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Categoría: Ciencia Ficción

La nave

Corría a través de aquel laberinto lleno de pasillos. El pecho le dolía y jadeaba; tuvo que pararse un momento para coger aire, sólo un momento. Cerró los ojos momentáneamente, y los últimos sucesos de aquellos días se cebaron en él.

Un mes llevaba en el espacio con sus compañeros en aquella nave. La misión, reparar un satélite averiado. Durante aquel tiempo había hecho amistad- una amistad íntima- con Loli, una chica de ojos verdes y pelo moreno hasta la cintura...y buen cuerpo. En un mes sabía toda su vida, por lo menos lo que ella le había contado, y enseguida le tomó aprecio.
Con sus otros dos compañeros la relación era más bien fría, limitándose sólo a hablar cuando era preciso, y por cuestiones de trabajo. Tanto Marcos como Luis eran muy introvertidos; nada sabía de ellos, nada quería saber.

Ver las estrellas junto a Loli era hermoso; él, Jose Vicente, que siempre se las había dado de duro e insensible, pasaba ahora las horas muertas contemplando la magia que tenía el vacío del espacio, junto a una hermosa mujer.

Poco a poco se habían acercado al satélite con la intención de hacer un trabajo rápido para regresar cuanto antes a casa; simple rutina.
-Tengo miedo-le dijo Loli; él la miró sorprendido.
-¿Porqué dices eso?: tú nunca has tenido miedo.
-Ahora sí, presiento que algo va a pasar- y se agarró a su cintura.

Abrió los ojos volviendo a la realidad, los pasos sonaron cerca, muy cerca. Echó a correr con las escasas fuerzas que le quedaban. Se maldijo a sí mismo por no haber hecho caso a su compañera, aunque ya no importaba nada; lo único importante era llegar a la nave de socorro y huir de allí, huir a la Tierra.

El recuerdo volvió a él, a su mente: desde la pantalla se podía ver claramente el satélite, viejo y desgastado.
-Yo no lo arreglaría, simplemente me desharía de él-observó Luis-sólo es un montón de chatarra.
-Si nos han dicho que lo arreglemos, eso haremos-ordenó Marcos.
-¡Qué raro!-aquel era Luis-; el ordenador no detecta al satélite.
-¡Pero si lo tenemos enfrente!-se asombró Loli.

De pronto la imagen cayó, mostrando un esqueleto metálico gigantesco, casi parecía humano.
Jose fue el primero en reaccionar:
-¡Es una nave, son extraterrestres!.
-¿Extraterrestres?-preguntó Loli-¿Crees que vendrán en son de paz?.
-No lo creo, han venido camuflados; nos han engañado a nosotros y a nuestros jefes.
Luis miró a Marcos.
-¿Qué hacemos?-preguntó. El superior, Marcos, no tuvo tiempo de responder, ya que la nave alienígena se fusionó con la nave terráquea como un ser vivo, y la nave extendió sus tentáculos mecánicos sobre Marcos, convirtiéndole en un cyborg que disparó rápidamente sobre Luis, partiéndolo por la mitad.

Jose cogió a Loli y echó a correr, arrastrándola por el pasillo; tenían que escapar de aquel ser de metal. Corrieron un buen rato, hasta que no pudieron más y se sentaron. Él se sentó en el saliente de una ventana, y ella en el suelo.
-¿Qué era aquella cosa, Jose?.
-No lo sé; por lo que he visto, creo que ese ser necesita la energía de la nave, y nuestra energía. Supongo que ahora se estará alimentando de Marcos.
-¡Es horrible!-sollozó Loli.
Se durmieron.

No pasó mucho rato hasta que Jose abrió los ojos, justo a tiempo para presenciar cómo el suelo de la nave se apoderaba de Loli, convirtiéndola también en un cyborg; él cogió la pistola y disparó instintivamente, matándola allí mismo.
Se sintió mal y vomitó, aunque sabía que era mejor una muerte rápida que ser absorbido por aquel monstruo.
Oyó pasos, y vio al cyborg que antes había sido Marcos; se dispararon mutuamente, sin llegar a darse.
Comenzó a correr y correr, asustado por lo que acababa de ver: ¡su jefe convertido en un muerto viviente movido por hilos mecánicos, como si de una marioneta se tratase!.

Entonces concibió un plan: acumularía en un punto concreto de su nave un exceso de energía, crearía un circuito cerrado retroalimentado, y mientras el monstruo se dedicara a alimentarse únicamente de aquel lugar, él accionaría el botón de destrucción de la nave.

Eso había hecho, y ahora continuaba aún corriendo; la cuenta atrás era ya un hecho, igual que la inminente destrucción de la nave.
Montó en la pequeña nave de socorro y salió de aquel infierno.

La nave explotó, llevándose al monstruo con ella. Se había salvado. Cerró los ojos y suspiró.

Abrió los ojos: no debió hacerlo, por que lo que vió le hizo llorar: el espacio estaba lleno de aquellos monstruos, idénticos al que se había apoderado de su nave.

Lloró profundamente.
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