poniendose delante de ella.
- Tengo que irme... - dijo la muchacha esquivandolo.
- ¿No piensas decirme tu nombre? - le grito mientras se marchaba - pues tendré que ponerte uno... Te pondré Hermosura, te pondré Misterio o te pondré Luna Nueva... O la Muchacha de los Tristes Ojos Grises... - La joven volteo entonces y caminó hacia él, se paró frente a él y le dijo:
- Apenas si me habías visto y compartiste conmigo tu refugio... Apenas si habías oido dos palabras mias y me mostraste tu mundo. Ahora me vuelves a encontrar, después de mucho tiempo, y sin siquiera conocerme inventas nombre para mi... - Luego se acerco más y le susurro al oido - Mi nombre es María... - giro sobre si misma y retomó su camino.
Pasó, nuevamente mucho tiempo, antes de un nuevo encuentro, más Andrés esperaba cada tarde a María en la banca del parque donde cruzaron sus primeras palabras.
Al fin su paciencia y perseverancia fueron premiadas, luego de tres meses María salió al encuentro de Andrés.
- Bastante persistente eres, joven desconocido - le dijo la muchacha cuando llego a su lado.
- Y tú muy compasiva... solo tardaste tres meses... - respondió sonriente él.
- Eres realmente especial... Andrés...
- Siempre me ha gustado pensar que es así, María... - asi comenzaron a conversar, cada día más, cada día se conocían más, y en poco tiempo llegaron a ser los mejores amigos, Andrés se convirtió en el único y mejor amigo de María haciendo desaparecer de ella todos los temores e inseguridades que tenía en el corazón.
- Nunca me has dicho nada sobre tu familia - dijo una tarde Andrés
- Mis padres murieron cuando tenía 4 años - respondio María bajando la cabeza.
- ¿Qué les paso?
- Un accidente, un incendio en casa... - Andrés no quiso indagar más en el asunto, al darse cuenta que a María le hacia daño, asi que cambió de tema.
Mucha agua pasó bajo el puente antes que Andrés descubriese todos los misterios que María ocultaba.
- Somos Amigos ¿verdad Andrés? - Preguntó un día ella mientras caminaban.
- Claro que si... ¿te sucede algo? - preguntó extrañado él.
- No, no es nada - respondió ella agachando la cabeza. Andrés la miró extrañado.
- Aún me cuesta entenderte - suspiró luego de un rato.
- A veces las cosas que parecen más sencillas son aquellas que nos cuestan la vida... - susurro María sentandose en una de las bancas.
Andrés se sentó junto a ella y la rodió por la espalda, ella apoyó la cabeza en su pecho y cerró los ojos.
- Cuentame una historia... - le pidió, como lo hacia cada tarde, pero esta vez Andrés quería oirla a ella.
- es tu turno de contar una... - le dijo mirandola a los ojos. María quedó pensativa, se safó, se hechó hacia atrás y comenzó a relatar:
"Existió una vez una pareja, que a simple vista parecía muy feliz. Tenían una niña de cabello oscuro y ojos color cielo.
Los dos primeros años de la vida de la pequeña fueron hermosos, pero las cosas empezaron a marchar mal. Un día su padre simplemente no volvió a la casa. Cada vez que la pequeña preguntaba por él, la madre prefiría cambiar de tema.
Pasaron dos años, y una noche lluviosa, antes que su madre volviese a casa, apareció el padre, la niña, gracias a Dios dormía. Venía ebrio y empezó a registrar los cajones. La madre no tardó en llegar y al verlo gritó: - ¿Qué haces tú aquí?
- ¿Dónde está? - grito sin escuchar lo que decía.
- ¡Sal de mi casa! - volvió a chillar ella, despertando a la niña. Ella se levantó, y sin que nadie lo notase se paro en el portal de la habitación.
El hombre continuo registrando cada cajón, hasta que encontró lo que parecia estar buscando. ¡Era un arma!" María se estremeció al llegar a este punto.
- No tienes que continuar si no lo deseas... - le dijo Andrés. Ella continuo sin escuchar lo que Andrés le decía.
"Papá amenazó a mamá, yo no entendía nada, y quise preguntar, pero solo alcancé a pronunciar dos palabras cuando mi papá ya me estaba apuntando con el arma.
- ¡Sal de aquí María! - Chilló mi mamá, entonces papá le disparó y la hirió en la cadera. Mamá no dejaba de gritarme, yo comencé a llorar y corrí a mi pieza, me escondí bajo las sabanas y lloré.
Papá comenzó a tirar agua por todas partes, mamá gritaba aún, alguien cerró mi puerta con llave sin que pudiese salir.
El agua que papá derramaba olía mal, pronto me di cuente qu eno era agua... ¡Era bencina!
Empezó a hacer calor, yo ya no podía llorar, ya no se oían gritos, solo el monotono sonido de las llamas. El fuego, extrañamente, no llegó a mi cuarto, hasta que los bomberos llegaron al lugar, yo permanecía quieta, en estado de shock según los doctores que me atendieron.
Después de ese día fuí enviada a un hogar de reabilitación, pero un extraño fenomeno había ocurrido en mi, mis ojos ya no eran azules, eran grises, como el humo de las llamas.
Mi padre y mi madre murieron en el incendio, sus cuerpos quedaron carbonizados por lo cual se supuso que habian muerto a causa del incendio. Nunca encontraron el arma, ni descubrieron que mi madre había sido herida por una bala. Yo era la única testigo, pero borré todo esto de mi memoria..." Finalizó María.
- Como puedo ver nunca pudieron reparar el daño en tus ojos - Dijo Andrés, ella asistió con la cabeza.
- Tu padre estaba ebrio... y tu madre solo quería protegerte... ella te amaba, y ¿sabes que creo?... creo que fue ella la que te protegió el día del incendio... - concluyó Andrés mirando a su amiga a los ojos.
La muchacha miró entonces al cielo y, después de mucho tiempo, comenzó a llorar. Pronto y sin darse cuenta sus ojos volvieron a tornarse azules cual cielo.
Andrés y María nunca hablaron de esto a nadie, y prometieron no volver a tocar el tema, pero cada uno guardaba en su corazón aquel milagro de La Muchacha de los Tristes Ojos Grises.
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