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Categoría: Infantiles

La niña que apresó al Sol

Esta es la historia de María, una linda chiquita que por ayudar a su amigo el caracol, un día se le ocurrió aprisionar al Sol. Me la contó el Gato Gavilondo que, a su vez, la escuchó de la ardilla Basilisa, cierta tarde que trepado al gran árbol que da las castañas, se entretuvo en cotillear.
Yo no sé si creérmela, por eso se lo cuento a ustedes; Y si llegan a creérsela, por favor, díganmelo y la llevaremos a la televisión, para que otros niños la disfruten.
Cuenta Gavilondo que, allá por las montañas cercanas a Palma de Gran Canaria, se paseaba una bella mañana María. Sus papás habían aparcado el auto al pie de una linda ladera poblada de flores y plantas cuyos olores, por ser entrada la primavera, aromatizaban el aire con sus fragancias.
Su papá sacó un buen libro y su mamá se tumbó en una esterilla de playa para recoger en su piel el máximo de sol que pudiera. Su mamá era muy guapa y coqueta: le gustaba lucirse morena antes de que llegara la época de la playa.
María se entretenía en recoger florecillas y agruparlas en un ramillete multicolor ya que trataba de no repetir ningún color ni ninguna especie.
Sus papás, vigilándola con esmero, le reiteraban :
- " ¡María, no te alejes demasiado !".
Enfrascada en su tarea de recogida, María vio una preciosa flor azul al lado de una roca chiquitina. Cuando hizo ademán de arrancarla, oyó una vocecita que decía:
-"¡ Vaya mala suerte la mía! Ahora que encontré un poco de sombrita, esta niña se dispone a quitármela."
María pegó un brinco hacia atrás. ¿Quién estaba hablando? Arrancó la flor y miró detenidamente: debajo, encima y entre los pétalos, a lo largo del tallo... Nada. Ni rastro de alguna cosa viva capaz de hablar. Entonces se le ocurrió clavar su mirada en el sitio preciso donde estaba sembrada la flor. ¡ Sorpresa!
Un diminuto caracolillo, más pequeño que aquellos que su mamá guisaba en salsa, se movía con mucha dificultad para llegar a la roquita.
María lo tomó entre sus dedillos y se lo arrimó a los ojos.
- " ¡ Muchísimas gracias, niña! No sólo me quitaste mi sombrilla sino que ahora me mareas con tanta altura. ¿Se puede saber qué te he hecho yo?".
María se quedó atónita, se frotó los ojitos como para convencerse de que no estaba durmiendo. ¡Quién se iba a creer que los caracoles hablasen! Tuvo el reflejo
inmediato de dejar el caracol donde lo encontró y salir corriendo. Pero María era una niña muy curiosa para sus tres añitos y tan pronto como dejó al caracol en el suelo, lo volvió a levantar.
- " Perdone usted, señor caracol. No fue mi intención molestarle. ¿ Cómo iba yo a saber que esta florecilla le servía de sombrilla?".
- " ¡ Cómo iba a saber yo, cómo iba a saber yo... ¡Siempre con las mismas excusas! Los humanos os creéis los reyes de todo, como si nadie más viviese en este planeta. Con lo a gustillo que yo estaba protegiéndome de
este soletín... Anda vuélveme al suelo y ya buscaré otra cosa."
- " Quisiera ayudarle. Es lo menos que puedo hacer por usted. Dígame un sitio y yo le llevo." dijo María llena de remordimientos.
- " ¿ Quieres ayudarme de verdad?".
- " Desde luego que sí" contestó la niña sin vacilar.
- " Ya que tú eres tan grandota, ¿porqué no me ayudas a meter al sol en la cárcel?".
- " ¿Y eso cómo se hace? " preguntó María arrepintiéndose ya de su buena disposición. En verdad que ese caracol tenía ideas muy extrañas.
- " Muy sencillo. Me llevas a tu casa y te lo explico por el camino".
María guardó al caracolito delicadamente en el bolsillo de su chaqueta de chandal y sin decir ni "¡mu! " a sus papás, esperó impaciente la hora del regreso a casa.
- " Qué callada está María" dijo el papá.
- " Debe de tener sueño. Un día al aire libre cansa mucho a los niños" contestó la mamá con el rostro enrojecido por el exceso de sol.
Las carreteras estaban atiborradas de coches aquella tarde. Era como si todos los habitantes de Palma hubiesen decidido salir fuera de la ciudad aquel soleado domingo. El viaje se le hizo interminable a nuestra amiguita. De vez en cuando le iba preguntando al caracol si todo iba bien a lo cual él le contestaba bajito que sí, allí al fresquillo de su bolsillo.
Llegados al fin al apartamento, María corrió a su habitación, cogió una caja de cartón de un viejo juego de cubos y acomodó a su nuevo amigo, no sin robar de paso una hojita de lechuga de la nevera, siguiendo las instrucciones del caracolillo. Una vez terminada esa labor previa, el caracol, que se llamaba Toñín, dato que me facilitó el gato Gavilondo, empezó a explicarle a María cómo aprisionar al Sol.
- " Debes saber, María, que año tras año, el Sol nos obliga a vivir escondidos y los caracoles ya nos
hartamos. Una delegación nuestra viajó allá al centro de la Isla, al lugar que llaman Roque Nublo, para consultar a la vieja maga de esa montaña. Expuestas nuestras quejas, habló en estos términos:
- " Amigos Caracoles, víctimas del Sol y de las cazuelas humanas, sólo le veo una solución a vuestro problema:
debéis aprisionar al Sol. Coged un trozo de hielo y situadlo en el centro de una jaula. El sol, quien no puede olisquear el hielo sin la necesidad de derretirlo, se acercará y entrará en la jaula. Con mucha precaución, cerrad prestos la puerta y cubrid la jaula con un trapo oscuro. Pero cuidado, si quedase una rendija sin tapar, ¡el sol se volvería a escapar! Buena suerte."
Y la maga volvió a sus asuntos dejando nuestra delegación bien pensativa... ¿Dónde podrían encontrar hielo en una isla donde el Sol lucía parte del año?
Al conocerte esta mañana, se me iluminó el entendimiento. Los humanos tenéis hielo en las neveras todo el año. Tú eres pues la más indicada para ayudarme en esta empresa.
¿ Qué dices?"
En verdad que María no pudo decir nada. Había prometido ayudar para reparar su error al arrancar la flor y ahora no tenía camino de vuelta.
-" Estoy dispuesta a ayudarte, amigo, pero deberá ser mañana. Ahora el Sol está casi para acostarse y necesito tiempo para encontrar una jaula." aclaró María.
Y dicho y hecho. El caracol se durmió arropadito por su hoja de lechuga y María se puso a cavilar para encontrar una jaula y un trapo oscuro.
Amaneció radiante. La luz del Sol empujó los nubarrones de la noche y despertó a María con una caricia en la mejilla. Saltó de la cama para aprovechar el madrugón y realizar su plan antes de que despertaran sus papás y la incomodaran con preguntas. Abrió la ventana, situó la jaula en un buen sitio, corrió al frigorífico para robar un cubito de los que papá utilizaba para refrescar sus bebidas, acomodó el trapo negro que mamá utilizaba para limpiar el polvo cerca de la jaula y despertó al caracol.
- " Toñín, ya está todo listo. ¿Qué hacemos ahora?" inquirió María.
- " Ahora toca esperar. Estáte preparada. ¡Debes ser más rápida que él!"
Allí me ves a los dos, espera que te espera, espiando cualquier movimiento que hiciera sospechar que el Sol estaba interesado por aquel diminuto trocito de hielo.
Al cabo de un rato, sus ojos empezaron a ver como el hielo se convertía poco a poco en un charquito de agua.
- " ¡Ahora! ¡Ahora, María!"
Como un rayo, María cerró con fuerza la puerta de la jaula al tiempo que la cubría con el negrísimo trapajo.
- "¡ Ya está! ¡Ya está! " gritaba eufórico el caracol.
- " Sí, ya está." dijo María.
Mas como decía una zorrita amiga mía, nada es perfecto. En el instante mismo de que el Sol estuvo enjaulado, la habitación se fue oscureciendo hasta el punto de necesitar encender la lamparilla de la mesita de noche si querían continuar viéndose las caras. Se hizo de noche espantosamente...
- " ¿Qué ha pasado?" preguntó la niña inquieta.
- " Pues, ¡que lo hemos conseguido, niña!. Que el Sol ya no volverá a molestar a nadie y que va a pagar con este encierro todo el daño que causó a muchos de nosotros." dijo Toñín satisfecho.
- " ¿ Y siempre será de noche? ¿Sólo dispondremos de las bombillas para alumbrarnos? ¿ No podré volver a la playa, ni a pasear con mis papás? ¿Será la noche oscura permanentemente?" se inquietaba María.
No tardó en imaginar su vida en la negrura permanente y esa idea no la sedujo en absoluto, por mucho que apreciaba a Toñin y se solidarizaba con su causa. Recordaba que la maestra les había explicado que la luz del Sol era necesaria para que las plantas crecieran, para que evaporara el agua de los ríos, de los mares y de los lagos y trajese la lluvia, para calentar y permitir que otros animalillos viviesen, como los lagartos, las tortugas, los pajarillos...
Comprendió que no podía ser responsable de tan gran pérdida para el planeta entero por mucho que eso perjudicara a la familia de los caracoles. Se acercó a su amigo y le hizo partícipe de sus observaciones.
- " Debemos ser justos, Toñín. No podemos castigar a todos los demás para que vosotros viváis tranquilos. Te propongo un trato: construiré una casita para que te puedas proteger del Sol cada vez que lo desees y lo liberamos. ¿Vale?".
Toñín comprendió que los argumentos de María eran razonables y que su gesto sonaría muy egoísta de obstinarse en retener al Sol. Accedió y aceptó la propuesta de la niña.
Se dirigieron a la jaula y en tono de arrepentimiento le hablaron al Sol.
- " Señor Sol, le pedimos perdón por este encierro forzoso, mas hemos comprendido que su labor en nuestro planeta es muy necesario y que si bien perjudica a los caracoles, beneficia a muchas otras especies. Acepte nuestras excusas y recupere su lugar en lo alto del firmamento, por favor".
El Sol, gran Señor y consciente de su inmenso poder, sonrió amablemente y no tomó represalias. Prometió brillar con más cordura en los lugares donde vivían los caracoles, hizo una reverencia y se elevó.
Desde ese día María se ha hecho la gran defensora de la familia de los gasterópodos, o sea dicho menos científicamente, de los caracoles.
¡No consiente que su mamá los guise más y caracol que ve atrapado, caracol que libera!.
Toñín sigue viviendo en la casita de muñecas que acomodó para él y que trasladó a aquel rincón de montaña precioso donde un día lo conoció recogiendo florecillas de colores.
Datos del Cuento
  • Categoría: Infantiles
  • Media: 5.82
  • Votos: 85
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Mª Eugenia
invitado-Mª Eugenia 14-12-2002 00:00:00

Cuento imaginativo, demasiado largo, fomenta la imaginación, la compasión y la justicia.

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