Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Cuento
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Cuento
Categoría: Sin Clasificar

La muerte de mi hermano

La noticia nos abrumó a todos por igual, haciendo que nos pesara el mundo y se balanceara en nuestro enmarañado amor familiar. Me imagino que por eso aun seguimos vivos, y al mismo tiempo un poco muertos.
Los doctores, después de innumerables desatinos que a veces nos daban infundadas esperanzas, y en otras, nos quitaban las ansias de peregrinar en el tiempo, nos dieron una respuesta irrefutable: lo siento pero la mutación de sus músculos no le permitirá vivir mas aya de un par de años.
Fue como si lo hubiésemos sabido siempre, y esa frase no hacia mas que confirmarlo. Así siempre vi a mi hermano menor, como una estrella fugaz que no podía dejar pasar desapercibida en su viaje efímero por nuestra vida. Desde que nació lo disfrute al máximo. No era mi único hermano; somos tres hombres los que nos unimos en coro para llamar papá y mamá a las dos misma personas, pero como si lo fuera, desde que pasó el primer año viviendo, o tratando de vivir, en un establecimiento donde las enfermedades se conocen por el tufo de los corredores, aprendí a verlo en otra luz. Mi mamá ya no vivía junto a nosotros. Su casa era el techo que cubriera la cabeza de mi hermano, y si no le permitían dormir a su lado, caminaba las cuadras del hospital, de muchos, hasta que decidieran en la hora buena de asumir su puesto de madre. Después del año se mudaron a nuestra casa los dos, convencidos de la naturaleza de mi madre para aliviarlo con mas puje que medicamentos prescriptos en cautela. Fue allí, durante esos años de terribles trasnoches, cuando aprendí a quererlo como se quiere al aire. La constancia y dedicación con la que mis padres desempeñaron los papeles de doctores, enfermeros, boticarios, especialistas, veladores, curanderos, y hasta de misioneros del señor, pronto dieron fruto de vigorosidad y a los cinco años empezó la escuela. No sé como cambia a la gente el templo de la ciencia de paredes blancas que él tanto visitó, pero sus ojos ya no tenían la mirada de la juventud sino una sabiduría precoz. Sus preguntas eran concretas, como en busca del tramo recto sin vericuetos, para aprender solo lo necesario, escapando trivialidades que pueden soltarle a la vida uno que otro bostezo. Los años de adelanto fructíferos que creí poseer en contraste a su corta edad, mas que una ocasión no me sirvieron para responder sus preguntas que después de 20 años recién estoy formulando. Por eso fue él mi maestro preferido. Nunca puso en mi contra alguna flaqueza de memoria, o pregunta mal sentenciada, aunque después acertara mi error por medios mas indelebles y confiables. A los seis años su salud volvió a deteriorarse, y en menos de seis ciclos lunares quedo incrustado a una silla de rueda. Fue por ese entonces que la noticia de los médicos; incambiable, impagable, e indeseable de su inminente muerte, nos aplastó. La expiración nos llega a todos, pero cuando esta tiene el poder de inmiscuirse en los planes del futuro, cuando se la puede sentir y calcular con el mapa de nuestras metas, cuando se puede pensar en la graduación de la escuela a tiempo que se aproxima con los mismo pasos la eutanasia del ser querido, la vida en si es solo una extensión pletórica de muerte. Es hacer todo mas rápido, y confiando que sea de calidad, sufriendo el doble por cada desilusión, pero disfrutando mil veces cada acierto que ponga una sonrisa en la cara. Todo mi cheque lo invertía en su entretenimiento. Llegó a poseer todos los juegos de video, alquilé todas las películas de su gusto, y que pena me dio que nunca pateó las pelotas de fútbol que anheló y conseguí, para terminar ordenadas y nuevas en su cuarto. Mi madre no se aparto de su lado, y en las noches cuando la oscuridad se le metía en el pecho y lo incitaba a toser, que después magnificó el silencio, no cerraba los ojos hasta no sentir las manos suaves de la mujer que lo trajo al mundo y lo siguió cargando hasta su muerte.
El fin de semana final, yo ya tenia un itinerario revisado. Había salido una película nueva en video, El Rey León, su película favorita desde que la vimos juntos mas de una vez en la pantalla grande, cuando sus músculos aun soportaban su peso, y pensaba alquilarla a la par con el juego de video. Mi teléfono desalojó en el contorno su sonido trágico y conteste a un “ven al hospital que...” Colgué antes que sellara la intervención con una oración completa. Noticia como esta no necesita tomar formas verbales, porque de lo atiborrado de desgracias que está, las delata hasta el silencio. Todo se vino abajo y como una bofetada, de esas que te arrancan una maldición aunque no estés acostumbrado a decir lisuras, la noticia de su pronto interno y seguida perdida del sentido me puso tan descalabrado que me tomó tiempo incorporarme y emprender la travesía al Hospital. Que maldición no poder conjurar sirenas del diáfano aire! Los carros deambulaban con exagerada lentitud, en comparación con las ideas, imágenes, sonidos que hacían su aparición por mi mente, apurados por introducción, desde ángulos que no sabia existían. Maldije hasta la inhabilidad del genero humano de poder volar, y el que introdujo los semáforos seguro se daba vuelta en su tumba. Tumba; suena difícil de penetrar hasta en palabras, y peor salir. Entré volando, o corriendo, ya no recuerdo, y me encontré con mi familia, unida, entera por última vez, junto a mi hermano que dormía aun expandiendo su pecho para hacerle espacio al aire. No se pronunció palabra, no cupo consuelo útil en esos silbidos fabricados de aire, el alma no escucha silabas, no entiende. Mi hermano respondió a mis entrañas y abrió los ojos, nos miró con una sabiduría plasmada que iba mas allá de sus contados 8 años, como si alguien le revelo un secreto que nosotros no entendíamos, y yo no lo haría hasta muchos años después. Invitó al aire a ahueque sus pulmones y nunca mas lo dejo salir.
Datos del Cuento
  • Autor: Baldomero
  • Código: 2933
  • Fecha: 06-06-2003
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.4
  • Votos: 55
  • Envios: 0
  • Lecturas: 7430
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 3.145.33.244

3 comentarios. Página 1 de 1
Carol
invitado-Carol 10-07-2004 00:00:00

Tu cuento esta muy bueno, hay mucha sensibilidad y creatrividad en el, la redacción hacia que vivieras o imaginar lo que leias, Felicidades

Baldomero
invitado-Baldomero 20-06-2003 00:00:00

Gracias por tu punto de vista. Comentarios de esta forma son los que ayudan a aprender.

Laura
invitado-Laura 08-06-2003 00:00:00

La idea del cuento estubo muy buena, pero es que describía mucho y no dejaba espacio para lo importante. Además el final fue muy ligero.

Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Cuentos: 21.638
»Autores Activos: 155
»Total Comentarios: 11.741
»Total Votos: 908.509
»Total Envios 41.629
»Total Lecturas 55.582.033