María no quería jugar a las muñecas. Su tío Perico le preguntó porqué, y ella le contestó que esas muñecas eran muy aburridas, porque no hacían nada. - ¿Y qué quieres que hagan? - preguntó el Tío. - Que canten. - Hmmm. Vamos a ver - dijo el tío, y se fue con la muñeca a la casa del vecino inventor. Al rato volvió con la muñeca llena de cables. Entonces, apretó un botón... y la muñeca empezó a cantar como Marisabel. - Qué bonito – dijo María. - ¿Cómo lo hiciste, tío? - Muy sencillo, - dijo el tío muy contento - le pusimos dentro un grabador con un cassette. María estuvo escuchando el cassette unas dieciocho veces, y después se empezó a aburrir de nuevo. - ¿Y ahora qué pasa? - preguntó el tío. - Ya estoy aburrida, tío - dijo la niña-. ¿No puedes hacer que la muñeca se mueva? - Vamos a ver - dijo el tío. Y se fue de vuelta con la muñeca a ver al inventor. Poco después volvió con la muñeca, la sentó en el suelo y... ¡sorpresa! La muñeca se movía sentada. - ¡Qué chupi! – dijo María. - ¿Cómo lo habéis hecho? - Muy fácil - contestó el tío. – Le hemos pegado un coche a pila atrás. Y la pequeña se puso a jugar un rato con la muñeca que se movía sola. Pero después se le acabaron las pilas, y María se empezó a aburrir. - Tío, ya me aburrí otra vez - dijo -. Yo quiero una muñeca que hable, cante, salte, juegue al escondite y a las figuritas. - Muy sencillo - dijo el Tío - y se fue con la muñeca. Al rato volvió el vecino inventor con una enorme muñeca en una carretilla. - Aquí está la muñeca que pediste - dijo el vecino - Se llama Periquita. - ¡Qué bonita! - dijo María- y se puso a jugar con la nueva muñeca. Periquita era muy divertida y podía hablar, andar, cantar, jugar al escondite, a las figuritas y a la pelota. No se le acababan nunca las pilas y lo único que necesitaba era un bocadillo de jamón con tomate o mortadela, un refresco y un café, cada hora y media. Cuando vino el padre de la niña, esta le enseñó a Periquita. - Muy bonita tu muñeca nueva, - dijo el padre. - Pero te tengo que contar un secreto: en realidad, Periquita es el tío Perico, disfrazado de muñeca. - No lo digas en voz alta, papá. - le contestó la niña-. Yo ya me había dado cuenta, pero si se lo decía al tío, se iba a quitar el disfraz y yo me quedaba sin muñeca. - Ah, qué lista, entonces yo también voy a hacer como que no me doy cuenta.- dijo el papá. Y María siguió jugando con Periquita el resto del día sin aburrirse.