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La mula sin cabeza

Valentina había pasado su infancia entre brujos y chamanes, pues sus abuelos eran dueños de un puesto en el mercado local. La muchacha era fea, poco inteligente y maleducada. Su meta era conseguir que uno de los encantadores de aquel lugar le otorgara el poder de conquistar a cualquier señor acaudalado que se pusiera ante sus ojos.

Don Anacleto, un viejo amigo de la familia, le reitero en varias ocasiones que en vez de estar pensando en estafar a sus semejantes, debía ponerse a estudiar, a lo que ella le respondía solamente con gestos de desaprobación.

Una calurosa tarde de otoño, se acercó al puesto un individuo vestido con un finísimo traje de seda. Se aproximó hasta donde estaba Valentina y le dijo en voz baja:

 

– Si le vendes tu alma al diablo, yo puedo entregarte más de lo que deseas.

– ¿Y por qué Satanás se interesaría en mi alma? Si yo nunca he sido decente.

– Justamente por eso, los entes pecadores morarán por siempre en el purgatorio, alimentando al señor de las tinieblas.

– ¿Qué te hace pensar que yo terminaré en el infierno?

– Querida mía, nadie se salva de los designios de mi amo. ¿Qué me dices? Aceptas o no.

Valentina firmó una especie de contrato en el que se estipulaba claramente que ella recibiría belleza y fortuna. En cambio, debía entregar su alma 30 días después de celebrado convenio.

La joven se convirtió en la chica más agraciada de la comarca, se casó y se fue de ahí para evitar su confrontación con el demonio. No obstante, un año más tarde, éste logró ubicarla y la tele transportó hasta las profundidades del averno.

– Por tu osadía de tratar de engañarme, tendrás un castigo ejemplar.

Belcebú dejó escapar de sus cuernos unos rayos de color verde, mismos que convirtieron a Valentina en una mula a la que le faltaba la cabeza. De su cuello brotaría un sonido muy similar al relinchido de los caballos y borbotones de lava volcánica.

Por último, antes de devolver a la muchacha a Tierra, el diablo le dijo:

Si consigues galopar en una noche de luna llena por siete pueblos distintos sin ser vista la maldición se acabará. Por el contrario, si no logras realizarlo en menos de una centuria, serás enviada al purgatorio por siempre, para ser pretendida por mí hasta que en el universo vuelva a contraerse.

De eso que les cuento, ya han pasado más de 90 años y desde luego, la mula sin cabeza no ha logrado su cometido, debido a que cada vez que cruza el sexto pueblo, las luces que salen de su cuello se vuelven más y más brillantes, para qué los lugareños puedan verla a grandes distancias.

Si pudiéramos ponerle una especie de moraleja a esta leyenda corta de terror, podría ser aquella frase expresada por nuestros antecesores, la cual decía más o menos así: El dinero no siempre acarrea a la felicidad.

Valentina fue rica por un tiempo. Empero ahora le toca sufrir las secuelas de su pacto con el demonio.

Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
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